Socialistas y comunistas
Basta contemplar la satisfacci¨®n, delectaci¨®n y fruici¨®n con la que asisten las gentes de la mojigater¨ªa conservadora, cuando adem¨¢s no la azuzan h¨¢bilmente, a la confrontaci¨®n entre comunistas y socialistas para que estos parientes distanciados, discutiendo entre ellos una ret¨®rica herencia, dejaran aparcada por unos instantes su particular pol¨¦mica y contemplaran el resultado bien satisfactorio para sus particulares intereses que mientras han alcanzado los espectadores de este match desigual y trucado.Es evidente que la separaci¨®n y antagonismo de estos nuevos protestantes y papistas no fue capricho hist¨®rico ni un supuesto de encono personal, ojeriza o mala fortuna, y que en su d¨ªa ese dram¨¢tico desgarro, a¨²n no superado, en el seno de las fuerzas que se estiman destinadas a llevar adelante la que calificaban, algo grandilocuentemente, como la hist¨®rica misi¨®n de la emancipaci¨®n humana, era el reflejo de la diferente concepci¨®n sustancial de lo que pensaban que el socialismo es y de c¨®mo puede ser alcanzado, divididos entre otras cosas por querer imponer los unos a los otros las formas de comportamiento y no respetar el l¨®gico principio de cada uno hace lo que puede y a su manera.
Comunistas y socialistas saben hoy, y han pagado un buen alto precio por ello, que las dictaduras, que los poderes econ¨®micos tienen siempre en reserva, se vistan como se vistan y se autotitulen como quieran, no suelen hacer muchos distingos entre ellos llegada la ocasi¨®n de la represi¨®n, y acaban coincidiendo, tanto sea en los campos de Albatera como en las antesalas de los crematorios nazis, en los gulags, si como sinceros comunistas y socialistas de esos que creen en la dignidad humana, levantan la voz contra la proscripci¨®n de la libertad contra la dominaci¨®n pol¨ªtica, la explotaci¨®n econ¨®mica y la alienaci¨®n intelectual sean quienes fueren los que la realicen.
Ha llovido lo suficiente para comprobar c¨®mo el ideal comunista ha quedado m¨¢s que empa?ado por actitudes bien poco ideales de autoritarismo y de represi¨®n que han culminado en la comisi¨®n de aut¨¦nticos cr¨ªmenes y que, de la otra parte, el que quiso ser un pragm¨¢tico sereno y democr¨¢tico camino de los defensores de la socialdemocracia est¨¢ cargado de contradicciones, de pr¨¢ctica corrupci¨®n, complicidad en la explotaci¨®n y no disimulados servicios para la perpetuaci¨®n del capitalismo m¨¢s irracional. En ambas experiencias el microbio de la burocracia ha infectado a las aristocracias respectivas.
En el olvido por algunos socialdem¨®cratas liberales-capitalistas de la meta igualitaria se han ido anegando y hundiendo casi todos los partidos, llamados impropiamente socialdem¨®cratas, para acabar siendo los c¨®modos y corrompidos gestores de intereses que les eran ajenos, y en el desprecio, por otros monopolizadores del partido, del Estado, el sindicato, el capital y el dogma, de la libertad, de la cr¨ªtica, y de la democracia, no s¨®lo no se ha alcanzado la igualdad tan anhelada sino que se han consolidado sistemas desiguales, discriminantes y esclavizadores.
En aquella r¨¢pida b¨²squeda de escondite para ponerse a cubierto de las barbaridades que ya se anunciaban, Rafael Alberti cuenta c¨®mo hubo de refugiarse en un rinc¨®n ibicenco, y tuvo all¨ª ocasi¨®n de compartir charlas y discusiones con otros republicanos perseguidos que se enzarzaban en reproches y culminaban hasta en insultos mutuos y rec¨ªprocos, y cuando alarmado por tales actitudes recrimin¨® a los que as¨ª se despellejaban lo negativo de tal proceder, uno de ellos, no importa cu¨¢l, y menos a¨²n cu¨¢l fuere su adscripci¨®n, lo tranquiliz¨® dici¨¦ndole: "?No temas, Rafael, no pasa nada, s¨®lo que somos contrarios de la misma idea!'.
A lo largo de demasiados a?os estos contrarios y v¨ªctimas de la misma idea han estado arroj¨¢ndose mutua y rec¨ªprocamente a la cara muy justas cr¨ªticas, m¨¢s lamentablemente desvalorizadas por la generalizaci¨®n, y atrincher¨¢ndose unos y otros en la posesi¨®n de la m¨¢s verdadera interpretaci¨®n de su pensamiento.
Mas es evidente que ni todos los comunistas fueron arrastrados al estalinismo y fueron c¨®mplices de sus purgas, ni todos los socialistas se convirtieron en d¨®ciles cipayos del capitalismo y en compa?eros de viaje de la reacci¨®n. Han sido demasiados los comunistas precisamente perseguidos por su esp¨ªritu cr¨ªtico, tanto como los socialistas proscritos por su sentido de firmeza en los principios igualitarios. Quiz¨¢ hay hoy m¨¢s comunismo y socialismo heterodoxo y proscrito, y, por tanto, limpio de luchas tribales, que burocracia ortodoxa estabulada.
Ambas interpretaciones del mismo compromiso real, y por ello ut¨®pico, han sufrido en su carne las consecuencias bien negativas de la mutua y rec¨ªproca aberraci¨®n que ha conducido a cada una al sectarismo, y ciego ha de estarse para no reconocer la poco satisfactoria realidad socialista alcanzada en los llamados sistemas de socialismo real y la, a su vez, mezquina, hip¨®crita, fraudulenta y alicorta interpretaci¨®n de la democracia real de los sistemas capitalistas, sedicentemente democr¨¢ticos y aparentemente libres.
Yo imagino que, s¨ª no estas consideraciones, otras muy parecidas eran las que estaban en el ¨¢nimo de Pablo Iglesias y de sus coet¨¢neos al querer fundar ese, al parecer imposible y m¨ªtico, partido socialista y obrero, que buscaba contribuir a la construcci¨®n democr¨¢tica de un socialismo equilibrante de la igualdad en la libertad y de la libertad en la igualdad, que con toda l¨®gica tanto rechazaba la mal llamada socialdemocracia del liberalismo vergonzante y disfrazado, entendido castradamente, corno el comunismo interpretado en claves autoritarias y totalitarias. Sab¨ªan e intu¨ªan, en la medida que les daba el conocimiento de su realidad y experiencia, y la que era ya presumible en el futuro, que ni en el Estado capitalista ni en el capitalismo de Estado iba a encontrarse el camino de la sociedad que trataban de alcanzar.
Mas la historia, aun y con todos estos enfrentamientos y pol¨¦micas, no ha hecho est¨¦ril el empe?o y la lucha de estos contrarios coincidentes, y acabamos de celebrar recientemente el cuarenta aniversario de la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos. No es casualidad que repasados uno a uno vengan a recordarnos precisamente, y uno a uno, los empe?os y conquistas de las clases trabajadoras y populares en cuya demanda y lucha por ellos muchas veces, casi todas, demasiadas, han estado bien solas las organizaciones obreras para su consecuci¨®n. Y en ese cat¨¢logo, del que hoy se apropian imp¨²dicamente quienes los negaban y despreciaban, no est¨¢ s¨®lo la proclamaci¨®n del derecho a la vida, a la integridad f¨ªsica y moral, a la igualdad y seguridad jur¨ªdica, a la libertad de pensamiento, conciencia, religi¨®n, opini¨®n, expresi¨®n, reuni¨®n, asociaci¨®n, participaci¨®n pol¨ªtica, sino que se reconoce adem¨¢s el derecho a la satisfacci¨®n de las necesidades, econ¨®micas, sociales, culturales, al trabajo, a la salud, al bienestar, al nivel de vida adecuado, a la alimentaci¨®n, al vestido, la vivienda, a la educaci¨®n, en suma, y afortunadamente recogidos todos ellos en el Cap¨ªtulo III del T¨ªtulo I de nuestra Constituci¨®n, todo el conjunto de derechos, no ya demandas ni anhelos, nuevos deseos o ilusiones, que resumen y concretan los motores reales que han movido la lucha de las clases populares a lo largo de la m¨¢s reciente y sangrienta historia del movimiento obrero, y de la libertad general de la humanidad.
Los socialistas y comunistas pueden abandonar este patrimonio en manos de sus oponentes e irresponsablemente seguir discutiendo si son galgos o podencos, y entrando al entretenido juego de verse mutua y recelosamente como compa?eros de un largo viaje que no lleva a ninguna parte, para que mientras la derecha interprete y administre esos derechos humanos seg¨²n convenga a sus intereses, bien discriminadamente por el lugar que unos y otros ocupemos en la producci¨®n o en el mercado internacional, o de acuerdo con las posibilidades y necesidades econ¨®micas que ella ego¨ªstamente fije y las prelaciones que la misma establezca, a su comodidad.
Hoy y aqu¨ª, sin olvidar el pasado, sin perder la propia identidad, sin cesar en la autocr¨ªtica y sin decaer en el serio debate que la izquierda europea exige, con la mirada puesta en un objetivo que les es com¨²n y bien definido en el t¨¦rmino reclamado como com¨²n del socialismo, hay una obligaci¨®n primordial, concreta y temporal: hacer realidad esos derechos humanos, pol¨ªticos y econ¨®micos, pero todos, y contando con todos democr¨¢ticamente en esa tarea, bien amparada en nuestra Constituci¨®n, que est¨¢ a¨²n muy lejos de estar alcanzada ni en el fondo ni en la forma.
Los interesados leg¨ªtimamente en el proyecto sempiterno de mantener su desorden, siempre dir¨¢n, ocurra lo que ocurra, que los comunistas son unos lobos con piel de cordero, o que los socialistas, hasta los que se llaman de izquierdas, son unos disimulados agentes del imperialismo capitalista guardianes del orden burgu¨¦s. Por no dar im¨¢genes de frentepopulismo se puede seguir disfrutando de las duras realidades a que se somete a los menos favorecidos, o nada considerados subciudadanos, poco democr¨¢ticas y nada igualitarias, por los frentes nacionalimpopulares, de los adoradores del becerro de oro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.