La lecci¨®n italiana
EL ACUERDO entre el Gobierno italiano, que preside el democristiano Ciriaco de Mita, y los sindicatos, y la anulaci¨®n por ¨¦stos de la huelga general de cuatro horas que hab¨ªan convocado para ma?ana,31 de enero, ofrece a la opini¨®n europea un ejemplo de sensatez en el quehacer pol¨ªtico. Las comparaciones simplistas nunca son aconsejables, porque permiten argumentar en un pa¨ªs a partir de realidades de otro, cuando se pueden dar entre ellos diferencias considerables. Pero de las condiciones en que ha transcurrido esa batalla, ahora con un desenlace feliz, se deducen experiencias de indudable inter¨¦s.La huelga italiana fue planteada conjuntamente por las tres centrales sindicales (CGIL, CISL y UIL). Por primera vez desde hace mucho tiempo hab¨ªan llegado a un acuerdo unitario para una gran acci¨®n de ¨¢mbito nacional. Despu¨¦s de un largo per¨ªodo en el que, tras el perdido refer¨¦ndum sobre la escala m¨®vil, fueron desbordados con frecuencia por las incontroladas comisiones de base, los sindicatos han recuperado un protagonismo en la escena nacional. A ello ha podido contribuir la personalidad del nuevo secretario de la CIGIL, intelectual formado en las universidades de Par¨ªs y Harvard, comunista de mente abierta, obsesionado por definir el lugar que debe corresponder a los sindicatos en sociedades en plena mutaci¨®n tecnol¨®gica. La huelga ten¨ªa un objetivo muy general, econ¨®mico-pol¨ªtico: la justicia fiscal. En concreto se exig¨ªa del Gobierno que cambiase una serie de decretos, por considerar que favorecen a los defraudadores y agravan la tendencia a cargar los impuestos sobre los asalariados.
?Qui¨¦n ha ganado? En teor¨ªa no hubo "ni vencedores ni vencidos". Los sindicatos han obtenido del Gobierno concesiones sustanciales como una correcci¨®n autom¨¢tica de los impuestos en funci¨®n de la inflaci¨®n y compromisos serios para reforzar la lucha contra el fraude. A la vez, los sindicatos han cedido en uno de los puntos m¨¢s aireados, sobre el indulto a los dolosos. Despu¨¦s de una negociaci¨®n dur¨ªsima ha triunfado la envidiable capacidad italiana para hacer pol¨ªtica, huir de las excomuniones y flexibilizar lo que a primera vista parece innegociable. El secreto del acuerdo es que una vez alcanzado un margen apreciable de aproximaci¨®n prevaleci¨® en ambas partes la voluntad de llegar a un acuerdo beneficioso para la econom¨ªa del pa¨ªs.
Los sindicatos salen de la prueba con la cabeza alta. En el seno del Gobierno la situaci¨®n es m¨¢s compleja, ya que han jugado bastante las rivalidades entre los partidos de la coalici¨®n. El partido socialista -a pesar de que sus ministros aprobaron los decretosse dio cuenta de que la huelga general, impulsada por sus propios cuadros en el mundo sindical, ser¨ªa para ¨¦l una grave derrota, y exigi¨® de De Mita una actitud conciliadora. ?ste -en v¨ªsperas de un congreso de su partido en el que puede perder la secretar¨ªa general- ten¨ªa asimismo enorme inter¨¦s en evitar la huelga, apoyada tambi¨¦n por el sindicato democristiano. Los abiertamente descontentos con el acuerdo son los republicanos y los medios empresariales, preocupados por este resurgir de los sindicatos en la escena nacional.
Es significativo que el Gobierno no discuti¨® -y mucho menos con anatemas- el derecho de los sindicatos a intervenir en un tema t¨ªpicamente parlamentario. Al margen de episodios t¨ªpicamente florentinos, una larga experiencia democr¨¢tica ha sedimentado en Italia una cultura pol¨ªtica que admite, sin que nadie cuestione el papel del Parlamento como ¨®rgano de la soberan¨ªa popular, que conviene dar espacio a la expresi¨®n de corrientes de opini¨®n por varios cauces, como los sindicatos. Y tenerlas en cuenta. Otra cosa ser¨ªa, y a este respecto La Repubblica acaba de abrir un debate interesante, si el ¨¦xito obtenido empujase a los sindicatos a intervenir en ¨¢reas que no les son propias. Lo importante es saber guardar la medida y afinar en el arte de la pol¨ªtica para superar los conflictos.
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