Tirano Banderas
LA "INICIACI?N de la democratizaci¨®n" y el "respeto de los derechos humanos" fueron dos de las banderas esgrimidas de madrugada por el nuevo hombre fuerte de Paraguay, general Andr¨¦s Rodr¨ªguez, para justificar el golpe de Estado que derroc¨® ayer al viejo dictador Stroessner. Tan nobles objetivos se ve¨ªan sin embargo acompa?ados por un tercero, la "defensa del honor y de la dignidad de las fuerzas armadas", en cuyo nombre se han cometido muchos de los m¨¢s criminales atentados contra esos mismos derechos humanos y valores democr¨¢ticos. Existen sospechas fundadas, por lo dem¨¢s, de que esa sensibilidad ante el honor del Ej¨¦rcito pueda estar relacionada con la intenci¨®n de Alfredo Stroessner, consuegro del nuevo golpista, de pasar a ¨¦ste a la reserva tras algunas disensiones surgidas entre ambos.Adelant¨¢ndose a sus prop¨®sitos, ha sido Andr¨¦s Rodr¨ªguez quien ha mandado a la reserva al viejo dictador. Aunque las cosas dif¨ªcilmente podr¨¢n ir a peor, no puede saberse, por el momento, si lo que empieza es m¨¢s de lo mismo o el inicio de un proceso democratizador. El nuevo mandatario no inspira una desmesurada confianza. Es dif¨ªcilmente concebible que un hombre que ha estado ligado durante a?os a una estructura de poder tan corrupta como la paraguaya como n¨²mero dos del aparato militar haya conseguido permanecer impoluto, manteniendo sin tacha su honradez.
Paraguay no ha tenido muchas oportunidades de disfrutar de una vida civil pac¨ªfica. Tan pocas, que, seg¨²n algunas estimaciones, m¨¢s de la mitad de su poblaci¨®n vive fuera del pa¨ªs, huyendo de la corrupci¨®n, la falta de libertad, la tortura y la pobreza end¨¦mica (no remediada por una econom¨ªa que ha crecido a sobresaltos, en torno a la especulaci¨®n y sin industrializaci¨®n real, lo que incluye la incierta viabilidad econ¨®mica del complejo el¨¦ctrico de Itaip¨²). Cuando el general Alfredo Stroessner dio un golpe de Estado en mayo de 1954, accedi¨® al poder tras seis a?os de pr¨¢ctica guerra civil, que hab¨ªan sido, a su vez, el resultado de ocho a?os de dictadura previa. Dispuesto a gobernar sin trabas, el nuevo aut¨®crata asumi¨® poderes absolutos en 1955 e impuso un estado de sitio que no levant¨® hasta 23 a?os m¨¢s tarde. Por poco tiempo, porque el asesinato, en 1980, del ex dictador nicarag¨¹ense Somoza en Asunci¨®n hizo temer a Stroessner por su propia vida. En un momento dado, y a fin de demostrar su respeto exquisito de la legalidad, modific¨® la Constituci¨®n para poder ser reelegido indefinidamente. Lo ha sido en siete ocasiones, siempre por mayor¨ªa aplastante, hasta la ¨²ltima en 1988.
El pa¨ªs ha estado dividido tradicionalmente entre el derechista Partido Colorado -al que pertenece Stroessner- y una constelaci¨®n de colorados disidentes, liberales, democristianos y radicales, que, en uno u otro momento, han actuado como oposici¨®n sin voz, o por lo menos con la voz muy af¨®nica. La supresi¨®n de la Prensa cr¨ªtica, del incipiente sindicalismo y de los propios disidentes (con altibajos de crueldad, condicionados por la presi¨®n internacional) ha definido la pol¨ªtica del pa¨ªs durante 35 a?os. Ninguna evoluci¨®n pol¨ªtica hacia la pretendida democracia. S¨®lo la conjunci¨®n de tres elementos ha hecho posible la debilitaci¨®n y, ahora, el derrocamiento. de Stroessner: la decrepitud del dictador -tiene 76 a?os y c¨¢ncer de piel-, la oposici¨®n declarada de la jerarqu¨ªa de la Iglesia, abiertamente manifestada a partir de 1985, y las disensiones internas en el Partido Colorado. La estructura comenzaba a tambalearse. Queda por ver si lo que pretende el general Rodr¨ªguez es continuar mandando con lo que quede de ella o si, como promete, devolver¨¢ la soberan¨ªa al pueblo.
La prueba es bien f¨¢cil, porque no existen recetas nuevas: debe imponerse sin ambages la libertad de prensa, los presos pol¨ªticos deben ser liberados, y los partidos, restablecidos en su dignidad y capacidad operativa. El Ej¨¦rcito debe reintegrarse a sus cuarteles. Y luego, deben convocarse elecciones generales.
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