Garc¨ªa M¨¢rquez recrea en Bol¨ªvar, protagonista de su ¨²ltima novela, el desencanto tras el poder
Hoy se distribuye en Espa?a la novena obra narrativa del autor, 'El general en su laberinto'
PEDRO SORELA El ¨²ltimo viaje de Sim¨®n Bol¨ªvar, un hombre que al morir hab¨ªa recorrido a caballo el equivalente- a dos veces la vuelta al mundo, le llev¨® desde Santa Fe de Bogot¨¢, capital de Colombia encaramada a 2.600 metros sobre el nivel del mar, hasta Santa Marta, en la costa del Caribe y centro de la regi¨®n que ser¨ªa posible se?alar con l¨¢piz sobre un mapa con el nombre de Macondo si estuviera permitido confundir ficci¨®n con realidad.
Esa es una de las aproximaciones posibles a la nueva obra narrativa de Garc¨ªa M¨¢rquez: si el escritor declar¨® en su d¨ªa que nunca ha escrito una l¨ªnea no emparentada con la realidad, en esta ocasi¨®n est¨¢ m¨¢s emparentada que nunca, hasta el extremo de que el lector duda de forma constante sobre si est¨¢ leyendo novela o historia. Ambas, seguramente. El herm¨¦tico secreto del tema del nuevo libro de Garc¨ªa M¨¢rquez comenz¨® a trascender precisamente por la amplitud y el detalle de las investigaciones sobre Bol¨ªvar que el escritor llevaba a cabo -un esbozo de las cuales se puede percibir en el cap¨ªtulo de agradecimientos-, y que le llev¨®, como V¨ªctor Hugo a Waterloo para Los miserables, a visitar al detalle algunos de los escenarios bolivarianos. Fue en una de esas pesquisas, en Venezuela, cuando sufri¨® un grave accidente de coche.Bol¨ªvar emprende su viaje, en mayo de 1830, enfermo y muy cansado por su constante empe?o de Pen¨¦lope de tejer sin pausa la unidad continental, que no fue comprendida y contra la que conspiraron diferentes ideas pol¨ªticas y, tambi¨¦n, en la paz civil (que nunca existi¨® realmente), las peque?as ambiciones caciquiles de quienes hab¨ªan sido h¨¦roes en la guerra. En su novela, Garc¨ªa M¨¢rquez toma partido por Bol¨ªvar, h¨¦roe pero h¨¦roe derrotado, enfermo, solo: un personaje hist¨®rico bastante distinto al gallardo guerrero, redactor de constituciones y creador de pa¨ªses que los ni?os aprenden a venerar en la Am¨¦rica que ¨¦l independiz¨® de la colonizaci¨®n espa?ola: lo que hoy son Venezuela, Colombia, Panam¨¢, Ecuador, Per¨² y Bolivia, y que para ¨¦l s¨®lo era el n¨²cleo de una ¨²nica y posible patria fuerte desde R¨ªo Grande hasta Cabo de Hornos.
Un general coste?o
La simpat¨ªa de Garc¨ªa M¨¢rquez por Bol¨ªvar tiene varios frentes: la comprensi¨®n por un hombre que con d¨¦cadas de adelanto no quiso caer en la entelequia de las fronteras en una Am¨¦rica evidentemente parecida. El escritor, izquierdista notorio, ha mantenido la mi.sma actitud en su vario e indiscriminado apoyo a causas revolucionarias distantes, como la Nicaragua sandinista o la Cuba de Castro.
Pero adem¨¢s -y no e poco-, Bol¨ªvar es un coste?o, un caribe, la patria cultural de la que el escritor colombiano se recla ma cada vez con mayor fuerza Bol¨ªvar era en origen un terrateniente criollo de Caracas que lle vaba en sus venas sangre negra del cruce de uno de sus ancestros con una esclava -es decir, el mulatismo m¨¢s propio de la cos ta frente al mestizaje mayoritario en el interior- y, como el autor repite a lo largo del libro, su acento es "crudo" y no tiene ni rastro de Ia viciosa dicci¨®n de los andinos". Su rival, el enemigo que intriga contra ¨¦l en la desor denada rep¨²blica que sigue a la independencia, es Francisco de Paula Santander, otro criollo rico e ilustrado, perteneciente a la aristocracia colonial de Bogot¨¢: el autor le reconoce su segundo lugar en el escalaf¨®n -era buen soldado y mejor legislador- pero le atribuye desde el comienzo todos los defectos que ¨¦l ve en los cachacos (los andinos), y que detesta: la solemnidad, el formalismo, la melancol¨ªa de la llovizna de los p¨¢ramos que rodean a Bogot¨¢, ciudad Iejar¨ªa y turbia", la llama el escritor, "donde me sent¨ª m¨¢s forastero que en ninguna otra desde la primera vez". La primera vez fue cuando lleg¨® como escolar becado en un colegio de Zipaquir¨¢ muy cerca de la capital, y le entristecieron el fr¨ªo, la lluvia y los trajes oscuros de los cachacos.
El tercer aspecto de la simpat¨ªa del escritor estriba en que Bol¨ªvar podr¨ªa ser uno de sus personajes, y el m¨¢s caracter¨ªstico y constante de todos ellos: el viejo guerrero al cabo de sus victorias, desencantado y solitario. Bol¨ªvar, en El general en su laberinto, est¨¢ emparentado con el coronel que espera la pensi¨®n que se le debe a su lealtad; con el coronel Aureliano Buend¨ªa, envuelto en mantas, aislado por un c¨ªrculo de tiza y guerreando para acabar la guerra; y con el viejo patriarca, tambi¨¦n, aislado entre los c¨ªrculos conc¨¦ntricos de su poder. Una vieja obsesi¨®n de Garc¨ªa M¨¢rquez, la del poder, que se remonta a sus tiempos de periodista en Caracas, cuando vio a uno de los generales del ca¨ªdo P¨¦rez Jim¨¦nez huyendo de espaldas por el sal¨®n de un palacio. En otra cr¨®nica period¨ªstica, a?os antes hab¨ªa descrito al general Rojas Pinilla, entonces presidente colombiano, pensativo tras la lluvia que contemplaba desde una de las ventanas del palacio de San Carlos; el mismo del que tiene que huir Bol¨ªvar, una noche de lluvia, para escapar de una conspiraci¨®n.
Los gui?os del novelista
P. S. Los lectores de Garc¨ªa M¨¢rquez apreciar¨¢n en El general en su laberinto algunas novedades -una cita en la puerta, por ejemplo, o una mayor confianza en el di¨¢logo, recursos poco utilizado en otros libros por la creencia de que en castellano suena m¨¢s bien falso-, pero de todas formas reconocer¨¢n al m¨¢s cl¨¢sico de los Garc¨ªa M¨¢rquez: una prosa de poeta, palabra a palabra, y con su intenci¨®n de evocar y sugerir; el talento de ofrecer lo fant¨¢stico con naturalidad (lo que llaman realismo m¨¢gico), y la abundancia de gui?os privados, caracter¨ªs,tica de un autor que, asegura, escribe para que sus amigos lo quieran m¨¢s. As¨ª, la novela de Bol¨ªvar es, tambi¨¦n, como las otras, un fragmento de autobiograf¨ªa. Aunque introducida para corregir un error, la escena de las guayabas es un gui?o: para el escritor, el olor de la guayaba resume el tr¨®pico.
No es ninguna casualidad que el final de este libro evoque el de Cien a?os de soledad, ni que la Cartagena a la que llega Bol¨ªvar, que no es "ni sombra" de los tiempos del oro", recuerde el Macondo abandonado por La hojarasca tras la fiebre del banano. Tampoco lo es que Manuelita S¨¢enz, la amante de Bol¨ªvar, termine su vida, como Aureliano cor, sus pescaditos de oro, fabricando animalitos de dulce.
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