Una mala apuesta
LA NEGATIVA del Senado estadounidense a confirmar el nombran-fiento de John Tower como secretario de Defensa significa un rev¨¦s pol¨ªtico de primer orden para el presidente Bush, cuando su Administraci¨®n ap¨¦nas ha echado a andar. De la votaci¨®n en el Senado, el presidente debiera sacar para el futuro una ense?anza importante; a diferencia de lo que ocurri¨® con su predecesor, el actual inquilino de la Casa Blanca tiene que operar con la realidad de que la mayor¨ªa de la que disponen los dem¨®cratas en ambas c¨¢maras del Congreso ejercer¨¢ una oposici¨®n real. Los tiempos de las iniciativas bipartidarias est¨¢n llamados a desaparecer: ni Bush posee la habilidad personal que Reagan desplegaba para ganar lealtades individuales cada vez que necesitaba ganar una votaci¨®n importante ni los l¨ªderes dem¨®cratas est¨¢n dispuestos a dejarse seducir por el aparente nuevo estilo que el presidente quiere imprimir a su Administraci¨®n.En este primer envite, el nuevo presidente ha sobrestimado sus fuerzas. Probablemente no era ¨¦ste el momento m¨¢s oportuno -con una Administraci¨®n balbuciente y con una enorme n¨®mina de problemas pendientes: presupuesto, defensa, pol¨ªtica exteriorpara plantear un pulso con el Congreso. Pero ya que Bush estaba dispuesto a dar esta primera batalla, podr¨ªa haber elegido mejor causa. El pasado del senador Tower -sus relaciones con los grandes conglomerados industriales de armamento, no su afici¨®n por las mujeres y por el alcohol- no dignifica precisamente la pat¨¦tica cruzada del presidente.
Lo m¨¢s preocupante de este episodio es que Estados Unidos, mes y medio despu¨¦s de estrenar Administraci¨®n, sigue sin pol¨ªtica de defensa cuando acaban de comenzar las conversaciones de Viena para la reducci¨®n de armamento en Europa y estamos en v¨ªsperas de una cumbre de la OTAN que puede ser crucial para el desarrollo de todo el proceso de desarme. Mientras tanto, la diplomacia sovi¨¦tica se muestra cada vez m¨¢s activa precisamente en este campo.
El episodio Tower viene a confirmar que la luna de miel entre el presidente y la opini¨®n p¨²blica de su pa¨ªs ha concluido definitivamente. Para muchos, ese famoso nuevo estilo de la actual. presidencia podr¨ªa estar ocultando una cierta incapacidad para la acci¨®n.
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