Limitaciones de la econom¨ªa de mercado
En el llamado primer mundo, la econom¨ªa de mercado goza del merecido prestigio de ser el sistema m¨¢s acertado que se ha desarrollado para la producci¨®n y distribuci¨®n de bienes materiales. Ha proporcionado la maquinaria y la tecnolog¨ªa para toda la producci¨®n industrial y ha hecho posible que menos del 10% de la fuerza laboral produzca alimentos m¨¢s que suficientes para la totalidad de la poblaci¨®n de las naciones industriales. Ha creado una variedad en constante incremento de bienes de consumo, muchos de los cuales contribuyen a mejorar el nivel de vida de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n y otros contribuyen a la diversidad est¨¦tica de la vida moderna. La econom¨ªa de mercado tambi¨¦n ha tenido m¨¢s ¨¦xito que otros sistemas econ¨®micos en la aplicaci¨®n de los descubrimientos cient¨ªficos b¨¢sicos a todos los aspectos de la producci¨®n.Las afirmaciones anteriores no son aplicables solamente a los logros de la Europa moderna, los pa¨ªses de habla inglesa y Jap¨®n. Con excepci¨®n de la inmensa productividad de la recientemente mecanizada agricultura, las mismas fuerzas de la econom¨ªa de mercado se pueden encontrar en el pasado entre las ciudades-Estado de la Grecia de la era precristiana, entre las ciudades-Estado renacentistas de Italia y del sur de Alemania, y en el capitalismo del siglo XVII en Holanda e Inglaterra.
Pero el factor m¨¢s importante del prestigio que goza actualmente la econom¨ªa de mercado es probablemente el homenaje que le rinden sus viejos enemigos ideol¨®gicos y morales, los dirigentes comunistas de la URSS, China y gran parte de Europa del Este. En todos esos pa¨ªses, incluida la her¨¦tica Yugoslavia, los dirigentes est¨¢n buscando formas de introducir los elementos b¨¢sicos de la econom¨ªa de mercado sin abandonar el control pol¨ªtico-ideol¨®gico que consiguieron en la ¨¦poca de Josif Stalin.
A pesar de esas extraordinarias credenciales, no deja de ser evidente para cualquiera que viva en el privilegiado primer mundo y que no est¨¦ totalmente hipnotizado por el poder de la publicidad moderna o por la dorada autosatisfacci¨®n de los yuppies y de ciertos socialistas nominales que hay muchos problemas graves que no pueden ser resueltos por las fuerzas del mercado y que, de hecho, esas mismas fuerzas de mercado son las que los agravan. La prosperidad de la econom¨ªa de mercado, entronizada por las sagradas estad¨ªsticas, depende del constante crecimiento de la producci¨®n y el consumo. Imaginemos por un momento el grado de poluci¨®n que tendr¨¢n dentro de 50 a?os el aire y el agua del planeta si el crecimiento econ¨®mico del primer mundo prosigue a la glorificada tasa del 3% o 4% anual y si muchos pa¨ªses socialistas y del Tercer Mundo alcanzan una tasa de crecimiento similar.
El aspecto negativo de la econom¨ªa de mercado es que cualquier cosa que no prometa unos beneficios estables y r¨¢pidos carece de inter¨¦s para los promotores. El mercado no proteger¨¢ la capa de ozono y seguir¨¢ haciendo todo lo posible por destruir la selva tropical brasile?a y por deteriorar las costas del Mediterr¨¢neo. Hay mucho dinero r¨¢pido en la tala de ¨¢rboles y mucha especulaci¨®n rentable en la urbanizaci¨®n y explotaci¨®n comercial incontroladas de las, en un tiempo, hermosas playas.
Todos los estudios estad¨ªsticos del reciente desarrollo econ¨®mico de los pa¨ªses capitalistas demuestran que los ricos se hacen m¨¢s ricos, y los pobres, m¨¢s pobres. No hay ning¨²n mecanismo de mercado que proporcione sustento y habitaci¨®n a los varios millones de desempleados sin vivienda -ni a los empleados sin vivienda- que son la verg¨¹enza visible de las ciudades norteamericanas de finales de la era Reagan. Ning¨²n mecanismo de mercado va a reducir la tasa de desempleo en Espa?a, pues los mercados de valores, inmobiliario y de art¨ªculos de lujo tienen una rentabilidad a un plazo mucho m¨¢s corto que las actividades econ¨®micas que podr¨ªan mejorar la infraestructura, las escuelas y el suministro de agua con el que proteger los. bosques y el suelo.
A pesar de la actualidad de Adam Smith, no hay ninguna mano invisible que impida a las f¨¢bricas provocar la lluvia ¨¢cida mientras los productos de esas f¨¢bricas sean comercialmente rentables. No hay ninguna mano invisible que detenga a los traficantes de drogas y armas, ni a los comerciantes y dictadores del Tercer Mundo que firman acuerdos rentables sobre vertidos de peligrosos productos qu¨ªmicos y residuos nucleares en las costas de las islas africanas. Los dirigentes de todos los pa¨ªses con econom¨ªa de mercado hacen lo posible por minimizar el da?o causado a las personas y a la vida animal por los experimentos con armamento nuclear y por los peque?os accidentes de las plantas de energ¨ªa nuclear. Hasta hace unos meses, las autoridades federales no reconocieron la contaminaci¨®n nuclear del suelo y las aguas subterr¨¢neas de extensas zonas de Estados Unidos. Y la raz¨®n de que se haya abierto el di¨¢logo est¨¢ en que el deterioro de las instalaciones que produjeron el combustible nuclear durante los ¨²ltimos 30 a?os est¨¢ amenazando ahora a la modernizaci¨®n del armamento nuclear.
Solamente una opini¨®n p¨²blica informada, activa y exigente, que apoye las iniciativas de los Gobiernos en los planos nacional e internacional, puede contrarrestar la degradaci¨®n de la biosfera, que es el resultado previsible, por no decir inevitable, de las pr¨¢cticas econ¨®micas actuales. Es importante darse cuenta de que el mercado es un mecanismo totalmente amoral. El ¨ªndice de beneficios, y no la utilidad social ni las consecuencias medioambientales, es el motivo principal de las inversiones. Quienes comercializan productos qu¨ªmicos peligrosos o venden armamento de destrucci¨®n en masa no son legalmente responsables, ni se sienten moralmente responsables, del uso que se hace de esas mercanc¨ªas. A veces, como en el esc¨¢ndalo Irangate, incluso se sienten grandes patriotas.
Hablando en concreto del caso de Espa?a, ?qu¨¦ pueden hacer el Gobierno y la opini¨®n p¨²blica para contrarrestar los aspectos negativos de la econom¨ªa de mercado sin renunciar a sus ventajas? Dejar que florezca la econom¨ªa de mercado en lo concerniente a aspectos de gusto personal: alimentaci¨®n, ropa, art¨ªculos dom¨¦sticos y maquinaria. Proseguir con el control de la inflaci¨®n, pero distribuir m¨¢s equitativamente el coste de ese control. Es decir, la moderaci¨®n en los beneficios.
La concertaci¨®n social debe incluir la discusi¨®n de? uso que se hace de los beneficios excesivos. Como los contribuyentes espa?oles invirtieron cientos de millones de pesetas en la salvaci¨®n de bancos en la d¨¦cada de los setenta, como han pagado por la necesaria reconversi¨®n de muchas industrias y por las enormes p¨¦rdidas de Renfe, Iberia, etc¨¦tera, es una cuesti¨®n de pura justicia que los recientes beneficios espectaculares de la banca y la industria se utilicen en parte en inversiones sociales. Como las fuerzas del mercado son intr¨ªnsecamente amorales, es absolutamente necesario que las negociaciones entre el Gobierno, los empresarios y los sindicatos establezcan l¨ªneas de actuaci¨®n para el uso de esos beneficios.
?Debe utilizarse el crecimiento econ¨®mico espa?ol para construir m¨¢s residencias en Marbella o debe utilizarse para salvar las costas? ?Debe utilizarse para lo que el gran economista noruego-norteamericano Thorstein Veblen denomina "consumo ostensible" o debe utilizarse para mejorar las escuelas, la infraestructura econ¨®mica y la protecci¨®n del medio ambiente? El mecanismo amoral del mercado solamente responder¨¢ a esas cuestiones en favor del consumo privado, aunque de hecho hay mucho espacio para la iniciativa y los beneficios privados en las inversiones sociales. Por ¨²ltimo, ?qu¨¦ labor m¨¢s apropiada puede haber para un Gobierno socialista que destinar a los aspectos sociales parte de los enormes beneficios conseguidos precisamente como resultado de su propia pol¨ªtica econ¨®mica de los ¨²ltimos cinco a?os?
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