Seamos serios
No comparto la virtuosa indignaci¨®n de ciertas personalidades por la publicaci¨®n en un diario madrile?o de una larga entrevista con la JUJEM etarra en la que expone sus meandros te¨®rico-pr¨¢cticos. Si lo que se teme es una avalancha de pros¨¦litos, se exageran las virtudes persuasivas (le un discurso tan cargado de razones, sutileza ideol¨®gica y bondad humana como Soy un truh¨¢n, soy un se?or, de Julio Iglesias, pero sin m¨²sica. Lo que ya me parece m¨¢s cuestionable es la inclusi¨®n de este documento entre las grandes horas del periodismo universal, pues, a semejanza con Ruiz-Mateos y Jes¨²s Gil, ETA siempre est¨¢ dispuesta a dar testimonio minucioso de cu¨¢nto sufre y cu¨¢nto est¨¢ dispuesta a hacer sufrir. Facilitarles m¨¢s o menos cancha depende del gusto y del oportunismo de cada cual, pero ni el mal ni el bien que de ello se deriven pueden ser nunca excesivos. En el fondo, ya nos conocemos el serm¨®n, y s¨®lo alg¨²n chiste m¨¢s o menos involuntario alivia la monoton¨ªa. En el caso de ETA, el chiste es siempre involuntario, porque a los mandos de los comandos les obsesiona la seriedad. Cada una de sus respuestas suele ir precedida o subrayada por esta invocaci¨®n ritual: "Seamos serios". Insistencia innecesaria, creo yo, porque a ETA se le han negado muchas cosas -de la decencia a la cordura-, pero nunca la t¨¦trica seriedad.No son sus bastante menesterosas racionalizaciones pol¨ªticas las que servir¨¢n a ETA para aumentar su. clientela. Ni tampoco sus haza?as b¨¦licas, de las que podr¨ªa afirmarse lo mismo que Montesquieu dijo de Justiniano: "Creyendo haber aumentado el n¨²mero de los fieles, s¨®lo logr¨® disminuir el de los seres humanos;". Lo que mantiene todav¨ªa, pese a su indudable crisis, la vigencia pol¨ªtica de ETA y su relativa aceptaci¨®n por un n¨²mero no (desde?able de vascos es el haber suministrado por la v¨ªa m¨¢s contundente -la letra con sangre entra- las nuevas referencias de la ideolog¨ªa nacionalista. Por decirlo con poca delicadeza, el meollo del asunto est¨¢ en que muchos dejar¨ªan de ser si dejasen de ser nacionionalistas, pero, por otro lado, ya no pueden seguir si¨¦ndolo como sol¨ªan. El ideario racista, falsario, ultramontano y antisocial del impresentable Sabino Arana no puede ya tener curso entre gentes de finales del siglo XX, por mucha man¨ªa que le tenga uno a Madriz y a la banderita roja y gualda. Se le podr¨¢ guardar cierta fidelidad ternurista, pero s¨®lo a ra¨ªz de no exhibirlo nunca por ah¨ª ni airear sus doctrinas fuera de casa. En este punto, ETA ha aportado con indudable eficacia una si boloj¨ªa renovadora del nacionalismo, revigorizando con aportes sociol¨®gicos, pol¨ªticos, ling¨¹¨ªsticos y militares el ya exhausto ruralismo clerical de los nacionalistas chapados a la antigua Los mitos de ETA no son ni m¨¢s ni menos ver¨ªdicos que los de Arana, pero hablan el lengt aje del siglo XX, y eso ya es al io en punto a resultados pr¨¢cticos. Matan m¨¢s, pero venden un producto mucho m¨¢s acorde con los tiempos, y la efusi¨®n de sangre no ha sido obst¨¢culo en este siglo para la difusi¨®n de ninguna doctrina pol¨ªtica, sino todo lo contrario.
De igual modo que el honrado burgu¨¦s, mientras jura que no le gusta la pintura abstracta y que detesta a Picasso, se rodea de objetos cuyo dise?o se debe a los artistas aborrecidos, tami¨¦n los nacionalistas no violentos -protestando sinceramente contra la vesania de ETA - no sabr¨ªan prescindir de las muletas ideol¨®gicas que provienen directamente de la guerrilla. Hasta tal punto que es muy cierto lo se?alado por Patxo Unzueta: "El criterio para medir el grado de autenticidad nacionalista de cada fuerza es el de mayor o menor identidad con los valores- s¨ªmbolo de ETA" (Los nietos de la ira). Un ejem plo de esta parad¨®jica situaci¨®n -en la que no hay que concederle a priori a la mala fe ning¨²n especial protagonismo- es la intervenci¨®n de monse?or Seti¨¦n en el Club Siglo -XXI y las reacciones suscitadas entre los pol¨ªticos nacionalistas m¨¢s destacados. No soy partidario de dar ninguna impertancia especial a las opiniones de los obispos, suenen sensatas o como suelen sonar. Pero el caso de la pr¨¦dica de Setien resulta tan sintom¨¢tico que merece comentario. El n¨²cleo de su charla fue que la situaci¨®n de violencia armada en el Pa¨ªs Vasco revela la existencia de alguna injusticia de fondo y que sin repararla no puede alcanzar fin la violencia ni tener sosiego el alma recta. En cuanto a los perfiles concretos de tal injusticia, se mostr¨® explicablemente cauteloso. Como es obvio, esta postura no supone aprobar ni respaldar la violencia: s¨®lo implica aprobar y respaldar las tesis de quienes la practican. Del mismo modo, el presidente del Bundestag alem¨¢n no se mostr¨® partidario de la criminal pol¨ªtica racista de Hitler: se limit¨® a decir que los jud¨ªos se lo estaban buscando. En aquella ¨¦poca fascinante, Hitler se apresur¨® a dar una soluci¨®n inaceptable a un problema real. Por lo visto, ETA comete hoy el mismo explicable error.
?Qu¨¦ propuso Seti¨¦n como soluci¨®n de esa injusticia, que ni siquiera el fin de la violencia y la armonizaci¨®n del Gobierno aut¨®nomo y el central disipar¨ªan? Una Constituci¨®n especial para Euskadi, o, como dijo el se?or obispo, una ley fisica para los vascos. Lo de la ley f¨ªsica es un traspi¨¦, porque ¨¦sas no las promulgan los pol¨ªticos, sino el Supremo Patr¨®n de monse?or. Pero la sandez tiene su miga: lo requerido no es una norma pol¨ªtica de esas que pactan los hombres seg¨²n la convenci¨®n y la conveniencia, sino un principio tel¨²rico de los que caen del cielo, brotan de la tierra o vienen promovidos por una gran revoluci¨®n. Ahora ya vislumbramos mejor cu¨¢l es la injusticia que preocupa a Seti¨¦n respecto al Pa¨ªs Vasco: que no se le da a lo tel¨²rico el papel pol¨ªtico que le corresponde, y as¨ª, claro, no puede haber verdadera paz. La satisfacci¨®n de HB ante estos planteamientos es muy explicable; la del PNV y EA lo es un poco menos. Ardanza sabe muy bien que la insistencia en lo tel¨²rico est¨¢ llevando a la bancarrota a Euskadi, en beneficio de
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Viene de la p¨¢gina anteriornacionalismos mucho m¨¢s pol¨ªticos, como el de Catalu?a, cuyo florecimiento econ¨®mico y el aumento de su peso europeo son proporcionales al hundimiento del Pa¨ªs Vasco. Pero, por otra parte, lo de ley f¨ªsica suena a autodeterminaci¨®n, y ante esa palabra m¨¢gica todo nacionalista insaliva por reflejo pauloviano. El lehendakari apela a la Constituci¨®n un d¨ªa s¨ª y otro no contra las decisiones del Ejecutivo central; basa su autoridad en unas elecciones y en un estatuto auton¨®mico que fuera de la Constituci¨®n son papel mojado, pero no puede celebrar con expl¨ªcito acatamiento el D¨ªa de la Constituci¨®n. Y es que, a fin de cuentas, la Constituci¨®n no es m¨¢s que un pacto pol¨ªtico, y el saldo que cancele la injusticia s¨®lo puede provenir de una ley f¨ªsica. Si acepta la Constituci¨®n gracias a la cual ¨¦l mismo est¨¢ constituido como lehendakari, ya no podr¨¢ llamarse nacionalista sin enrojecer: ser¨ªa un ap¨®stata de lo tel¨²rico. Pero tampoco es cosa de echarse al monte as¨ª, sin m¨¢s ni m¨¢s. De modo que ah¨ª tenemos al hombre, que ya no sabe si entra o sale.
Arzalluz resum¨ªa esta perplejidad el otro d¨ªa en una entrevista concedida a este mismo peri¨®dico: "Soy espa?ol, pero no lo siento". Lo que supongo equivale a decir que, sinti¨¦ndolo mucho, es espa?ol. Seamos serios, corno dijo el otro: si uno es espa?ol, acepta la Constituci¨®n, le guste o no, aunque sea para proponerse cambiarla seg¨²n los mismos preceptos constitucionales. Y, si no, es mejor dedicarse a -vivir en rebeld¨ªa y no asistir a las instituciones vas congadas ni espa?olas, como hace HB. Tertius non datur. ?No ser¨ªa mejor explicar de una vez qu¨¦ se entiende por autodeterminaci¨®n en lugar de esgrimir la palabra y luego difuminar las consecuencias pol¨ªticas m¨¢s veros¨ªmiles que se derivan de ella? Alguien dice: autodeterminaci¨®n consiste en que los vascos digan qu¨¦ es lo que quieren ser.Pero lo que quieran. ser no puede sino derivar -aunque sea a la contra- de lo que ahora son. Los vascos ya son algo: forman parte del Estado espa?ol desde hace varios siglos, y no precisamente por conquista colonial. Lo que equivale a decir que el Estado espa?ol es tan de los vascos como de cualquier otro ciudadano de este mismo pa¨ªs. De modo que los vascos podr¨¢n plantearse el si quieren seguir siendo espa?oles, pero no el haberlo sido o el serlo hoy, por lo mismo que quien lleva fumando 20 a?os no puede plantearse fumar o no, sino s¨®lo dejar de fumar o fumar menos. En vez de hablar de autodeterminaci¨®n y de ley f¨ªsica, ?por qu¨¦ no hablar de independencia o de federalismo y asumir las consecuencias racionales de tales propuestas? ?O es que se supone que tales palabras, sobre todo una vez explicadas y contrastadas con lo real, ser¨ªan inaceptables para la mayor¨ªa de los ciudadanos vascos del Estado espa?ol, incluidos los nacionalistas? Con la independencia les pasa a muchos nacionalistas lo que a la beata agonizante con el cielo que le promet¨ªa su confesor para consolarla: "S¨ª, todo eso es muy bonito, pero deseng¨¢?ese, padre, que como en casa en ninguna parte". Y la casa de los vascos, y no desde ayer, es el Estado espa?ol, aunque el cielo, ese cielo al que no se renuncia pero al que no se tiene prisa en llegar, sea la independencia. Desde el Medievo, la lucha civil armada s¨®lo se ha justificado como resistencia contra la tiran¨ªa. Y ya Bartolo de Sassofterato estableci¨® la distinci¨®n entre el tirano ex defectu tituli y el tirano exparte exercitii, es decir, entre la tiran¨ªa de quien no gobierna leg¨ªtimamente y la de quien gobierna contra el bien com¨²n. Para justificar el terrorismo de ETA se imputan al Gobierno del Estado las dos formas de tiran¨ªa. En cuanto a la segunda, es cosa de los gobernantes probar con hechos que es una acusaci¨®n desmesurada. Pero la primera exige una verificaci¨®n m¨¢s completa y la colaboraci¨®n de todos. Por ello parece imprescindible la necesidad de plantear alg¨²n tipo de plebiscito en el Pa¨ªs Vasco, verse la pregunta sobre una enmienda a la Constituci¨®n, una reforma del estatuto o la precisi¨®n misma de qu¨¦ se entiende por autodeterminaci¨®n. Aqu¨ª est¨¢ el reto que los nacionalistas y los no nacionalistas tenemos pendiente, m¨¢s all¨¢ de vacuos pactos contra la violencia que nacen muertos por falta de ganas de ir al fondo del asunto y asumirlo por parte de unos y otros con todas sus consecuencias. La contraposici¨®n (proclamada por la propaganda de HB y alg¨²n intelectual cortito de luces de la capital del reino) entre unos abertzales oprimidos, progresistas y mayoritarios y una derecha espa?olista (minoritaria pero apoyada por los de siempre) es una pel¨ªcula de indios y vaqueros contada por la vaca. En Euskal Herria queda mucho por hacer y mucho por enmendar, pero el ¨²nico genocidio que se avista en el horizonte es el de la Guardia Civil. ?No ser¨ªa bueno instrumentar una consulta general que permitiese a la gente comprometerse expl¨ªcitamente en una v¨ªa pol¨ªtica en lugar de dejar impl¨ªcito el recurso a lo tel¨²rico o dar por sentado medrosamente el acuerdo que luego se desmiente a las primeras de cambio? Tiene raz¨®n ETA: seamos serios de una vez.
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