?Cubanizaci¨®n del mundo?
La lectura, puramente casual, del recorte, sin fecha, de un art¨ªculo publicado por Luis Araquist¨¢in en El Sol, sospecho que entre los a?os veinte y treinta, me ha sugerido algunos comentarios que voy a exponer en este trig¨¦simo aniversario. El gran periodista hablaba de lo que entonces ¨¦l y otros llamaban africanizaci¨®n de Cuba y recordaba que los emigrantes espa?oles, asturianos en su mayor¨ªa, sol¨ªan ir a la maravillosa isla, liberada de la dominaci¨®n hispana, como arrastrados por el mito de Eldorado o por la imaginaci¨®n de Francisco de Orellana, ya que en Espa?a las remuneraciones laborales no eran equiparables a las del Nuevo Mundo. Algunos llegaban lejos y alcanzaban categor¨ªa de negociantes ejemplares, pero la mayor¨ªa se quedaban a medio camino o mor¨ªan de tuberculosis. Muchos regresaban a su tierra natal, enfermos o no, con cierta verg¨¹enza de no haberse enriquecido, aunque trajeran proyectos y entusiasmo con los que aqu¨ª obtuvieron ¨¦xitos dignos de admiraci¨®n y gratitud.Pero aquel Eldorado moderno fue dejando sitio a un trabajo organizado; en Cuba se empezaban a rectificar las costumbres laborales, lo que tra¨ªa como consecuencia el retorno a Espa?a de barcos cargados de despojos humanos, t¨ªsicos muchos de ellos, que ca¨ªan en manos de la beneficencia p¨²blica o ten¨ªan que vivir del reducido inter¨¦s que les produjeran los escasos ahorros de anteriores a?os de trabajo. En el consulado de Espa?a en La Habana informaron al articulista de que volv¨ªan entre 6.000 y 7.000 compatriotas al a?o por falta de trabajo o por insuficiencia de salarios. Cuba se iba desprendiendo as¨ª, poco a poco, de la inmigraci¨®n hispana. Y agregaba: "Si Dios y los yanquis -verdaderos dioses tambi¨¦n- no lo remedian, aquella tierra mulata (palabra del cubano Jorge Ma?ach) ser¨¢ pronto tierra negra y amarilla, tierra de haitianos, jamaicanos, africanos y chinos, los ¨²nicos que podr¨¢n habitarla". Perspectiva premonitoria, pero corta.
Aquel ¨¦xodo no respond¨ªa a actitudes violentas de los ya independientes cubanos hacia los civiles espa?oles, sino a una l¨®gica y progresiva transformaci¨®n del r¨¦gimen de la propiedad agraria, que hac¨ªa dificil o imposible la permanencia con un m¨ªnimo de ilusi¨®n. Al advertir la simult¨¢nea arribada de negros, Araquist¨¢in. se lamentaba de que la gran tragedia racial de Cuba era "su creciente africanizaci¨®n".
Despu¨¦s de lograda la independencia, la tierra hab¨ªa estado repartida entre cubanos, espa?oles asentados o nacionalizados y nortearnericanos, pero en corto espacio de tiempo pas¨® a pertenecer en su casi totalidad a estos ¨²ltimos y a los cubanos u oriundos de Espa?a financieramente ligados a Estados Unidos. Los grmdes capitales concentraban s as valores en Nueva York. Se instaur¨® en Cuba una org¨ªa de finanzas calificada como danza de los millones, verdadera danza macabra para muchos, en la que empez¨® a vislumbrarse la cl¨¢sica admonici¨®n de que una gran victoria puede acabar siendo una gran derrota si se la administra mal o ego¨ªstamente. El valor del az¨²car se multiplic¨® por muchos enteros, y esto condicion¨® un deslumbramiento con ceguera econ¨®mica para el futuro, pues tal jaujesco cuerno de la abundancia no podr¨ªa ser eterno ni inagotable. No se pens¨® que el tinglado podr¨ªa desmoronarse alg¨²n d¨ªa por la regla elemental de que la evoluci¨®n hist¨®rica tiene tanto de pendular como de aleatoria. Y los que lo vieron venir se lo callaron por su propia conveniencia, lejos de toda consideraci¨®n altruista.
Con el ulterior descenso fulminante del az¨²car vinieron las vacas flacas y la quiebra de la naci¨®n, con todos los sucesivos derivados pol¨ªticos. Las grandes fincas (ingenios) fueron vendidas a los norteamericanos o a los cubanos con ellos compinchados por cuatro cuartos, los jornales bajaron de un modo abrupto, y hubo de restringirse la zafra para evitar que los precios descendiesen m¨¢s. ?stos los marcaban los bancos norteamericanos. Cuba qued¨® sin tierra azucarera que pudiera ser conocida como propiedad nacional.
Miles de personas quedaron sin trabajo, pero los irrisorios jornales que se ofrec¨ªan fueron aceptados por los jamaicanos, los haitianos y los africanos, que aguantaban la pobreza con m¨¢s servilismo y vend¨ªan m¨¢s barato su sudor, sustituyendo as¨ª a los tradicionales espa?oles. Y a?ad¨ªa Araquist¨¢in: "Cuba quiso, con derecho innegable, con raz¨®n incontrovertible, emanciparse de Espa?a, para ser ella misma, americana, antillana, cubana; pero el hecho es que al cabo de un cuarto de siglo de independencia nacional hoy se est¨¢ africanizando m¨¢s que nunca. El cubano trat¨® de desalojar al espa?ol, pero el negro, con sus menores necesidades, acabar¨¢ expulsando al espa?ol y al propio cubano". S¨®lo en estas ¨²ltimas palabras se equivoc¨® Araquist¨¢in, que con claridad atisb¨® una buena parte del futuro inmediato: africanizaci¨®n humana con norteamericanizaci¨®n financiera. No pudo imaginar, sin embargo, que en aquella siembra negra, con aquellas condiciones para resistir el sufrimiento, podr¨ªa estar empezando a incubarse un nuevo tipo de ser cubano, que en el ma?ana hab¨ªa de verse capacitado para expulsar a los norteamericanos y para exhibir por todo el globo una filosof¨ªa que, aunque importada, tendr¨ªa suficientes calidades para su exportaci¨®n y acogida.
El hurac¨¢n Fidel Castro hizo trizas todas las conjeturas. Dando esperanzas a los m¨¢s desamparados, burlando o traicionando a otros, quebr¨® todas las posibles resistencias, ya apolilladas por su predecesor Batista, incluidas las de bastantes adictos. Por las buenas (a enemigo que huye, puente de plata) o por las malas (persecuciones, encarcelamientos, etc¨¦tera), Castro y su equipo hicieron la revoluci¨®n m¨¢s extra?a de la historia contempor¨¢nea. Y ahora, al cabo de 30 a?os, asoman por el horizonte cosas que no se pod¨ªan predecir y que seguramente ni el mismo Castro so?ara. ?A costa de qu¨¦? En el devenir de la humanidad todo ocurre a costa de algo... Pero hoy Cuba est¨¢ exportando cubanos de razas entremezcladas, en la misma o mayor proporci¨®n que antes importaba negros o capital norteamericano. Aquellas v¨ªctimas de la malpadur¨ªa agraria venidas del exterior y que soportaron heroicamente lo insoportable fueron los padres o los abuelos de los que hoy expanden cubanismo: j¨®venes y adultos ide¨®logos y milicias bien adoctrinadas (aunque puedan no gustarnos las ideas ni las normas) a los pa¨ªses en estado de pobreza o desesperaci¨®n. Pero Cuba exporta tambi¨¦n, y esto es important¨ªsimo, artistas excepcionales (teatro, ballet, escritores, cantantes, etc¨¦tera) y atletas de r¨¦cords mundiales.
En el continente de la negritud y del hambre m¨¢s desesperanzada, del que salieron los progenitores de muchos de los hoy viajeros, Cuba desarrolla, contra viento y marea, actividades superiores a las que antes difund¨ªa la URSS. Los m¨¢s de 50.000 soldados de Angola lo proclaman. En muchas naciones, los cubanos realizan labores de captaci¨®n y propaganda magn¨ªficamente organizada.
En el fondo, los cubanos de hoy est¨¢n resultando colonizadores pol¨ªtico-sociales de territorios culturalmente yermos, como t¨¦cnicos marxistas con estilo propio. De todos es sabido que la aplicaci¨®n de la praxis comunista var¨ªa seg¨²n la manera de ser de las naciones y seg¨²n que haya de instaurarse con brusquedad o con lento maquiavelismo. Entre los comunismos h¨²ngaro, checo, polaco o cubano hay acusadas diferencias. Y aunque Castro diga negarse a la perestroika, pues en ella tendr¨ªa mucho que perder, en Cuba se dan ya algunas circunstancias de significativa entidad. La inexistencia de racismo (bien es verdad que en Cuba nunca fue llamativo), tan cruel y vergonzoso en Sur¨¢frica, y la experiencia en el aguante colectivo y en apretar el cintur¨®n con sonrisas desde 1958, son ejemplos que cuentan para facilitar cosechas venideras.
Cualesquiera que lleguen a ser las formas de gobierno que a Cuba reserve el destino, el tema ofrece datos que no pueden ser desvalorizados ni despreciados.
Lograda la cohabitaci¨®n ¨¦tnica en el pensar, en el sentir, en el hacer y en el aguantar sufriendo por una felicidad ut¨®pica, esa zona antillana puede proporcionar sorpresas que vayan m¨¢s all¨¢ de lo previsible. Incluso en el resbaladizo terreno de la religi¨®n cat¨®lica, sumida en el ostracismo vaticanista.
Un extraordinario poeta espa?ol, fraternal amigo de mi juventud y primer embajador de la Cuba castrista en la Santa Sede, Luis Amado Blanco, nos dijo en un almuerzo privado durante una de sus visitas a Espa?a: "Ni nosotros ni quiz¨¢ nuestros nietos tendremos ocasi¨®n de contemplar con suficiente perspectiva lo que la nueva Cuba va a significar en la sociolog¨ªa pol¨ªtica mundial M futuro, pero ?saben qui¨¦n lo est¨¢ intuyendo ya? El Papa". Era Pablo VI, el de la dulce mirada azul, que en momentos serios se transformaba en cruenta y casi torva. Aquel pont¨ªfice no pensaba en politiqueos terrenales, sino en la simb¨®lica espiga, en la semilla b¨ªblica. Un reci¨¦n designado obispo espa?ol que va a encargarse de la nunciatura en Cuba podr¨¢ decir si la visi¨®n del embajador tiene visos de verosimilitud.
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