Lucha contra reloj para la paz en Sud¨¢n
500.000 personas, al borde de la muerte por hambre, v¨ªctimas de la guerra civil y la sequ¨ªa
Fue necesario que el Ej¨¦rcito tomara cartas en el asunto, amenazando con un golpe de Estado, para que el primer ministro sudan¨¦s, Sadiq el Mahdi, accediera el pasado fin de semana a dar pasos para negociar la paz con la guerrilla de animistas y cristianos que luchan desde hace seis a?os en el sur del pa¨ªs. Su intervenci¨®n se ha unido a la carrera contra el tiempo de los sindicatos, las fuerzas pol¨ªticas de oposici¨®n y los aliados occidentales, como EE UU y la CE. El objetivo es impedir la inminente reanudaci¨®n de las operaciones guerrilleras que amenazan con descomponer el pa¨ªs y sentenciar a muerte por hambre a 500.000 sudaneses.
"Este a?o esperamos una cosecha de 40 millones de sacos de sorgo -cada saco tiene unos 80 kilos-" explicaba recientemente a la enviada especial de EL PA?S un funcionario sudan¨¦s, al mostrar con orgullo el funcionamiento de uno de los dos silos donde se almacenan las reservas de cereales. El edificio, situado en Gedarif, a unos 700 kil¨®metros de la capital, Jartum, es una isla de cemento entre las caba?as con techos de paja del poblado donde los camellos hacen girar sin cesar las muelas de las almazaras. "La mitad de esta cosecha es suficiente para hacer frente a las necesidades del pa¨ªs; el resto lo exportaremos", a?ade el encargado, desmintiendo los informes presentados por su Gobierno sobre los efectos catastr¨®ficos causados por la sequ¨ªa, las inundaciones y las plagas de langosta de los ¨²ltimos meses.El hambre, sin embargo, no es s¨®lo un pretexto para justificar la demanda de ayudas internacionales, de las que depende la econom¨ªa de Sud¨¢n, uno de los tres pa¨ªses del mundo con mayor potencial en cereales y, parad¨®jicamente, tierra de hambruna end¨¦mica. La escasez de v¨ªveres en los comercios de Jartum alienta la intifada que con intermitencias, y bajo la direcci¨®n de los poderosos sindicatos y fuerzas pol¨ªticas de la oposici¨®n, se ha adue?ado de las calles de la capital desde el pasado diciembre.
Pero las dificultades de los capitalinos son un p¨¢lido reflejo de la verdadera tragedia que se cuece en el Sur del pa¨ªs donde, desde hace seis a?os, se desarrolla la nueva fase de la guerra civil entre los guerrilleros animistas y cristianos del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n del Pueblo de Sud¨¢n (ELPS) y las tropas del Gobierno, tradicio nalmente dominado por las etnias ¨¢rabes musulmanas, que constituyen el 75% de la pobla ci¨®n sudanesa.
All¨ª, tanto el ELPS como el Ej¨¦rcito han utilizado la hambruna como arma de guerra. La mala gesti¨®n del Gobierno, la corrupci¨®n y la dificultades en la red de transportes redondean el drama. "El Gobierno utiliza el sufrimiento de nuestro pueblo para pedir ayudas, que luego, por miedo a que caigan en manos de los rebeldes, no les hace llegar; y la guerrilla, por su parte, tambi¨¦nlos condena a la muerte al robar sus cosechas e impedirles que cultiven, con el fin de que los afi, mentos no alivien la situaci¨®n del ej¨¦rcito", explica, por su parte, Oliver Dalcu, un funcionario procedente de Juba, la capital del Sur, que desde hace meses se halla sitiada por los rebeldes.
La situaci¨®n fue particularmente grave durante el verano, cuando, para contrarrestar una nueva ofensiva rebelde, el Gobierno impidi¨® a las organizaciones de ayuda internacional efectuar sus suministros de alimentos por v¨ªa a¨¦rea, la ¨²nica segura en aquellas zonas, donde las tropas regulares se hallan arrinconadas en las zonas urbanas.
"Unas 8.000 personas muneron en la ciudad de Aweil entre .junio y noviembre, incluidos todos los ni?os menores de cinco a?os. En Juba, s¨®lo en los dos hospitales de la ciudad hubo un promedio de 20 ni?os muertos por d¨ªa, lo que consideramos una cifra insignificante frente a todos aquellos que se apagaron en sus casas fuera del alcance de nuestra contabilidad", a?ade Daku.
Primer paso
La necesidad de dar un primer paso hacia el fin de la guerra -que se calcula que ha costado ya la vida a un mill¨®n de sudaneses, y le supone unos gastos diarios al Gobierno de 120 millones de pesetas-, fue lo que llev¨® al l¨ªder del segundo partido isl¨¢mico sudan¨¦s, Mohamed Osman el Mirghani, a firmar un acuerdo, el pasado noviembre, con el jefe de la guerrilla, John Garang.
En este pacto, Mirghani, entonces miembro de la coalici¨®n gubernamental, acced¨ªa a la abolici¨®n de la Sharia -la ley cor¨¢nica vigente en el pa¨ªs desde 1983-, que para los sure?os cristianos sintetiza la pol¨ªtica de marginaci¨®n y conculcaci¨®n de sus derechos ejercida desde Jartum por la mayor¨ªa musulmana en su contra.
La estrategia adoptada por Mirghani para que se unieran al acuerdo de paz el partido gubernamental de la Un¨ªrna, de Sadiq el Mahdi, y el Frente Isl¨¢mico Nacional -fundamentalista de Hasan el Turabi, no dio resultados. El Parlamento elegido en unas consultas celebradas en 1986, de las que quedaron excluidas las fuerzas pol¨ªticas del sur, se neg¨® a ratificar el acuerdo. Mirghani retir¨® su partido de la coalici¨®n gubernamental dejando, cara a cara, a Mahdi y su aliado y cu?ado Turabi al frente del pa¨ªs.
La inminencia de la estaci¨®n de las lluvias, que suele comenzar en abril, la ¨¦poca ideal para las operaciones guerrilleras del ELPS, ha puesto en marcha una carrera contra reloj en varios frentes.
La reciente ca¨ªda de la ciudad sure?a de Turit, a manos de los rebeldes, demuestra que la guerrilla, ante la negativa a negociar un acuerdo de paz, est¨¢ prepar¨¢ndose para una nueva ofensiva a gran escala. Las hostilidades y el consiguiente corte de los suministros de ayuda se teme que acabe con la vida de medio mill¨®n de personas.
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