Comedia en tono menor
Los b¨²falos de Durham (Bull Durham) es un ejemplo del mimo y atenci¨®n que el Hollywood de hoy dedica a sus apreciados guionistas, a los que ofrece la posibilidad de acometer la realizaci¨®n de sus propios guiones. En este estreno, el beneficiado por la actual pol¨ªtica de los estudios americanos es Ron Shelton, que con anterioridad trabaj¨® en los guiones de Bajo el fuego y The best of times.Esta pel¨ªcula, cuyo gui¨®n ha sido premiado por el C¨ªrculo de Cr¨ªticos de Nueva York, llega precedida por las nominaciones para los globos de oro, antesala de las nominaciones al oscar. Los globos de oro, que finalmente no consiguieron, fueron las nominaciones para Susan Sarandon, en el apartado de mejor actriz de comedia, y para la canci¨®n When a woman loves a man.
Los b¨²falos de Durbam
Direcci¨®n y gui¨®n: Ron Shelton.Fotograf¨ªa: Boby Byrne. M¨²sica: Michael Convertino. Producci¨®n: Thom Mount y Mark Burg. Estados Unidos, 1988. Int¨¦rpretes: Kevin Costner, Susan Sarandon, Tim Robbins. Cines Fuencarral, Madrid, Cristal.
Esta comedia, que mezcla el amor y el deporte del b¨¦isbol, ofrece en su argumento algunos de los ingredientes habituales del cine americano. As¨ª, su intriga, que transcurre en las pr¨®ximidades de un modesto equipo de b¨¦isbol que participa en las ligas inferiores, enfrenta a un joven y prometedor jugador con otro veterano que dej¨® escapar su oportunidad y deja a su paso un cierto tufillo a perdedor. Ambos se disputar¨¢n los favores de una atractiva cuarentona (Susan Sarandon), que al comienzo de cada temporada elige al jugador local que compartir¨¢ su cama durante la campa?a deportiva, seguidora del equipo local, y para quien el b¨¦isbol no ofrece secretos.
El aprendizaje y la amistad viril, la estela del ¨¦xito y el final feliz, acorde a las capacidades de cada uno de los protagonistas masculinos, est¨¢n hilvanados con habilidad en el gui¨®n de Los b¨²falos de Durham, que conduce el escritor-director, aqu¨ª debutante como realizador, con cierta efectividad; pero sin grandes intensidades, al elegir un tono menor, como conviene a quienes participan en la historia.
Dentro de la geler¨ªa de actores que han bateado desde la pantalla, en la que son recordados Gary Cooper (El orgullo de los Yankees, Sam Wood, 1943) y Robert Redford (El mejor, Barry Levinson, 1984), Kevin Costner vuelve a demostrar, como ya hiciera en No hay salida y Los intocables, lo efectivo de su austeridad expresiva y la vida interior que imprime a su mirada. Por ello destaca en este filme, que se deja ver sin demasiada fatiga, pero sin despertar tampoco excesivo inter¨¦s por la suerte que corren sus protagonistas.
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