Una pol¨¦mica imperial
Durante la enfermedad de Hirohito, la opini¨®n p¨²blica japonesa, la Prensa y los partidos han entrado en una velada pol¨¦mica en torno al significado del papel imperial. en el Jap¨®n actual y la figura de Hirohito, sobre todo en relaci¨®n con su pasado hist¨®rico. Con su muerte, las divergencias pueden acentuarse, seg¨²n todos los indicios.
Considerado desde un dios hasta un criminal de guerra, en los dos extremos m¨¢s significativos, la figura del emperador fallecido esta madrugada (hora local) despert¨® de nuevo las pasiones de los japoneses cuando los medios informativos -las televisiones en especial- montaron un espectacular despliegue durante las primeras semanas de su enfermedad.
E.I Partido Liberal Democr¨¢tico (PLD), de orientaci¨®n conservadora y en el poder desde 1955, mantuvo unas posiciones orientadas a reactivar, en muchos aspectos, la figura de Hirohito y de la instituci¨®n- imperial. Punto que recibi¨® r¨¢pidas cr¨ªticas por parte del principal partido de la oposici¨®n, el Partido Socialista de Jap¨®n (PSJ) y, de manera m¨¢s dura y abierta, por parte del Partido Comunista (P0). Ambas formaciones recordaron la posici¨®n constitucional de la posguerra que limitaba los poderes imperiales, dej¨¢ndolos s¨®lo como un s¨ªmbolo de Estado.
Entre la opini¨®n p¨²blica tuvieron un particular impacto las primeras p¨¢ginas de las diarios sensacionalistas brit¨¢nicos The Sun y The Star, que calificaban a Hirohito de criminal de guerra, recordando su pasado durante las campa?as militaristas del imperio del Sol Naciente.
Decenas de miles de japoneses acudieron a diario a firmar ante el palacio imperial, en Tokio, y en otros puntos del pa¨ªs, en pro del restablecimiento de Hirohito, mientras que grupos opuestos organizaban reuniones cr¨ªticas.
El alcalde de Nagasaki, Hitoshi Motoshima, fue la personalidad p¨²blica que directamente partido al u ciar hace varias semanas que el emperador hab¨ªa sido, en parte, responsable de los muertos del holocausto de las bombas at¨®micas originado en Hiroshima y en su ciudad por no haber aceptado las propuestas previas de rendici¨®n, cuando la guerra estaba ya perdida. El alcalde de Nagasaki recibi¨® varias amenazas de muerte por parte de grupos derechistas proimperiales, as¨ª como las cr¨ªticas de pol¨ªticos del partido en el poder.
Con la muerte del emperador, se abre un par¨¦ntesis tras el cual los japoneses confirmar¨¢n si desean o no revitalizar la instituci¨®n mon¨¢rquica en la figura del nuevo emperador, Akihito.
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