Ya visto

La referencia a Bajarse al moro es inevitable. Se piensa en ella continuamente mientras se ve Mala yerba. Se piensa con nostalgia. Aqu¨ª est¨¢n los chicos atrapados por el tr¨¢fico, el uno listo y el otro ingenuo; y sus sue?os de futuro -volver a comprar el pazo familiar perdido, en este caso-; y la muchacha adorable, y la anciana irreductible que no sabe bien lo que pasa, pero sabe que no debe pasar; y el polic¨ªa, con uniforme o sin ¨¦l. Aqu¨ª est¨¢ el interior s¨®rdido, y el apunte de sainete tragic¨®mico.Es una sensaci¨®n de d¨¦j¨¢ vu. Pero los parecidos no pasan de ah¨ª. Aqu¨¦lla era una comedia, cargada de riqueza de varias clases, y ¨¦sta es una situaci¨®n alargada, disparatada, sin construir. Dar¨¢ risa, indudablemente, aunque no quede la l¨¢grima pendiente del ojo, ni el pensamiento busque otros vuelos.

Tiene algunos buenos elementos, adem¨¢s de Rafaela Aparicio, a la que rinde homenaje. Rafaela es algo m¨¢s que una actriz, es un elemento teatral human¨ªsimo inscrito en las vidas de los espectadores m¨¢s ancianos. Gusta seguir vi¨¦ndola como siempre. Hay un actor que apunta muy bien, ?ngel Pardo, en el papel del bueno, que empareja con simpat¨ªa con Paloma Su¨¢rez, con sus pantalones tan ajustaditos que da gloria verla -si uno es sensible a esas cosas-.

Est¨¢ Nancho Novo en el duro a la fuerza. Y Francisco Vidal, que hace poco hizo un excelente papel c¨®mico en este mismo teatro y a quien ahora corresponde uno feo, seco; el que tiene que precipitar el final forzado de la obra; el de polic¨ªa -eso s¨ª, indulgente-. Est¨¢n todos bien dirigidos por Eduardo Fuentes, que se adiestr¨® en teatro de grupos independientes y que ahora hace lo que puede con este texto; merece m¨¢s suerte y mejores encargos futuros. Risas y aplausos escoltaron la representaci¨®n: salieron al final, con los actores, el autor y el director, a recibir ovaciones. Tendr¨¢n, probablemente, espectadores. Tanto trabajo de tan buena gente lo merece.