J¨®venes franceses de 1988
La juventud es nuestra bola de cristal. Al fin de cada decenio desde hace treinta a?os L'Express pregunta a la pitonisa. En 1958 era la nueva ola. En 1969 los adolescentes acababan de renovar los caminos de la Historia. En 1989 los tres deseos de la juventud ya no rompen adoquines. Piden muy educadamente una Francia ecol¨®gica, un trabajo seguro, una familia estupenda y los menos posibles campos de concentraci¨®n a lo largo del vasto mundo. Hoy en d¨ªa los j¨®venes han conseguido su revoluci¨®n en torno a la galaxia de los valores. Piensan como sus padres. Son extremistas de "lo conveniente" y del "como debe ser". Cuanto m¨¢s mayor se hace Mitterrand, m¨¢s partidarios tiene entre ellos. Pap¨¢ Mitterrand est¨¢ rodeado de sobrinitos que le ofrecen chocolatinas rellenas de dulces almendras a guisa de sondeos: el 63% lo encuentran bien o muy bien, hiper, vamos. Lo que deja a Michel Rocard a unos 14 puntos de distancia. Y a Val¨¦ry Giscard d'Estaing o Raymond Barre a 26. En un mundo en el que lo ef¨ªmero impone su ley, la juventud desea poder ponerse a cubierto, digamos que detr¨¢s de una gran y robusta pir¨¢mide. Tranquilizadora, altiva, bella como la antigua. En la plaza de la Bastilla los j¨®venes gritaban en 1981: "?Mitterrand, queremos sol!". Para 1989 piden sombra y una gran sombrilla como presidente. Ellos, que consideran la amistad como la segunda causa de la felicidad, tienen tres veces menos relaciones con sus vecinos que sus padres. 7 de enero
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