El helenismo en Espa?a
Estudiar el pasado ha significado siempre ser fiel al presente, comenta el autor de este art¨ªculo, quien recuerda la memoria de un prestigioso helenista, fallecido recientemente, Manuel Fern¨¢ndez Galiano. Ardiente defensor de los estudios greco-latinos, se?ala c¨®mo nuestro tal¨®n de Aquiles est¨¢ en la escasa atenci¨®n que se dedica al griego en el bachillerato.
La muerte de Manuel Fern¨¢ndez-Galiano me trae al recuerdo aquellos a?os en que se abr¨ªa paso, con ilusi¨®n un poco ingenua, la nueva ola, dir¨ªamos, de los estudios greco-latinos en Espa?a. Fue de las primeras personas que conoc¨ª en Madrid cuando llegu¨¦ al instituto Nebrija y luego a la que es ahora Complutense en el curso 1944-1945.Yo proced¨ªa de otra escuela, de Salamanca y de Antonio Tovar, pero colaboramos estrechamente muchos a?os. Recuerdo con a?oranza aquellos tiempos en que sac¨¢bamos adelante, juntos, el griego en la Complutense, en el Nebrija (continuador del Centro de Estudios Hist¨®ricos) y en la Sociedad Espa?ola de Estudios Cl¨¢sicos, que fundamos. Fern¨¢ndez-Galiano, que confesaba que habr¨ªa querido dedicarse a la literatura espa?ola, fue, en verdad, toda su vida un helenista, y ya no quiso ser otra cosa. Mientras otros picote¨¢bamos aqu¨ª y all¨¢, ¨¦l se concentr¨® en el estudio de la literatura griega. Se hab¨ªa ido a la Aut¨®noma, luego se jubil¨® (le jubilaron). Tuvo alg¨²n contratiempo, y la melancol¨ªa la superaba echando al mundo, cada a?o, m¨¢s y m¨¢s traducciones de cl¨¢sicos griegos. Traducir el verso en verso era su debilidad, herencia quiz¨¢ de sus antiguas aficiones.
Su muerte es buena ocasi¨®n, imagino, para echar una r¨¢pida ojeada al peque?o mundo de nuestro helenismo: aquellas ra¨ªces ya antiguas siguen fructificando en nuestros d¨ªas. Es un mundo poco conocido fuera, sin embargo. No tiene el eco, el lustre social de otros estudios. Pero pienso que es una aportaci¨®n a nuestra cultura espa?ola que no es desde?able.
Es una historia extra?a, pero de historias extra?as salen, a veces, resultados. Hab¨ªa habido un helenismo espa?ol, limitado pero importante, en el Renacimiento y el siglo XVIII; luego no hab¨ªa habido gran cosa, en realidad, en el XIX y los cuatro primeros decenios del XX. En la gran ¨¦poca de la filolog¨ªa cl¨¢sica en Alemania, en Inglaterra, en Francia, en Italia, aqu¨ª se hac¨ªa poco en este campo. Espa?a se encerraba en s¨ª misma: con ciertas excepciones, se limitaba a estudiar su propia cultura.
Nuevo plan de bachilleratoHist¨®ricos en 1933. S¨ª un grupo de personalidades de primer orden que, junto a otras cosas, conoc¨ªan de primera mano la antig¨¹edad cl¨¢sica: Ortega, Zubiri, La¨ªn, Caro Baroja, Garc¨ªa Bellido, Tovar, Riba... Pero, por mil razones, no estaban (salvo Tovar) para explicar griego.
Pues bien, aqu¨ª vino el milagro, y fue la floraci¨®n de helenistas (y latinistas, desde luego) en los a?os cuarenta y cincuenta, sobre todo en Madrid, Barcelona y Salamanca. A ese primer momento pertenece Fern¨¢ndez-Galiano. Luego vinieron otros, como Ruip¨¦rez, Gil, S¨¢nchez Lasso, Alsina, yo mismo. Luego, una verdadera pl¨¦yade.
?Y hoy? Dif¨ªcil contestar con entera objetividad. Pero puede decirse que se ha recuperado el nivel de los pa¨ªses de Europa. Quiz¨¢ se trate de una voz en que influyen en exceso una personal simpat¨ªa, pero La¨ªn Entralgo ha escrito en alg¨²n sitio que los estudios cl¨¢sicos y la biolog¨ªa son las ciencias que m¨¢s r¨¢pidamente se han desarrollado en Espa?a.
Hemos visto un congreso de estudios cl¨¢sicos, el del a?o 1987, con 2.000 participantes y 340 comunicaciones, que ha producido estupor en los que no nos conoc¨ªan. Una Historia de la literatura griega reci¨¦n publicada, obra colectiva editada por L¨®pez F¨¦rez (puedo hablar de ella, pues mi participaci¨®n es m¨ªnima), se coloca en cabeza, a nivel internacional, de las obras de este g¨¦nero. El Diccionario griego-espa?ol del CSIC es la m¨¢s extensa y moderna de las obras de este otro. El griego se ense?a hoy en todas las universidades a alumnos muy numerosos. Cada a?o salen nuevas revistas cient¨ªficas de griego y de lat¨ªn. Colaboramos en todos los congresos y las publicaciones cl¨¢sicas de Europa y Am¨¦rica. Las traducciones de cl¨¢sicos al espa?ol se renuevan constantemente (?este a?o salen tres nuevas de Tuc¨ªdides!). El sancta sanct¨®rum de las ediciones de cl¨¢sicos en Alemania, la Biblioteca Teubneriana, se abre por primera vez para Espa?a con los ?picos griegos, de Alberto Bernab¨¦. Y el prestigio de muchos helenistas, como los citados, Alberto D¨ªaz Tejera, Javier de Hoz, Carlos Garc¨ªa Gual, Carlos Miralles y tantos m¨¢s, rebasa el c¨ªrculo de los helenistas y sus temas familiares. Sobre todo en las universidades y en la ense?anza media hay un plantel de profesores que, en t¨¦rminos generales, no desmerece del de ning¨²n otro pa¨ªs.
Hay, claro est¨¢, problemas y limitaciones: algunos, comunes a otras ciencias; otros, propios. Hagamos un poco de autocr¨ªtica y un poco de lamentaci¨®n.
Hay un faccionalismo no dis¨ªmil, a veces, del de la Grecia antigua que obstaculiza empresas comunes. Un cierto complejo, muy hisp¨¢nico, que dificulta crear escuelas nuestras y lleva a muchas serviles imitaciones de todo lo for¨¢neo y al puro bibliografismo. Un excesivo ¨¦nfasis en la ling¨¹¨ªstica (todas las revistas extranjeras en este campo est¨¢n llenas de nombres espa?oles) y en temas de detalle a expensas de lo literario y cultural.
Pero, sobre todo, nuestro tal¨®n de Aquiles est¨¢ en la ense?anza. Lejos de mesianismos, pretendemos en la Universidad un griego para los humanistas en general, no s¨®lo para los fil¨®logos cl¨¢sicos. En el bachillerato, un lugar digno. Sin esto, ni hay influjo en la cultura del pa¨ªs, ni hay, a la larga, helenismo.
El panorama no es alentador, aunque me limito a se?alar el tema: demasiado he hablado de ¨¦l en varios lugares, tambi¨¦n en EL PAIS (y pienso insistir). La ley de Educaci¨®n del a?o 1970 fue para nosotros catastr¨®fica: nos ha dejado un trauma por el que con s¨®lo o¨ªr hablar de reforma educativa se nos abren las carnes. Y ahora tenemos la nueva -espada de Damocles, el largo suspense de la nueva reforma en la ense?anza media y la universitaria. Mientras llega o no llega, una disposici¨®n de antes del verano nos ha hecho perder en el COU la mitad de nuestros ya escasos alumnos de griego (y de lat¨ªn). Luchamos para que la deroguen.
Universalismo
Pero dejemos las cosas tristes. El helenismo intenta en Espa?a ayudar, en la modesta medida de sus fuerzas, a traer una dimensi¨®n de universalismo a nuestra cultura. Ser un ant¨ªdoto de ese olvido de la tradici¨®n cultural. Recordar que los valores del hombre trascienden el aqu¨ª y el ahora, y que el no saberlo empobrece. Fern¨¢ndez-Galiano y otros muchos hemos trabajado por ello.
Por cierto, que hay que recordar que los v¨ªnculos con la antig¨¹edad griega y latina nunca se rompieron del todo en Espa?a. Nuestro helenismo antes de los a?os cuarenta fue bastante modesto, pero por unas u otras v¨ªas, con frecuencia indirectas, el mensaje de los griegos y de los latinos ha llegado a una buena parte de nuestros escritores y de nuestros pensadores. Quiz¨¢ menos que en Francia, Alemania o Inglaterra, pero ha llegado. Veo el tomo de 'Humanismo' de las Actas de nuestro congreso, cuyas pruebas corrijo estos d¨ªas, y saltan los nombres de Rub¨¦n, Unamuno, Altolaguirre, Cernuda, Gil-Albert, incluso Lorca y Miguel Hern¨¢ndez, entre los poetas. En Catalu?a hay presencia viva de los griegos en Verdaguer, Riba, Foix, Espri¨². En la prosa de P¨¦rez de Ayala y hasta (?qui¨¦n lo dijera!) de Baroja la hay tambi¨¦n. Yo mismo escrib¨ª una vez sobre temas de la Mada en el Zalaca¨ªn.
Contra lo que algunos creen, el deslumbramiento ante los griegos no es cosa de un peque?¨ªsimo sector. El boom de las traducciones de cl¨¢sicos, de las representaciones teatrales de cl¨¢sicos, as¨ª lo testimonia. Y los alumnos escogen griego si no se les pone ante opciones imposibles. Si el helenismo espa?ol, adem¨¢s de vivir su propia vida, logra hacer m¨¢s fuerte la inserci¨®n de la cultura griega cl¨¢sica en la nuestra, habr¨¢ prestado a ¨¦sta un buen servicio. Estudiar el pasado, dejarse influir por ¨¦l, ha significado siempre ser fiel al presente: en la Edad Media, en el Renacimiento, en el siglo XVIII, en el romanticismo, en la primera mitad del XX. ?Por qu¨¦ no ahora?
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