En la selva
La c¨²pula del Vaticano se reflejaba en una charca llena de cocodrilos; una manada de ceb¨²es iba por la plaza de San Pedro a abrevar en la fuente del obelisco y algunos rinocerontes dormitaban a la sombra de la columnata de Bernini. Dentro de la bas¨ªlica, en el baldaquino del altar mayor, se columpiaban los chimpanc¨¦s. Qued¨¦ pasmado ante esta visi¨®n. Hab¨ªa recorrido parte del pa¨ªs, dejando atr¨¢s los cocoteros, cafetales y plantaciones de cacao; luego me hab¨ªa adentrado por la ruta de los elefantes hasta llegar al coraz¨®n de la selva africana, y all¨ª, en medio de la jungla, en las afueras del poblado de Yamoussoucro, de pronto descubr¨ª la silueta del Vaticano en el horizonte sobre una nube de flamencos que se acababa de levantar de la laguna en el crep¨²sculo ensangrentado. Me encontraba en Costa de Marfil. Despu¨¦s supe a qu¨¦ se deb¨ªa el sue?o. El presidente de esta rep¨²blica, F¨¦lix Houphouet Boigny, padre de la independencia, cat¨®lico fervoroso y hortera insigne, hab¨ªa mandado levantar en su pueblo natal, junto a la residencia de verano, una inmensa bas¨ªlica, copia exacta de la de San Pedro, en Roma, para honrar a Dios.Frente a la imagen de esta gigantesca f¨¢brica religiosa, rodeado por el estertor de la naturaleza, tuve una experiencia sagrada. Vi el gran templo del Vaticano en medio de la selva, sin un solo creyente, con las puertas abiertas de par en par, y, bajo los dinteles labrados, toda clase de fieras entraba y sal¨ªa como los fieles en un d¨ªa de fiesta. Los ceb¨²es llenaban las naves, aves del para¨ªso de plumas azules volaban por el recinto mientras en lo alto de los capiteles hab¨ªa leopardos bostezando y las gorgonas eran hidras reales, serpientes vivas que palpitaban de sopor en los aleros. Dentro de la primera iglesia de la cristiandad crec¨ªan los ¨¢rboles carnosos, cuyas ra¨ªces iban en busca de los sepulcros papales, y una multitud de monos gritaba en el coro y uno de ellos tocaba al ¨®rgano, una fuga de Bach. Cre¨ª que Dios hab¨ªa recuperado por fin la inocencia de sus criaturas. Los hombres no estaban.
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