No molestar, estamos gobernando
Hace a?os que Alfonso Guerra dijo una frase que hizo ¨¦poca. M¨¢s o menos fue ¨¦sta: este pa¨ªs necesita una pasada por la izquierda. Ha pasado el tiempo y ahora el PSOE observa, a tenor de un documento interno, una preocupante "tendencia a la derechizaci¨®n" en la sociedad espa?ola. De entrada, confieso estar de acuerdo con ambas afirmaciones. El problema est¨¢ en que, de ser cierta la segunda, la derechizaci¨®n se ha producido con el PSOE en el poder y a pesar del amplio paquete de reformas llevadas a cabo mediante el uso sin contemplaciones de la mayor¨ªa absoluta. Y sin que quepa la excusa, tan caracter¨ªstica de los desechados manuales marxistas, de que se ha tenido el gobierno pero no el poder. En este sentido, la escalada de penetraci¨®n del socialismo gobernante (algo muy distinto, por cierto, a la falsa pol¨¦mica del carn¨¦) en todos los ¨¢mbitos del poder, sin desde?ar ni uno solo de ellos, ha sido espectacular. Efectivamente, a estas alturas parece innegable que el PSOE ha gobernado desde el poder o en connivencia con ¨¦l la mayor parte de las veces, muy pocas a su contra y casi nunca al margen. Lo que, en l¨ªneas generales, los socialistas han hecho no ha sido derribar torres, sino encaramarse a ellas. Y desde all¨ª, llevar a cabo un proceso de transformaci¨®n, m¨¢s tarde reducido a modernizaci¨®n, que ahora se revela como bastante superficial a juzgar por algunos de los datos que pueden extraerse de la famosa jornada del 14-D.Durante a?os, los socialistas han dado la sensaci¨®n de tener en los dinteles de sus despachos esta m¨¢xima: "Por favor, no molestar. Estamos gobernando". Y s¨®lo cuando el ruido de la calle se hac¨ªa excesivamente estruendoso, se asomaban a la ventana e incluso acced¨ªan a atender reivindicaciones no previstas o no dise?adas en los grandes planes de reforma globales. "No gobernaremos bajo presiones de la calle", dijo un d¨ªa Felipe Gonz¨¢lez. Ahora repite: "No gobernaremos bajo presiones sindicales". Se olvid¨® de decir que tampoco se admitir¨ªan otras m¨¢s sutiles y menos ostensibles. Probablemente porque esto era un sobrentendido. En cualquier caso, parece evidente que el poder, aunque sea democr¨¢tico, a¨ªsla. Especialmente cuando no va acompa?ado de ciertas dosis de autocr¨ªtica y se margina la discrepancia interna. Lo cierto es que no parece casualidad que las dos grandes movilizaciones que han tenido lugar en Espa?a en estos seis a?os (los movimientos de estudiantes de las ense?anzas medias y la huelga general del pasado diciembre) cogieron al Gobierno literalmente por sorpresa. Y a¨²n no acaba de explic¨¢rselo. Si la macroeconom¨ªa va tan bien y lo realizado es tanto, ?c¨®mo es posible tama?a ingratitud? No es ¨¦sta, a pesar de todo, una mala pregunta. La respuesta, sin embargo, no est¨¢ en el viento, sino en un modo de hacer pol¨ªtica que de alguna manera s¨®lo ha estimado el poder. Mientras, paralelamente, se fueron asumiendo valores, comportamientos, usos, costumbres y hasta parafernalias, por no hablar de oropeles, propios de una concepci¨®n tradicional del mismo. En su primera etapa, los socialistas hablaron mucho de la herencia recibida.Nadie sab¨ªa entonces hasta qu¨¦ punto ten¨ªan raz¨®n. El poder, sin duda, puede servir para transformar la sociedad. Pero su ejercicio, y aun partiendo de su origen leg¨ªtimo, tambi¨¦n transforma. Sobre todo cuando se parte del axioma, tan recordado en los ¨²ltimos d¨ªas, de que la mayor¨ªa absoluta conseguida en las urnas es igual a la raz¨®n absoluta. Desde esa perspectiva, rectificar no es de sabios, es de tontos.Mientras el PSOE gobernaba por el bien de todos y sin la m¨¢s m¨ªnima duda de lo que hab¨ªa que hacer, a su alrededor la sociedad crec¨ªa en insatisfacciones y frustraciones. Individuales, por supuesto, ya que las colectivas (m¨¢s sanidad, m¨¢s educaci¨®n, m¨¢s carreteras, m¨¢s crecimiento, etc¨¦tera) estaban suficientemente satisfechas y cubiertas por la modernizadora acci¨®n gubernamental. Tambi¨¦n se dijo por aquellos d¨ªas: conseguir la justicia, con may¨²sculas, requiere a veces caer en las injusticias. El gobernante s¨®lo debe ocuparse de las grandes cosas. Las peque?as se ir¨¢n solucionando por a?adidura. Pero, por lo que parece, no ha sido ¨¦se el caso. Muy al contrario. Estimulados por el aparatoso exhibicionismo de los poderosos, por las apabullantes cifras de beneficios, por los discursos triunfalistas, por los mensajes de competitividad, por algunos s¨ªntomas de despilfarro en la utilizaci¨®n de los dineros p¨²blicos, por la lejan¨ªa de la autoridad y por su desd¨¦n por la r¨¢pida evaporizaci¨®n de algunos valores considerados como consustanciales a la izquierda, por tantas cosas en suma que ser¨ªa largo y prol¨ªfico enumerar, los espa?oles, el 14D, se echaron a la calle o se quedaron en sus casas para pedir un mejor reparto del fest¨ªn.
"Por favor, no molestar. Estamos gobernando. Ya tendr¨¢n ustedes ocasi¨®n de votar cuando llegue la hora y el presidente del Gobierno decida, como manda la Constituci¨®n, que para eso est¨¢. Y hasta entonces nos dejan en paz. En el Parlamento y en la calle". Pero he aqu¨ª que ¨¦sta tiene su propia dial¨¦ctica y sus exigencias. Los indios quieren entrar en el fuerte, que es de todos y no de unos pocos elegidos. Y en eso estamos. Como estamos en una sociedad con valores ciertamente contradictorios, muchos de ellos inoculados desde un poder pol¨ªtico que ha desempe?ado el papel de aprendiz de brujo. Lo que no vale es decir que algunos son malos, la derechizaci¨®n por ejemplo, y que est¨¢n ah¨ª como por ensalmo. Desde el Gobierno no s¨®lo se construyen carreteras o se fija el salario m¨ªnimo. Tambi¨¦n se emanan muchas cosas. Y si los socialistas no son capaces de reflexionar sobre qu¨¦ tipo de valores han emanado desde arriba en los ¨²ltimos a?os es que el poder no s¨®lo a¨ªsla, tambi¨¦n entontece.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.