El factor humano
LA EVOLUCI?N hist¨®rica ser¨ªa inexplicable sin tener en cuenta, junto a los fen¨®menos sociales, la influencia de los individuos. En el debate parlamentario de ayer, un factor humano individual result¨® decisivo: la derecha cont¨® con un portavoz inteligente. Su intervenci¨®n no s¨®lo contribuy¨® a elevar el nivel de la discusi¨®n, sino que vino a aclarar, retrospectivamente, algunos problemas recientes de la vida pol¨ªtica espa?ola. La ausencia de una verdadera oposici¨®n ha hecho que el debate nacional se desborde hacia otros cauces, y ha otorgado a algunas instituciones, como los sindicatos o la Prensa, un papel que no les corresponde. El Gobierno, descargado de presiones pol¨ªticas solventes en su exterior parlamentario, ha acabado por interiorizar su soledad, crey¨¦ndose la leyenda de que su pol¨ªtica econ¨®mica era la ¨²nica posible o, por lo menos, la ¨²nica racional. No es cierto, como se atisb¨® ayer: hay alternativas, y, desde luego, hay otras pol¨ªticas no menos coherentes, algunas a la derecha y otras m¨¢s a la izquierda.Miguel Herrero, en un discurso cuya brillantez no consigui¨® empa?ar la obsesi¨®n reglamentista del presidente del Congreso, se dirigi¨® al electorado de centro; pero no entendiendo este concepto a la manera suarista, con arreglo a pautas geom¨¦tricas, sino sociales. Se dirigi¨® a las clases medias que se sienten damnificadas por una fiscalidad creciente y unos servicios de calidad menguante, y evit¨® todo seguidismo oportunista respecto a las reivindicaciones sindicales, asumiendo con ello el riesgo de ir contra la ola dominante en los ¨²ltimos meses. Sus recetas -apenas insinuadas, pero no ocultadas vergonzantemente como en un pasado no demasiado lejano- se inscriben en la ortodoxia del pensamiento democr¨¢tico conservador. Ambas cosas: democr¨¢tico, con especial ¨¦nfasis en los principios del consenso pol¨ªtico como v¨ªa para favorecer el acuerdo social, y conservador, con referencias al gasto p¨²blico, al papel de la iniciativa privada y al sistema impositivo. Herrero actu¨® como suele hacerlo la oposici¨®n de centro-derecha en pa¨ªses con mayor tradici¨®n democr¨¢tica, contribuyendo a clarificar el debate y a despejar inc¨®gnitas frente a la batalla por la primogenitura de la oposici¨®n; es decir, hizo pol¨ªtica y marc¨® un sendero en la disputa por la confianza del electorado moderado de centro frente a un Adolfo Su¨¢rez m¨¢s descentrado que nunca. La intervenci¨®n del l¨ªder del CDS -una repetici¨®n, a menudo excesivamente monocorde, de los argumentos que ya le hicieron pedir la disoluci¨®n de las C¨¢maras en el debate parlamentario del 21 de diciembre- dio, parad¨®jicamente, oportunidad al presidente del Gobierno de brillar como polemista parlamentario a una altura que ya se cre¨ªa olvidada. El discurso pol¨ªtico de Su¨¢rez, pegado como una lapa a la estela del 14-D, tiene demasiados puntos vulnerables, y Gonz¨¢lez no desaprovech¨® la oportunidad de entrar a saco en ellos.
La otra batalla se dilucidaba en el campo del proyecto socialista. Felipe Gonz¨¢lez oficializ¨® la ruptura con los sindicatos, y con ella la del modelo aut¨®nomo que le llev¨® al poder en 1982. Su argumentaci¨®n sobre la concertaci¨®n resulta discutible, pero demuestra que los sindicatos han tirado demasiado de una cuerda que ahora amenaza su propia garganta. El asunto m¨¢s pol¨¦mico era el destino de los millones puestos sobre la mesa de la concertaci¨®n. Es correcto pensar que, si lo ofrecido en el curso de la negociaci¨®n se considera terreno conquistado -independientemente de que haya o no acuerdo final-, se arruina el principio mismo de la concertaci¨®n como cesi¨®n parcial mutua. Pero tambi¨¦n lo es que los pensionistas y dem¨¢s colectivos afectados no son responsables de la impericia negociadora del Ejecutivo y de las centrales, y no deben ser castigados por ella. Una interpretaci¨®n amplia de las propias palabras de Gonz¨¢lez permitir¨ªa salvar ambos principios: las ofertas del Gobierno en el debate del d¨ªa 21 pueden interpretarse como concretadas en la oferta final en lo relativo a salarios de funcionarios, manteni¨¦ndose el compromiso de la equiparaci¨®n de la pensi¨®n minima en el curso de la legislatura. Lo relativo a la cobertura de desempleo podr¨ªa retomarse en el marco de la pendiente mesa del empleo, que no se ocupar¨ªa s¨®lo de los planes de est¨ªmulo de la ocupaci¨®n, sino tambi¨¦n de las prestaciones a los parados.
Es posible que la concertaci¨®n cl¨¢sica haya fenecido. Pero si, pese a ello, el Ejecutivo mantuviese la voluntad pol¨ªtica de negociar y las centrales admitieran la evidencia de que el 14-D no es un cheque en blanco de la sociedad espa?ola girado a su favor, hay oportunidades para que la situaci¨®n pueda recomponerse en torno al giro social. Giro que sigue pendiente y que en absoluto se reduce a las reivindicaciones espec¨ªficamente sindicales. Antes bien, es inseparable de un debate pol¨ªtico m¨¢s abierto que el ofrecido estos ¨²ltimos a?os sobre las prioridades sociales.
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