El semanario 'The Economist' pide la legalizaci¨®n del consumo y distribuci¨®n de las drogas
The Economist, el semanario londinense presente en los centros de poder de todo el mundo, ha llegado a la conclusi¨®n de que la ¨²nica v¨ªa para controlar la droga pasa por la legalizaci¨®n de su producci¨®n, expedici¨®n y consumo. "Es un problema que no va a desaparecer y las pol¨ªticas que se siguen para combatirlo demuestran cada a?o m¨¢s su inutilidad", dice Rupert Pennant-Rea, director de la revista. "Hay que buscar otras alternativas. Lo que proponemos no es la soluci¨®n ideal, pero es la menos mala".
Una vez que la droga sea legalmente asequible, el Estado pondr¨¢ en marcha medios educativos, publicitarios y fiscales para su control, seg¨²n la nueva propuesta, que ha generado un aluvi¨®n de cartas s¨®lo superado por las recibidas en 1956 con motivo de la crisis de Suez.El semanario cree que la presente crisis de la droga tiene un extraordinario parecido con lo que ocurri¨® en Estados Unidos en los a?os veinte, cuando la ley seca puso en manos de los g¨¢nsteres la atenci¨®n a una demanda que, librada del estigma de la ilegalidad, tiene mucho menos coste econ¨®mico y social. "Lo que nos preocupa no es s¨®lo que la salud de los individuos se vea da?ada, sino la participaci¨®n de gigantescas bandas criminales que destrozan las vidas de individuos y grupos y, lo que no es menos grave, se han apoderado de cinco o seis pa¨ªses en Latinoam¨¦rica".
Barrera
El director de The Economist ve en la criminalizaci¨®n una barrera que impide a los drogadictos acceder al tratamiento m¨¦dico. El consumo, en especial de hero¨ªna, les hunde cada vez m¨¢s en la delincuencia, "pues el ¨²nico modo que tienen de financiar la dependencia es creando nuevos adictos con los que trapichear", y ese delito les aparta de donde pueden encontrar soluciones. De ello s¨®lo se benefician "los grandes traficantes, al tiempo que los Gobiernos niegan interesantes oportunidades m¨¦dicas a institutos oficiales para prevenci¨®n y cura, y, tampoco hay que olvidarlo, rechazan atractivas operaciones fiscales. Porque los ingresos que el Estado obtiene por gravar los malos h¨¢bitos del hombre son enormes".The Economist, con una tirada de 355.000 ejemplares, cree que la renuncia de los Estados a la gesti¨®n abierta del negocio de la droga supone el abandono de astron¨®micas cantidades de dinero, "que podr¨ªan dedicarse a rehabilitaci¨®n y que ahora va a los bolsillos de los traficantes que, adem¨¢s, no pagan impuestos". La revista estima que un peque?o n¨²mero de criminales maneja al a?o del orden de los 100.000 millones de d¨®lares (unos 11,5 billones de pesetas), m¨¢s que el producto nacional bruto de 150 de los 170 pa¨ªses del mundo.
Pennant-Rea considera un error la divisi¨®n entre drogas legales (tabaco y alcohol) e ilegales (marihuana, coca¨ªna y hero¨ªna). La aplicaci¨®n del sistema puede variar de pa¨ªs a pa¨ªs, pero los n¨®rdicos dan un idea. "En los pa¨ªses escandinavos los Gobiernos han optado por vender alcohol de forma muy restrictiva y por mantener fuertes programas de educaci¨®n contra ¨¦l. La gente piensa que cuando se hable de legalizaci¨®n se van a producir grandes campa?as publicitairias a favor de la droga, que los ni?os van a ser inducidos a comprar, y lo que ocurre es exactamente lo contrario, como han demostrado esos pa¨ªses".
La despenalizaci¨®n de la droga no puede hacerse a medias. Todo el proceso ha de ser transparente y de ese modo se evitar¨¢ la repetici¨®n del caso de "millones de j¨®venes cuyas vidas han sido destruidas por este negocio, porque nunca se les dio la oportunidad de realizar una experimentaci¨®n consustancial a la juventud con ayuda de profesores, padres y m¨¦dicos, y se les puso en manos de g¨¢nsteres y polic¨ªas".
Llegar a la conclusi¨®n de que hay que legalizar todo el negocio de la droga "no ha sido f¨¢cil y ha costado interminables discusiones" en el consejo editorial de una revista que desde 1843 es el ep¨ªtome del conservadurismo liberal brit¨¢nico.
Pragm¨¢tico
El maridaje del establishment con la cultura de la droga no es contradictorio, seg¨²n Pennant-Rea. "Desde su fundaci¨®n, The Economist ha optado por la libertad del individuo frente al colectivismo estatal. La revista tiene otra dimensi¨®n pragm¨¢tica y utilitaria, y es que se pregunta si algo funciona. Si funciona, bien; si no, pi¨¦nsese de nuevo sobre ello", dice el director, que a sus 41 a?os ocupa el cargo desde hace tres."Nuestra posici¨®n con respecto a la droga es una mezcla del pragmatismo -la lucha contra la droga en su forma actual no sirve- y la creencia de que la gente tiene m¨¢s juicio sobre sus intereses que los Gobiernos. ?ste es un ejemplo de est¨²pida interferencia estatal en la vida de la gente, a la que se llama delincuente cuando no lo es".
Las reacciones a la propuesta han estado muy divididas entre quienes desde el Gobierno tachan al semanario de irresponsable y quienes la han recibido con albricias. A Pennant-Rea, lo que m¨¢s le ha interesado es la buena acogida que la idea ha tenido en personas pr¨®ximas al poder en Estados Unidos.
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