El valor de una bandera
Era viernes, d¨ªa 16, y el curso en la facultad se interrump¨ªa con motivo de las cercanas fiestas navide?as. Era, pues, la noche oportuna para salir a tomar unas copas por el Madrid la nuit. ?ramos nueve en total, entre compa?eros de clase y amigos de compa?eros que estaban estudiando en otros sitios. Quedamos en la zona de Moncloa, donde tomamos unas copas y desde donde nos dirigimos hacia Alonso Mart¨ªnez. El fr¨ªo era insoportable, y algunos apuntaron que pod¨ªamos coger el metro, pero, por mayor¨ªa, fuimos andando. De camino hacia all¨ª paramos a comprar whisky en una gasolinera, lo cual nos ayud¨® a no congelarnos de fr¨ªo y a que nuestro bolsillo no sufriera demasiado con los elevados precios de las consumiciones con alcohol, ya que mezcl¨¢bamos los refrescos con el Dyc. A la salida de uno de los pubs, uno de nuestros compa?eros se encontr¨® en un cubo de basura una bandera roja de CC OO y la cogi¨® y empez¨® a bromear, repiti¨¦ndonos: "?Viva la revoluci¨®n proletaria, abajo el capitalismo!". Hac¨ªa solamente dos d¨ªas que hab¨ªa tenido lugar en nuestro pa¨ªs la huelga general y por ello aquella bandera a¨²n andaba rodando por ah¨ª. En nuestras mentes era tambi¨¦n un recuerdo reciente, ya que, aunque no hab¨ªamos presenciado la manifestaci¨®n, sufrimos, claro est¨¢, las consecuencias de aqu¨¦lla.Nuestro compa?ero hizo extensiva la broma a todos aquellos que pasaban a nuestro lado, a los cuales inquir¨ªa diciendo: "?Viva la revoluci¨®n proletaria!, ?ver dad, se?or?" (o se?ora, seg¨²n el caso). Bueno, pues lo sorprendente es que nadie le llev¨® la contraria. Continu¨® con la farsa y se puso en medio del tr¨¢fico con la misma cantilena. Cuando los coches estaban parados delante de los sem¨¢foros se dirig¨ªa a sus ocupantes con la misma pregunta, y la actitud fue siempre la misma. Nosotros camin¨¢bamos a su lado muri¨¦ndonos de risa, m¨¢s que por lo estramb¨®tico de ver a nuestro amigo con la bandera y dando voces, por la cara de sumisi¨®n que reflejaba la gente. Solamente alg¨²n coche intent¨® asustarle acelerando delante de ¨¦l, y dos tocaron su claxon en se?al de protesta (eran coches elegantes).
M¨¢s tarde fuimos a una discoteca en la Gran V¨ªa, cuyo portero no nos dejaba entrar con la bandera en alto, pero nos prometi¨® que estar¨ªa bien guardada en el guardarropa. Algunos de nuestros compa?eros se marcharon a casa al sentirse molestos porque pensaban que la broma estaba resultando pesada. Ahora reflexiono sobre aquello y a¨²n no entiendo por qu¨¦ la gente le daba la raz¨®n a nuestro amigo de aquel modo tan incondicional. Que cada cual saque sus propias conclusiones.-
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