Bush pierde su primera batalla con el congreso
George Bush designar¨¢ inmediatamente un nuevo jefe M Pent¨¢gono. El Senado dict¨® anoche la hist¨®rica sentencia de rechazo, por 53 votos frente a 47, del secretario de Defensa designado, John Tower, y con ella, la primera gran derrota pol¨ªtica para un presidente que solo lleva 47 d¨ªas en la Casa Blanca. Han pasado 30 a?os desde que el Senado rechaz¨® a un miembro del Gabinete, y nunca en la historia de la rep¨²blica lo hab¨ªa hecho en los primeros 90 d¨ªas del mandato presidencial Problemas de car¨¢cter, sobre todo el alcohol, han acabado con Tower, a quien por otra parte, nadie le negaba cualificaciones profesionales para el cargo. Tower manifest¨® p¨²blicamente su amargura y rabia, dijo que regresa con "la cabeza alta" a la vida privada, en Tejas.
El vicepresidente Dan Quayle que preside el Senado, anunci¨® en tono f¨²nebre a las 16.20 de la tarde (22.10 de la noche en Espa?a peninsular) el resultado de una batalla iniciada hace dos meses. Bush fue informado de inmediato en Nueva York donde se encontraba pronunciando un discurso contra la droga. El l¨ªder de la mayor¨ªa dem¨®crata, el senador George Mitchell, advirti¨® que el voto no debe ser interpretado como una forma deliberada de da?ar al presidente.Los republicanos, en un intento calificado por los dem¨®cratas como acto de desesperaci¨®n", ofrecieron una confirmaci¨®n temporal, por seis meses, del pol¨¦mico Tower, que estar¨ªa a prueba hasta el 1 de octubre para ver si es capaz, como ha prometido de dejar de beber.
La mayor¨ªa dem¨®crata que controla el Senado, sin embargo mostro gran escepticismo ante la sugerencia, manifestando que no se puede jugar con un cargo que es el n¨²mero dos, tras el presiden te, en la cadena de mando del arsenal nuclear.
La Casa Blanca concedi¨® ayer -cuando ya era claro que les faltaban los votos para ganar- la derrota, diciendo: "Hemos dado una larga y buena batalla". No dijo que el precio pol¨ªtico pagado es tambi¨¦n muy elevado. Es el final de la carrera de Tower, un ex senador tejano de 63 a?os, amigo personal de Bush, experto en cuestiones de seguridad y arrastrado al abismo por su excesivo amor al whisky, su comportamiento "mujeriego" y el tr¨¢fico de influencias. Es tambi¨¦n una seria advertencia y una humillaci¨®n al presidente de parte de un Congreso que rompe, brusca y dram¨¢ticamente, la luna de miel pol¨ªtica con el Ejecutivo.
George Bush se ha negado hasta el final a admitir la derrota y ha convertido la confirmaci¨®n de John Tower en una batalla por la opini¨®n p¨²blica y por salvar su propia imagen como presidente. Se trataba ya menos de rescatar a Tower, a quien la aritm¨¦tica bipartidaria condenaba a una derrota anunciada, que a Bush, que no pod¨ªa permitir un prematuro diagn¨®stico de presidente d¨¦bil. Pero esta batalla, iniciada en diciembre, contra el consejo de algunos de sus m¨¢s importantes asesores, ha desgastado a Bush.
Un villano menos malo
Los dem¨®cratas, que tienen una mayor¨ªa de 55 a 45 en el Senado, llevaban d¨ªas dici¨¦ndole a la Casa Blanca que no prolongara la agon¨ªa de Tower y pidiera un voto definitivo en la alta C¨¢mara. Pero los l¨ªderes republicanos en el Senado han optado por prolongar esta batalla hasta el l¨ªmite, convencidos de que el p¨²blico comenzaba a preguntarse por la justicia de esta inquisici¨®n p¨²blica, en la que el villano, al aparecer tanto contra las cuerdas, ya parec¨ªa menos malo. Tambi¨¦n han tratado de elevar el debate por encima del grado de alcoholemia o compulsi¨®n por las faldas que sufre el ex senador Tower, confiando en que salga perjudicado y debilitado el Congreso, que no controlan, lo que facilitar¨ªa los pr¨®ximos encontronazos de Bush con el legislativo sobre pol¨ªtica exterior y el presupuesto.
Esto explica su intento de reconducir el caso, con el apoyo expl¨ªcito de Bush, a una batalla pol¨ªtico constitucional en la que se presenta a la oposici¨®n como limitando la prerrogativa presidencial de decidir a qui¨¦n quiere tener en su Gabinete.
A pesar de que los republicanos hab¨ªan conseguido que tres senadores dem¨®cratas de los cinco que necesitaban para ganar incluido el prestigioso Lloyd Bentser, ex candidato a la vicepresidencia con Dukakis- se pasen a su bando y voten la confirmaci¨®n de Tower, al presidente le faltaban a¨²n dos senadores mas para lograr, con la ayuda de Dan Quayle, que preside el Senado, el voto n¨²mero 51, necesario para situar al pol¨¦mico pol¨ªtico tejarlo en el Pent¨¢gono. "Esto ha ido demasiado lejos y ustedes lo saben; no tienen los votos suficientes" , advirti¨® el l¨ªder de la mayor¨ªa dem¨®crata, George Mitchell. A final, una republicana se sum¨® sorpresivamente al grupo dem¨®cr ita: Naney Kassebaum, de Kanas, con lo que los votos contra Tower se elevaron a 53.
Pero los republicanos han jugado, adem¨¢s de con el truco de una confirmaci¨®n temporal, con el ¨²ltimo conejo de llevar a Tower al Senado para que, en una dram¨¢tica aparici¨®n sin precedentes, se defienda de lo que califican "caza de brujas maccartista" y "ases nato de personalidad". La Casa Blanca insisti¨® hasta ayer en que no est¨¢ preparando otros candidatos, pero ya suenan varios nombres para dirigir un Pent¨¢gano que vegeta sin cabeza.
Un final de perdedores
Y en medio de la pelea, el diminuto Tower, prometiendo que se ha corregido y dispuesto a ser pasado a cuchillo, "como los ¨²ltimos de El ?lamo", antes de tirar la toalla Este espect¨¢culo s¨®lo es posible con un Parlamento disefiado p( r los padres fundadores como contrapoder de un Ejecutivo al que no se quer¨ªa muy fuerte. Pero el esultado no es excesivamente edificante, y todos sus actores conceden que, finalmente, s¨®lo hay perdedores.
La ¨²ltima historia contra Tower es su visita hace a?os a una base a¨¦rea de Tejas, adonde lleg¨®, al parecer, borracho y, presuntamente, descans¨® sus manos en los pechos y culo de dos servidoras del Pent¨¢gono.
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