Insumisi¨®n
Todo pueblo anhela una paz duradera que permita alcanzar altas cotas de justicia social, muchas veces a pesar de la insolidaria y enfermiza obsesi¨®n de sus dirigentes por entrar en beligerancia con otros pueblos. Deseamos la paz porque sabemos que en la guerra perdemos todos, excepci¨®n hecha de los fabricantes de armas.Los militares y los gobernantes pretenden hacemos ver que la existencia de un ej¨¦rcito cada vez m¨¢s sofisticado es el pilar fundamental que sostiene la independencia del Estado, que si no tuvi¨¦ramos esa fuerza disuasoria correr¨ªamos grave peligro de ser invadidos y subyugados. Sinti¨¦ndonos indefensos, buscamos alianzas supranacionales, como la Uni¨®n de la Europa Occidental (UEO) -l¨¦ase OTAN-, donde nos codeamos con amigos que resultan ser m¨¢s peligrosos para nuestra seguridad que los supuestos enemigos de los que nos defendemos. Toda esta estructura es una gran injusticia que se comete en contra del mismo pueblo o pueblos que la mantienen.
Ese bill¨®n de pesetas que entre una cosa y otra nos cuesta cada a?o el Ej¨¦rcito de este Estado es un aut¨¦ntico robo a las verdaderas necesidades del pueblo cuando la vivienda es inalcanzable para muchos, el desempleo destroza familias y afecta a un 80% de los j¨®venes, o cuando la sanidad y la educaci¨®n dejan mucho que desear. Estamos hipotecando nuestro futuro. Ese astron¨®mico presupuesto sirve, por el contrario, para comprar escuadrillas de aviones que caen sobre nuestras cabezas, para adquirir armas muy sofisticadas hoy y reemplazarlas en menos de 10 a?os porque son ya anticuadas, para mantener una elite de militares, verdadero poder f¨¢ctico que puede volverse contra nosotros. Hay que recordar que desde la guerra de Cuba el estamento militar no nos ha defendido de ninguna agresi¨®n externa y ha sido, en cambio, un constante foco de desestabilizaci¨®n interna (golpes de Estado y guerra civil) y de control social (represi¨®n de huelgas y protestas populares). Adem¨¢s, tras 30 siglos con la consigna de si vis pacem, para bellum, lo ¨²nico que hemos conseguido es que cada vez la paz dure menos y las contiendas sean m¨¢s sangrientas. Ya es hora de cambiar y empezar a preparar la paz.
Y un compromiso serio por la paz supone no s¨®lo hacer desaparecer las armas de destrucci¨®n masiva (nucleares, qu¨ªmicas, convencionales...) y ese comercio de armamento que empobrece gradualmente al Tercer Mundo, sino, sobre todo, erradicar los valores que subyacen y mantienen la l¨®gica del militarismo como soluci¨®n a los conflictos humanos. Para ello es necesario fortalecer la conciencia social, en el sentido de rechazar la pasividad de los ciudadanos frente a esta irracionalidad que se nos impone.
As¨ª, el cumplimiento del popular mandato de "promocionar entre la juventud los ideales de paz, mutuo respeto y entendimiento entre los pueblos" requiere la promoci¨®n de actividades y valores dirigidos a potenciar la solidaridad con los pueblos m¨¢s empobrecidos, el internacionalismo, aprender a considerar el conflicto como un veh¨ªculo de cambio y de progreso si sabemos resolverlo sin recurrir a la violencia. Ciertamente, el proceso educativo que se experimenta en el servicio militar resalta los valores contrarios: sumisi¨®n, obediencia ciega, jerarqu¨ªa, nacionalismo exacerbado hasta el punto de racismo, machismo, insolidaridad, culto a la fuerza destructiva... El servicio militar supone la p¨¦rdida de las libertades y derechos m¨¢s elementales: todo tipo de acci¨®n pol¨ªtica o sindical, cualquier tipo de libertad de expresi¨®n, en ocasiones el propio derecho a la vida. Por todo ello, no es exagerado calificarlo de verdadero secuestro legal que supone al joven var¨®n perder un a?o de su vida, agravando la ya maltrecha econom¨ªa familiar.
Pero el compromiso adquirido por el Estado social requiere la colaboraci¨®n del elemento civil de la sociedad en dos sentidos principalmente: por un lado, otorgando la legitimaci¨®n al aparato militar a trav¨¦s del pago de impuestos y la realizaci¨®n del servicio militar (o servicio civil), y, por otro, haciendo dejaci¨®n de la propia responsabilidad pol¨ªtica de cada persona. Por ello, lo normal es pasar por el aro del servicio militar, deseando que se acabe cuanto antes. Pero hay unos cuantos que, consecuentemente con ese conjunto de valores que configuran el deber ser de la sociedad, deciden rechazar el cumplimiento de una ley carente de l¨®gica ¨¦tica; su negativa se da en t¨¦rminos de pura y simple desobediencia civil. En el caso del servicio militar, la actitud de los objetores amenaza con poner en evidencia la injusticia de un sistema de trabajo forzado, destinado a convertir a los civiles en soldados.
Cuando esta din¨¢mica permeabiliza la conciencia social de un pueblo hasta el punto de que el Gobierno no se puede permitir el lujo de seguir ignor¨¢ndolo es entonces, y no antes, cuando se legisla sobre la objeci¨®n de conciencia: ya que no se puede eliminar la disidencia, se la integra mediante una opci¨®n asimilable por el sistema militar antes de que acabe por socavar sus propias bases. As¨ª, la prioridad b¨¢sica es que el reconocimiento y el respeto a los objetores nunca lleve a cuestionar el fundamento de la defensa Militar, la necesidad del Ej¨¦rcito. De esta manera, lo que en un principio se configuraba como un claro gesto de denuncia del sistema que propicia la militarizaci¨®n se convierte en un mecanismo m¨¢s para consolidarlo. La ley de Objeci¨®n de Conciencia es un compendio de filtros y mecanismos de control para evitar que el fen¨®meno se extienda. Adem¨¢s, el previsto servicio civil (PSS) es adornado con vestiduras de protecci¨®n de la naturaleza y socorro a los sectores marginados de la sociedad para que nadie descarne su verdadera finalidad: perpetuar el servicio militar.
La consolidaci¨®n de la ley de objeci¨®n no s¨®lo produce la desideologizaci¨®n de la objeci¨®n de conciencia al privarla de su car¨¢cter de protesta antimilitarista, sino que, individualizando y facilitando su tr¨¢mite, contribuye a disminuir el potencial de los objetores para organizar la desobediencia y hacer Regar a la opini¨®n p¨²blica unos planteamientos cada vez m¨¢s aceptados. La experiencia de los alemanes (donde los objetores son legi¨®n) nos avisa de que la objeci¨®n de conciencia como opci¨®n personal de muchos no reduce en modo alguno la militarizaci¨®n de un pueblo y que el servicio civil encaja f¨¢cilmente en los planes militares de defensa.
Esta l¨®gica ha llevado a los objetores del Movimiento de Objeci¨®n de Conciencia a negar su colaboraci¨®n en la continuidad del servicio militar y en la implantaci¨®n de un servicio civil. Y no se trata de discutir si estos objetores tienen o no derecho a realizar este ¨²ltimo, sino que lo que hay que discutir primero es si los militares tienen alg¨²n derecho a imponer un servicio militar. Los objetores queremos que la objeci¨®n de conciencia siga significando una forma a trav¨¦s de la cual los ciudadanos dejen de renunciar a su responsabilidad y planteen un reto a la militarizaci¨®n con su desobediencia a ser educados en los valores militares. Por ello, continuaremos neg¨¢ndonos a realizar el servicio militar asumiendo una estrategia de no-cooperaci¨®n no violenta como es la insumisi¨®n.
Esta palabra de nuevo cu?o, que tanto se prodiga en las paredes de nuestro pa¨ªs, no es otra cosa que una actitud de desobediencia civil ante la conscripci¨®n (reclutamiento forzoso) y se traduce en la negativa a incorporarse a filas cuando se es llamado a cumplir con el servicio militar. Los j¨®venes insumisos, por tanto, no se esconder¨¢n Para evitar la represi¨®n que origina su desobediencia a la ley, sino que exigir¨¢n de los militares y el Gobierno ser exonerados de esa obligaci¨®n militar, algo que, de ser conseguido, significar¨¢ una brecha de escape a la conscripci¨®n.
Esta postura de fuerte compromiso personal y que arriesga a duras represalias del poder militarizado (el ¨²nico preso de conciencia en nuestro pa¨ªs durante el a?o pasado ha sido un coherente objetor de conciencia) no debe identificarse en absoluto con los desbarres de una izquierda extraparlamentaria que, haciendo gala de un siempre h¨¢bil oportunismo pol¨ªtico, intenta apropiarse y explotar una vez m¨¢s un anhelo mayoritario de la sociedad. Entre los objetores insumisos hay todo un abanico de ideolog¨ªas y afinidades pol¨ªticas, a excepci¨®n, claro est¨¢, de aquellas de corte militarista. Por el contrario, al asumir estos j¨®venes la transformaci¨®n de una realidad impuesta, no deseada, lo que deben tener para lograr el objetivo com¨²n es el respaldo de todos los ciudadanos. Para cristalizarlo, el Movimiento de Objeci¨®n de Conciencia ha elaborado el Maniflesto por la abolici¨®n del servicio militar, que est¨¢ siendo presentado a todas las fuerzas sociales y pol¨ªticas, al igual que se har¨¢ llegar a todos los ciudadanos. En ¨¦l se manifiesta el absoluto rechazo de esta sociedad respecto del servicio militar, de la ley de objeci¨®n como forma represiva de perpetuar el anterior y, consecuentemente, el apoyo para con los objetores que sean represaliados por seguir la estrategia de desobediencia civil ya comentada.
Los objetores insumisos saben que hay que arriesgar algo si se quieren alcanzar mayores cotas de justicia social y por eso son coherentes con la responsabilidad civil asumida. El resto de la sociedad empiez¨¢ a despertar del obligado letargo y pide ya la desaparici¨®n de estructuras injustas y obsoletas en ejercicio de esa misma responsabilidad civil. Nuestros gobernantes deben ser sensibles a esta demanda.
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