Madrid, la m¨¢quina de crecer
Lewis Munford comenzaba su Cultura de las ciudades se?alando que la ciudad es el punto m¨¢ximo de concentraci¨®n del poder y de la cultura de una comunidad. Pero la ciudad es tambi¨¦n un lugar de encuentro y de conflicto entre lo p¨²blico y lo privado, un espacio donde la intervenci¨®n del Estado, representando los "intereses colectivos", se hace necesaria para la supervivencia misma de la ciudad. El Gobierno local, por un lado, ofrece un marco regulador (b¨¢sicamente a trav¨¦s del Plan General); por otro, su intervenci¨®n en la prestaci¨®n de servicios y el aporte de infraestructuras se hace imprescindible.Sin embargo, la escasez de recursos determina que el Gobierno se convierta en el lugar donde los grupos de inter¨¦s presionan por la determinaci¨®n de usos del suelo y la apropiaci¨®n privada de los efectos del gasto p¨²blico.
La ciudad es teatro y exponente del comportamiento de grupos cuyos intereses est¨¢n basados en la propiedad del suelo o de los terrenos. Cada parcela de la ciudad representa un inter¨¦s, y el conjunto de ellos permite generar las bases de una coalici¨®n para el gobierno de la ciudad.
Estos grupos o agentes obtienen beneficios a trav¨¦s de la ampliaci¨®n de la zona urbanizable y de la intensificaci¨®n del uso del suelo. El suelo es una mercanc¨ªa, y la ciudad es un mercado donde se enfrentan estas elites entre s¨ª con la intenci¨®n de defender sus intereses particulares.
El giro a la izquierda
Un programa de crecimiento para la ciudad puede ser la v¨¢lvula de escape de los conflictos al satisfacer a la mayor¨ªa de estos grupos, suavizando la pugna por el control de un universo cerrado. La importancia del crecimiento de la ciudad para los intereses de estos grupos es decisiva. El deseo de crecer aporta la motivaci¨®n para conseguir el consenso entre las elites pol¨ªticas movilizadas en el gobierno local.
De este modo la caracterizaci¨®n esencial de toda ciudad es su programa de crecimiento, su funcionamiento como m¨¢quina de crecer. Y la din¨¢mica pol¨ªtica del gobierno local se concentra en la determinaci¨®n del resultado del crecimiento, de su distribuci¨®n.
En Espa?a la izquierda entr¨® en los Gobiernos municipales y regionales en 1979, momento en que la crisis econ¨®mica se hac¨ªa patente. Los viejos intereses de la coalici¨®n por el crecimiento, que hab¨ªan tenido sus abogados en los ayuntamientos franquistas dominados por alcaldes y concejales representantes de los sectores inmobiliarios, se vieron relegados a la oposici¨®n.
En Madrid, por ejemplo, el nuevo equipo de gobierno asumi¨® el Plan General de Ordenaci¨®n Urbana como eje central de su proyecto para la ciudad, proyecto que -como nos recordaba hace unos d¨ªas un art¨ªculo de Luis del Rey (EL PA?S 25 de noviembre de 1988)- ten¨ªa como hip¨®tesis central el crecimiento cero y acabar Madrid.
El citado art¨ªculo argumentaba que las previsiones de los redactores del Plan General de Ordenaci¨®n Urbana (PGOU) se hab¨ªan demostrado "rigurosamente inciertas" y que el enfoque restrictivo en el suelo finalista hab¨ªa sido desbordado por la demanda.
Madrid perdi¨® entre 1981 y 1986 algo m¨¢s de 10.000 habitantes, en parte fruto de la creciente integraci¨®n de la aglomeraci¨®n metropolitana con su centro, pero sigui¨® concentrando m¨¢s actividad econ¨®mica, m¨¢s empleo, m¨¢s viviendas, etc¨¦tera, en su espacio local; las actividades m¨¢s rentables, los mejores empleos, etc¨¦tera, y sin embargo, esto no significa mejor calidad de vida para la mayor¨ªa de los ciudadanos. El crecimiento de Madrid -en este sentido- no se traduce necesariamente en progreso.
La preocupaci¨®n por "que Madrid progrese" (en el sentido del titular del art¨ªculo citado) ha calado en la izquierda, y hoy se pretende potenciar el eje de la Castellana, los nuevos recintos feriales acompa?ados de operaciones urban¨ªsticas como el Campo de las Naciones, etc¨¦tera, y hasta fomentar con incentivos econ¨®micos la natalidad.
Tras nueve a?os, los Gobiernos municipales de izquierda parecen desplazarse hacia esa coalici¨®n para el crecimiento. Y crecer parece sin¨®nimo de aumento del suelo calificado (las voces por la revisi¨®n del Plan de Madrid o por su reinterpretaci¨®n generosa est¨¢n ah¨ª): m¨¢s casas, m¨¢s oficinas, m¨¢s beneficios, m¨¢s ingresos por licencias; m¨¢s visitantes para los hoteles y restaurantes; m¨¢s empresas que paguen m¨¢s impuestos, etc¨¦tera.
El Ayuntamiento es uno de los beneficiarios del crecimiento, y a pesar del buen estado de las arcas municipales, los pol¨ªticos del momento parecen obsesionados por conseguir los instrumentos que aseguren ese crecimiento.
Crecimiento
Mientras que el crecimiento (y no hablo de crecimiento econ¨®mico en general) de esta ciudad -en su dimensi¨®n y situaci¨®n actual- s¨®lo beneficia a una peque?a parte de la poblaci¨®n, genera importantes disfunciones: aumentar¨¢ la contaminaci¨®n del aire y del agua, congestionar¨¢ a¨²n m¨¢s el tr¨¢fico, etc¨¦tera. En definitiva, los costes del crecimiento se transferir¨¢n a la calidad de vida de los residentes y repercutir¨¢n negativamente sobre el entorno no urbano. El conflicto entre lo p¨²blico y lo privado renace, dado que crecimiento significa apropiaci¨®n privada de los beneficios a costa del bienestar colectivo.
Desde el punto de vista del empleo se dice que el crecimiento (le la ciudad da trabajo (y quiz¨¢ sea cierto), pero sobre todo sirve para la redistribuci¨®n del trabajo. El crecimiento general es el de un agregado macroecon¨®mico, y el del empleo se refiere a un colectivo de ¨¢mbito regional o incluso nacional, por lo que el crecimiento de la ciudad puede no coincidir con el crecimiento general de la renta y del empleo.
De hecho los estudios no demuestran una correlaci¨®n significativa, entre el crecimiento de la ciudad y la disminuci¨®n comparativa de las tasas de desempleo de los residentes. La segregaci¨®n urbana es el filtro que impide la correlaci¨®n.
Hasta ahora el agua, las materias primas, los trabajadores, se traen a la ciudad. Esto supone un importante despilfarro de recursos en el resto de la regi¨®n. Cambiar de perspectiva es, sin duda, una alternativa. La mejor pol¨ªtica de desarrollo econ¨®mico y de bienestar social no es defender el crecimiento de la ciudad, sino plantear una estrategia de desarrollo y reequilibrio regional. Para ello se hace imprescindible la reedici¨®n de la coalici¨®n contra el crecimiento de la ciudad de Madrid, contra la concentraci¨®n de recursos que se produce en su territorio.
La oportunidad de mejorar las condiciones de vida de todos los residentes de la regi¨®n est¨¢ ah¨ª. El Gobierno regional y los Gobiernos locales no pueden echar m¨¢s madera en la hoguera de: la megal¨®polis; deber¨ªan establecer programas de desarrollo regional que asuman la necesidad de poner l¨ªmites a ese crecimiento de la ciudad que los grupos de inter¨¦s comienzan a demandar.
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