Aunque el cuento se vista de seda

Al espectador que hasta la fecha desconociera la obra de Eric Rohmer y estas semanas la est¨¦ siguiendo a trav¨¦s de su ciclo de los lunes tal vez le sorprender¨¢ una pel¨ªcula como La marquesa de O. Se trata, en efecto, de un par¨¦ntesis en su filinografia, un salto moral sin red prolongado por su siguiente pel¨ªcula, la at¨ªpica Perceval le Gallois, t¨ªtulos que dividen sus dos per¨ªodos de peso, el de los cuentos morales y el de las comedias y proverbios, y que sirvieron para dar gusto a la vena literaria del cultivado profesor: Heinrich von Kleist en un caso, Chr¨¦tien de Troyes en el otro; gusto que pasa a su vez por la fidelidad a las l¨ªneas maestras de los relatos, apoyada, en La marquesa de O, en una exquisita ambientaci¨®n, de puntillosos trazos pict¨®ricos, exploraci¨®n de la luz y composici¨®n del plano en escenarios reales, tareas que arrojan un resultado maestro gracias en gran parte a la labor en la fotografia de N¨¦stor Almendros.Unas horas despu¨¦s el hombre y su circunstancia vuelven a trav¨¦s de una comedia cl¨¢sica de los a?os sesenta. C¨®mo matar a la propia esposa, dirigida por Richard Quine e interpretada por Jack Lemnion, dos maestros del g¨¦nero. T¨®pico argumento sobre la eterna batalla de los sexos.