La victoria de un extra?o profeta
El coloquio internacional Los l¨ªmites de la filosof¨ªa, celebrado la semana pasada en Madrid, ha girado en torno a dos figuras, Martin Heidegger y Ludwig Wittgenstein,coincidiendo con el centenario de su nacimiento. La pol¨¦mica desencadenada por el libro de V¨ªctor Farias Heidegger y el nazismo clausur¨® el coloquio.
El hombre es un animal racional, dice la filosof¨ªa cl¨¢sica. Es una definici¨®n excesiva si el hombre osa mirarse en el espejo de la historia, que tiene m¨¢s de animal que de racional. Puede, sin embargo, que haya espec¨ªmenes humanos mod¨¦licos en esa racionalidad. Y ?qu¨¦ otra cosa puede animar la celebraci¨®n de los centenarios de Wingenstein y Heidegger, organizados por el Instituto Alem¨¢n de Madrid, si no la secreta esperanza de que ellos sean ejemplos de res cogitantes? Con ese ¨¢nimo arrancaba la reflexi¨®n de P. Sloterdift, una estrella creciente en el firmamento alem¨¢n, autor de una burlona cr¨ªtica de la raz¨®n c¨ªnica". Empresa ardua en el caso de Heidegger, a quien la opini¨®n p¨²blica ha condenado por su filonazismo. Sloterdijk prefiere, sin embargo, entrar en el mundo de Heidegger y seguir pensando su pensamiento. Su fresca mirada descubre dos cosas: que la existencia es de los existentes y la palabra, de los hablantes. No hay profesionales que sepan m¨¢s. Todos somos aficionados. Y la segunda: de la raz¨®n hace uso el hombre (animal) en casos excepcionales, obligado por las circunstancias. Heidegger se empe?a en hacer del pensar la tarea de a vida. Pensar no es poder, sino una llamada. Una no disimulada simpat¨ªa por la filosof¨ªa heidegeriana le invitaba a "comprender a Heidegger", un hombre que esde ni?o vivi¨® extra?ado en el mundo, incapaz de recordar sue?os, a la b¨²squeda constante de rescatar lo olvidado. Puede que, a la postre, Heidegger no fuera un animal racional, pero s¨ª uno que intent¨® serlo.R. Augstein, el c¨¦lebre director de Der Spiegel, no estaba por esa condescendencia (no lo estaba en su ponencia, ya que ¨¦l no pudo venir). ?Ser¨¢ verdad que Heidegger, como dicen los libros de texto en Francia, es el fil¨®sofo m¨¢s importante del siglo? Augstein responde indirectamente. Quien tan apolog¨¦ticamente habl¨® del nazismo, sin que mereciera el m¨¢s m¨ªnimo reconocimiento personal del f¨²hrer, quien nunca mencion¨® a Auschwitz, quien sistem¨¢ticamente manipul¨® su pasado; quien tuvo la mala idea de dedicar "ser y tiempo" a su buen protector, Husserl, a sabiendas de que la obra iba contra Husserl; quien a la pregunta de Jaspers "?c¨®mo semejante cateto (Hitler) pod¨ªa gobernarles?", respond¨ªa (Heidegger): "Observe usted sus maravillosas manos": ¨¦se no puede ser el n¨²mero uno. Y vale lo que dec¨ªa L?with de "ser y tiempo": que no sabe uno si colocarlo en la estanter¨ªa junto a la F de filosof¨ªa o la F de fascismo.
En la misma onda se mov¨ªan dos brillantes franceses, Luc Ferry y Alain Renaut, quienes se esfuerzan por aclarar el extra?o destino de Heidegger en Francia. "?C¨®mo es posible", se preguntaban, "que sean intelectuales jud¨ªos de izquierda los que en Francia defienden a Heidegger?". Se refer¨ªan a una pol¨¦mica que apasiona a los medios de comunicaci¨®n, desencadenada por la publicaci¨®n en franc¨¦s del libro de V¨ªctor Farias Heidegger y el nazismo. La explicaci¨®n la ve¨ªan en la quiebra del marxismo. Si en los a?os cuarenta y cincuenta no hab¨ªa intelectual franc¨¦s que no fuera o comunista o compa?ero de Waje, hoy no hay uno solo que ose serlo. Heidegger, les vino en ayuda. La percha a la que se agarraron no fue otra que la cr¨ªtica heideggeriana de la t¨¦cnica, una cr¨ªtica pertinente que hoy se ve corroborada por el consumismo, la cultura de masas y el fracaso del pensamiento. Lo que no quieren ver los pretendidos intelectuales franceses de ¨ªzquierda es que la cr¨ªtica heideggeriana al mundo de la t¨¦cnica es la cr¨ªtica radical de la modernidad, es decir, tambi¨¦n de la democracia. Heidegger es m¨¢s coherente que sus ep¨ªgonos.
Otto P?ggeler y Hugo Ott, dos de los mejores conocedores de Heidegger, hablaron de Heidegger y la teoleg¨ªa. Contaba P?ggeler c¨®mo Husserl al recibir unos dineros despu¨¦s de la I Guerra Mundial separa una suma para que el asistente Heidegger pueda comprarse las obras completas de Lutero. Husserl se promet¨ªa lo mejor de este "fil¨®sofo cat¨®lico pero que -piensa totalmente en luterano". Heidegger se presenta como un excelente conocedor de la escol¨¢stica, de Lutero y de los modernos (Gogarten y Barth).
Lectura de san Juan
Con Bultmann hace planes con juntamente juntos leen a san Juan los s¨¢bados por la tarde ?Se embarcar¨ªa Heidegger en la aventura bultmanniana de una nueva interpretaci¨®n existencial de la fe o proclamar¨ªa con Nietzsche la muerte de Dios, y con ella la de toda la teolog¨ªa? Su crisis religiosa le despeja el camino: rechaza el sistema del catolicismo, pero asume el cristianismo y la metaf¨ªsica. De ese cristia nismo, Heidegger extrae catego r¨ªas fundamentales para su filosof¨ªa. Estud a la "cuesti¨®n hermen¨¦utica" de la teolog¨ªa, que trata de establecer la relaci¨®n entre la verdad de la Escritura y el pensamiento especulativo y le sirve de clave para su relaci¨®n entre el lenguaje y el ser. De Buenaventura aprende que el ser es, en relaci¨®n al ente, el no-ser. De Buenaventura aprende que el ser es, en relaci¨®n al ente, el no-ser, la nada. En su Introducci¨®n a la metaf¨ªsica compara el logos de san Juan y el logos presocr¨¢tico y fija la diferencia entre un logos que es ente (el Hijo de Dios) y otro que le funda (Her¨¢clito). Tras su acercamiento a la m¨ªstica de Eckart y santa Teresa, entiende que en la experiencia religiosa se dan dos momentos que son los del acceso al ser: que ese encuentro es intuitivo y no racional; que es gratuidad absoluta y no puede ser exigida por el ente. Con la m¨ªstica y de la mano de Nietzsche , Hegel se aleja de la teolog¨ªa. Ya ha optado "entre Dionisios y el Crucificado". "Europa", dice Heidegger, "se agarra desesperadamente a la democracia y no puede darse cuenta de que eso significa su muerte hist¨®rica".
Nadie pone en duda que Heidegger sea un pensador fuera de lo com¨²n. Lo extra?o del dest¨ªno heideggeriano, sin embargo, tal y corno dec¨ªa Apel, no es que hoy est¨¢ en el candelero, no porque se haya impuesto su fundamentaci¨®n del ser, sino su destrucci¨®n de la modernidad. Heidegger vive hoy en los posmodemos italianos, posmetarisicos franceses y neopragm¨¢ticos americanos. Cien a?os despu¨¦s de su muerte, est¨¢ a punto de convertirse en la figura del siglo. El libro de un chileno, sin embargo, puede amargarle la victoria.
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