Buena intriga
Hace unos d¨ªas, ante el estreno de un filme norteamericano titulado Muerto al llegar, volvimos a lo que ya se ha convertido en una especie de recuperaci¨®n (a veces incluso una repetici¨®n) ritual en el cine de producci¨®n barata de Hollywood.Unas veces, las m¨¢s, esta recuperaci¨®n viene de las productoras independientes, y otras, de los peque?os huecos de los presupuestos de los grandes estudios. Se trata del retorno, en las pel¨ªculas de relleno de los lotes de las distribuidoras, a los viejos g¨¦neros y, en especial, al llamado en Europa -con m¨¢s o menos acierto- cine negro.
La muerte no miente es otro ejemplo, muy digno, de este acto de autofagia, l¨ªcita, nost¨¢iglca, en el buen sentido de la palabra. Es. un filme de corte cl¨¢sico, deudor al pie de la letra de algunas de las buenas tradiciones del cine policiaco del Hollywood de los a?os cuarenta, entremezcladas con alg¨²n que otro toque de actualidad e interferencias de otros modelos gen¨¦ricos m¨¢s difusos.
La muerte no miente
Direcci¨®n: Lloyd Fonvielle. Estados Unidos, 1988. Int¨¦rpretes: Tommy Lee Jones, Virginia Madsen, Frederick Forrest. Estreno en Madrid: cines Palacio de la Prensa, Bilbao y Vel¨¢zquez.
Parentescos
En La muerte no miente, a la muy ortodoxa estructura argumental, propia del viejo cine de encuesta y de investigaci¨®n en el submundo urbano, hay que a?adir adornos no accidentales propios de cine de terror, de ultratumba, o como quiera llamarse a la fantas¨ªa macabra de los muertos vivientes.La combinaci¨®n -ya experimentada otras veces- est¨¢ bien equilibrada gracias a un gui¨®n en el que despuntan algunos di¨¢logos con divertido sabor a fanfarronada de relato pulp y un buen ensamblaje entre el juego de una investigaci¨®n de acera y otro con sabor a melodrama g¨®tico, cercano, al menos en intenciones, por ejemplo, a V¨¦rtigo, de Alfred Hitchcock.
La pel¨ªcula tiene buenas hechuras, es interesante y cuenta con una buena pieza de convicci¨®n en la sutileza de la intriga y en dos rostros, los de Tommy Lee Jones (en el personaje arquet¨ªpico de investigador privado, cuyos antecedentes son incontables y abarcan desde Sam Spade a Mickey Spillane y Marlowe) y Virginia Madsen (en el personaje de misteriosa dama M escaparate, que recuerda vagamente a La mujer del cuadro, de Lang, filme con el que ¨¦ste guarda alg¨²n que otro lejano parentesco).
La pel¨ªcula entretiene e intriga, pero no pasa de ah¨ª. Da la impresi¨®n de que busca m¨¢s de lo que efectivamente encuentra, lo que no es obst¨¢culo para que lo que encuentre sea materia cinematogr¨¢fica noble. Realizada con pericia y aparente frialdad, La muerte no miente es un excelente ejemplo de la cara y la cruz de una moneda de curso habitual en el cine norteamericano: las bondades extra¨ªdas del recuerdo junto a la inevitable frustraci¨®n derivada del hecho de que la cantera de este interesante filme sea precisamente ese recuerdo de pel¨ªculas mejores que ella.
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