El Madrid vivi¨® con angustia su clasificaci¨®n

El Real Madrid se clasific¨® para las semifinales de la Copa de Europa con un nudo de angustia en la garganta. Desconocido, lejos de su imagen arrolladora e imaginativa, el Madrid se encontr¨® con un PSV Eindhoven que defendi¨® con dignidad su condici¨®n de campe¨®n de Europa hasta el final, hasta el ¨²ltimo minuto de la pr¨®rroga. Un penalti inexistente abri¨® el camino de las semifinales -el ¨¢rbitro se trag¨® otro clar¨ªsimo de Koeman a Llorente en la pr¨®rroga-, y una mano celestial del olvidado Agust¨ªn se interpuso entre el cabezazo de Lerby y el final de un sue?o europeo. Pero no fue una noche m¨¢gica. Quiz¨¢s porque Beenhakker quiso aportar su genialidad particular dejando en el banquillo al m¨¢s m¨¢gico de los madridistas, Butrague?o, para sacarle a cinco minutos del final cuando ya nada aportaba al partido. Butrague?o no merec¨ªa ese trato.Comienza a quedar claro que el Madrid, tras el bacatazo de la pasada temporada, padece un cierto s¨ªndrome europeo. Tiene el mismo equipo, con el a?adido de un Schuster que funciona, y sus hombres cuentan con un a?o m¨¢s de experiencia. Pero ni contra el PSV, ni antes frente al Gornik, han destapado todas sus virtudes. Parece como si el Madrid controlase sus pulsaciones, como si evitase el desmelenamiento ofensivo que marca su personalidad. El PSV dio la talla como equipo, pero, tanto en la ?da como anoche, ha quedado un cierto regusto amargo en el ambiente. Como si el Madrid, por conservadurismo, hubiese perdido la oportunidad de clarificar la eliminatoria antes de una pr¨®rroga angustiosa.
El PSV ten¨ªa los hombres justos para el partido. Y Guus Hiddink, su entrenador, los orden¨® certeramente para frenar una presunta avalancha ofensiva. No lleg¨® la avalancha, porque el Madrid fue incapaz en la primera parte de superar el esquema defensivo holand¨¦s. El Madrid trat¨® de calentar el partido, pero el PSV logr¨® enfriarlo muy pronto. La introducci¨®n de Paco Llorente, pese a su excelente momento de forma, no dio resultado positivo. En la banda izquierda hab¨ªa overbooking -Gordillo tuvo que renunciar a su tradicional juego de internadas ag¨®nicas-, y en el centro faltaba la picard¨ªa de Butrague?o. Beenhakker dijo que le sacrific¨® para cerrar las bandas a los laterales del PSV, pero ese es un razonamiento conservador, de repliegue, de control defensivo, que no casa con la imagen alegre y ofensiva que le ha dado al Madrid una personalidad ¨²nica en Europa.
Con unos marcajes individuales efectivos -en los que destacaron Van Aerle con Hugo, y Gerets con Paco Llorente-, y unas ayudas constantes -sobre todo un Koeman muy oportuno en el cruce-, el PSV s¨®lo dej¨® tirar dos veces a puerta a los madridistas: un disparo lejano (m. 9) y otro cercano y sin ¨¢ngulo (m. 18), ambos de Schuster. Pero en los dos, como en todas las ocasiones del partido -excepto los dos goles en tiros a bocajarro-, surgi¨® un Lodewijks mucho m¨¢s capaz de lo que se anunciaba.
El problema del esquema del PSV es que s¨®lo serv¨ªa para defender, y, con 1-1 en el partido de ida -el Madrid se beneficiaba del doble valor de los goles en campo contrario-, el equipo holand¨¦s estaba obligado a marcar un tanto para clasificarse. Para esa tarea s¨®lo confiaba en un Romario muy solitario y en el juego inteligente de Vanenburg.
El partido se mantuvo controlado por el PSV en la segunda parte, ya con Koeman adelantado en el centro del campo y Lerby ocupando su lugar en la defensa. El ritmo comenz¨® a acelerarse, con llegadas m¨¢s claras en ambas ¨¢reas. Fueron los mejores momentos de la noche, pero Llorente (m. 47), Romario (m. 51), Sanchis (m. 53) y Gordillo (m. 64) fallaron ocasiones clar¨ªsimas. La inercia del partido, que iba inclin¨¢ndose a favor de Madrid, fue rota por el penalti, inteligentemente interpretado por Michel e ingenuamente silbado por Vautrot. Todo parec¨ªa encaminarse hacia el desenlace, cuando Romario aprovech¨® un bal¨®n suelto para lograr el empate y la pr¨®rroga, casi evitada por un gol de Gordillo (m. 89), anulado por fuera de juego.
La angustia creci¨® en las gradas, mientras Butrague?o, que comenz¨® a calentar en el minuto 91, era recibido con aplausos un¨¢nimes. Los dos equipos llegaba cansados, y los huecos comenzaban a abundar. Era una situaci¨®n propicia para los madridista, m¨¢s h¨¢biles en el uno contra uno. Pero el Madrid segu¨ªa jugando sin alegr¨ªa, sin esas avalanchas por la derecha (de Michel, muy apagado en su apartado ofensivo), por la izquierda (de Gordillo), por el centro (de Mart¨ªr, V¨¢zquez, Hugo o el todav¨ªa ausente Butrague?o), que tanto marean a los contrarios.
Fue en una jugada aislada, en un bal¨®n retenido por Hugo, muy guerrillero toda la noche, y cedido inteligentemente a Mart¨ªn V¨¢zquez, que lanz¨® un disparo con toda su rabia acumulada que rompi¨® la igualdad.
Tampoco fue el final de una noche largu¨ªsima. Un cabezazo mortal de Lerby (m. 112) fue desviado por un manotazo intuitivamente genial de Agust¨ªn cuando ya se encaminaba hacia la red y hacia la eliminaci¨®n del Madrid. Un suspiro colectivo se elev¨® desde el Bernab¨¦u hacia el cielo. El susto fue tremendo, y Butrague?o, en su aparici¨®n fantasmag¨®rica, pas¨® desapercibido. El manotazo de Agust¨ªn clasific¨® al Madrid para las semifinales, aunque lo hizo con m¨¢s angustia y menos virtudes que el a?o pasado.
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