Me acorrala una jauria de mastines
Desde el on¨ªrico mundo de mi propia paranoia -incipiente pero paranoia, al fin y al cabo-, sin ¨¢nimo de insultar a mis 38 millones de compatriotas, me asomo con miedo a las ciudades espa?olas (?para qu¨¦ irnos m¨¢s lejos?), atiborradas de multitudes ansiosas, con sudor en las ingles y a galope tendido.No me creo ¨²nico, ?por Dios! Somos muchos los descontentos y apabullados, quienes asomados al nuevo a?o andamos con las meninges amoratadas. Un sabio amigo -profeta de profesi¨®n- me recomendaba hace meses sofrosine, que no es nombre de ansiol¨ªtico o tranquilizante, ante las fiestas vecinas: imperturbabilidad. Thomas Robert Malthus no hubiera podido contemplar un espect¨¢culo tan delirante y muri¨® dichoso antes de que madres fam¨¦licas sigan pariendo andrajos en Ben¨ªn y mantengamos el emperramiento de poblar la Ant¨¢rtida con chal¨¦s adosados.
Gracias al profeta, ya antes del verano reservaba habitaci¨®n en una abad¨ªa gallega. Otros amigos, m¨¢s exquisitos en su elecci¨®n, optaban por el manicomio de Mondrag¨®n con el favor de Leopoldo Mar¨ªa Panero. Nuestro lema era y es huir hacia donde sea, huir como locos a lugares agrestes mientras ruge la barah¨²nda del diluvio navide?o. Los vaticinios se quedaron en nada.
No nos basta el cuarto trastero, ni la mesa camilla para seguir haciendo la estad¨ªstica. ?C¨®mo librarnos de los pitos, las bocinas, los botellazos, el elixir pirot¨¦cnico de Barranco, la turbamulta que arrasa?
Admito que pueda tratarse de la conclusi¨®n de un silogismo en b¨¢rbara, mal construido: mientras nos quede libertad, me niego a dar vueltas como un soldadito por la plaza Mayor en busca de un abeto. Me niego a acompasar con uvas el A?o Viejo, que bastante hemos sufrido la huida de vida durante 1988.
El espect¨¢culo -mucho m¨¢s grandioso que un auto sacramental de Calder¨®n- est¨¢ servido. La Polic¨ªa Municipal -educada o displicente seg¨²n los casos vela sus armas. Hace d¨ªas, en una calle de a?ejo sabor cristiano, Sacramento, una polic¨ªa f¨¦mina promet¨ªa empezar con suaves dosis de Deanxit para ir enton¨¢ndose in crescendo. Ya el centro de Madrid -perfectamente homologable a otros centros- es un fandango desde el amanecer a la ca¨ªda del sol. En estas fechas, la antropofagia automovil¨ªstica ser¨ªa encantadora diversi¨®n, pero tan imposible como los milagros.
"No se hable m¨¢s, nos vamos". As¨ª de imperativo y telegr¨¢fico hablaba un genuflexo edil del Ayuntamiento, present¨¢ndome excusas por las tropel¨ªas y barbaries que inflig¨ªan a mis carnes el (los) concejal de turno: Garc¨ªa Horcajo o Tejero Casajus, uno u otro para el caso es lo mismo. Juegan en id¨¦ntico equipo, de centrocampistas.
El edil promet¨ªa irse para Trobajo del Cerecedo antes de que el alcalde prendiera la ¨²ltima lucernaria en nuestra Disneylandia de cart¨®n piedra.
Al caer la noche del 24 al 25, nos esperaban besugos, pavos reales, cabritos, incluso langostinos cubanos, que son riqu¨ªsimos. O, simplemente, unos grelos con vinagre, lejos, junto a la estame?a monacal.
El esp¨ªritu necesita descanso y la ciudad ruge. Los mastines andan sueltos... Y mientras para muchos la Navidad permite acrecentar el comercio ?c¨®mo desde?ar el toque mercantil en aras de una balanza de pagos saneada! con cavas y cotillones, otros se tornar¨¢n goliardos de unos d¨ªas en libertad total. El gent¨ªo puede convertirse en venenoso.
Si usted lo desea, cabe la bonanza, aunque en la cena familiar una silla quede vac¨ªa.
Lo religioso, ?qu¨¦? El horizonte m¨ªstico queda tan lejos que el tufillo del consom¨¦ nos impide y evita atisbar el misterio. A¨²n estamos a tiempo. La oportunidad pasa por delante de casa. Basta con meter dos calzoncillos y una camisa en la bolsa de viaje; salir, mejor, en direcci¨®n norte y contemplar el christmas de Bel¨¦n a la sombra de las paredes ferruginosas de Osera ?abad¨ªa querida, Gamoneda!, por poner un ejemplo elocuente. Paz para el esp¨ªritu, frugalidad para los cuerpos, rezar¨ªa el fil¨®sofo. Acaso Dios vuelva otro a?o m¨¢s.
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