En el laberinto
No hay durante estos d¨ªas, en toda Valencia, un trasto m¨¢s in¨²til que el despertador. Mientras sonaba el tel¨¦fono, en este barrio ya ¨ªbamos por el sexto pasadoble, tres docenas de perros segu¨ªan enloqueciendo en los balcones, y hasta las alarmas de los comercios han acabado de sumarse, sirena a sirena, a la madrugadora locura colectiva.Como ves, no ha de preocuparte llamar tan temprano aunque sea para anunciarme con gozo, -por tu parte-, inmediata visita a Valencia. Insistes, adem¨¢s, en quedarte "hasta el ¨²ltimo momento".
Explicas que esta vez no te conformas con verlas ah¨ª, en jarras en medio del caos, desafiantes, sordas al improperio del taxista. Sabes que cada a?o es lo mismo, pero quieres comprobar, peg¨¢ndote a la danza de las llamas, "que no son las mismas".
Y tanto que no, aunque algunas verdaderamente parezcan haberse equivocado no s¨®lo de d¨¦cada, sino incluso de siglo. Hoy, por ejemplo, te presentar¨¦ en Na Jordana a una alcaldesa reci¨¦n estrenada y no por ello menos candidata a la hoguera, -y ahora p¨²dicamente tapada, aunque nacida desnuda-
El a?o que viene comprobar¨¢s qu¨¦ buen combustible hacen los programas de la televisi¨®n aut¨®noma y el siguiente, las Olimp¨ªadas.
Ya que te empe?as, ven. Esnifa el vapor de la p¨®lvora e imagina que tu caja tor¨¢cica es el tambor de una banda. Pon el dedo en las brasas y conv¨¦ncete de una vez de que es cierto que cada a?o las quemamos, y dentro de 12 meses podr¨¢s quedarte tranquilamente ante la pantalla, con la certidumbre de que no ves s¨®lo efectos especiales. Habr¨¢s vivido ya "la opulenta conflagraci¨®n final" de Joan Fuster, que es la ¨²nica verdad verdadera de toda la fiesta.
Por lo dem¨¢s, renuncia a hacer preguntas o no esperes recibir respuestas sensatas. Aprende, como mucho, que en este rinc¨®n del mundo nos gusta jugar con fuego, y hasta que nos quemen, si es necesario.
As¨ª que, si no cambias de opini¨®n, te espero en el laberinto. Y ya veremos por d¨®nde salimos.
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