La gangrena japonesa
DE TODOS los pa¨ªses de sistema occidental de gobierno es Jap¨®n aquel en que la alianza entre el poder y el dinero se halla m¨¢s indisolublemente ligada. A pesar de que es del dominio p¨²blico que esa alianza en muchas ocasiones viola los intereses tanto p¨²blicos como privados, no es frecuente que esa m¨¢quina tan bien engrasada se convierta en un esc¨¢ndalo de las proporciones en el que se ve sumido el primer ministro Noboru Takeshita. En las ¨²ltimas semanas la opini¨®n ha asistido a la detenci¨®n del presidente y de tres altos responsables de la firma Recruit Cosmos, as¨ª como a la dimisi¨®n de tres ministros, entre ellos el de Justicia, por un caso de insider trading, o utilizaci¨®n de conocimientos privilegiados para realizar operaciones de inmoralidad nada dudosa con esas acciones cotizadas en la bolsa.La opini¨®n p¨²blica japonesa, entre resignada y cloroformizada por el total usufructo del poder por un partido pol¨ªtico, el liberal conservador, parece que en esta ocasi¨®n se siente conmovida por un caso que, seg¨²n la mayor parte de los observadores, pone en grave riesgo la continuidad de Takeshita, que en octubre deber¨ªa tener la oportunidad de ser elegido para un segundo per¨ªodo de dos a?os al frente del Gobierno. Esa opini¨®n dio muestras recientemente de despertar de su hist¨®rica aton¨ªa al administrar una sonora derrota al candidato gubernamental en una elecci¨®n de prefectura, ante el aspirante socialista.
El Partido Liberal Conservador gana desde su creaci¨®n, en 1955, todas las elecciones, obtiene todas las mayor¨ªas y se apoya sobre una red de clientelismo financiero en las alturas y en un entramado de favores, peque?as sinecuras, compra de votos y canalizaci¨®n de la voluntad popular en una gran base rural y campesina. Ese gran partido, que goza m¨¢s que sufrir de la d¨¦bil oposici¨®n del partido socialista y de otros menores como el budista Komeito, se halla dividido en una serie de corrientes encabezadas por diversos barones, habitualmente instalados en la burocracia gubernamental. Esas corrientes, parecidas a aut¨¦nticos partidos por su independencia unas de otras, no se forman, sin embargo, en funci¨®n de tendencias ideol¨®gicas, matices dentro de un com¨²n conservadurismo doctrinal, sino de alianzas, familias, e intereses s¨®lo econ¨®micos. A su vez, las facciones negocian cu¨¢l ha de ser el primer ministro de acuerdo con un procedimiento de rotaci¨®n entre ellas, basado en su fuerza relativa por el n¨²mero de parlamentarios que poseen y de los apoyos que se prestan o mercadean unas con otras. Como consecuencia de lo anterior, su liderazgo, y por extensi¨®n el del propio primer ministro, es necesariamente d¨¦bil. Por ello, el peculiar sistema de Gobierno japon¨¦s es el del consenso constante, y la capacidad directiva de los jefes de Gobierno, muy limitada. El grupo es lo que cuenta.
El anterior primer ministro, Yastihiro Nakasone, cuyo nombre, junto con el de m¨¢s de 150 hombres p¨²blicos y financieros, aparece en la lista de relacionados con el esc¨¢ndalo, trat¨® de inspirar un liderazgo m¨¢s personal, a la vez que una presencia pol¨ªtica exterior menos opaca de su pa¨ªs, con resultados incipientes. De igual forma, Takeo Miki, primer ministro de 1974 a 1976, se construy¨® un cierto cr¨¦dito pol¨ªtico dando la batalla a esa oscuridad financiera del origen del verdadero poder en Jap¨®n, tambi¨¦n con resultados s¨®lo moderados. Existe ahora la creencia casi universal de que Takeshita no es el hombre de la visi¨®n ni de la energ¨ªa personal para realizar ese barrido de puertas para adentro en la pol¨ªtica nacional japonesa.
Si los hechos demuestran que algo est¨¢ cambiando en la estructura de poder en Jap¨®n, ello ser¨¢ una buena noticia para Occidente. La gran potencia pol¨ªtica emergente que habr¨¢ de ser el Jap¨®n del siglo XXI mal podr¨ªa reconciliarse con un Estado dominado por inercias interesadas y aplastado por la manipulaci¨®n de los intereses econ¨®micos. S¨®lo un electorado consciente de su responsabilidad podr¨¢ sentar las bases de esa renovaci¨®n a fondo del teatro pol¨ªtico nacional. Hasta entonces, la simple presencia ante la justicia de los culpables, tan bienvenida como sea por lo infrecuente, ¨²nicamente servir¨¢ para contener pero no para eliminar esa gangrena japonesa.
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