De la idea del socialismo
Hablar de idea o incluso de ideal de socialismo resulta, para nuestras buenas sensibilidades secularizadas, o no tan secularizadas, anticuado y arcaico, y hasta desagradable. En Espa?a en particular estas palabras desprenden un fuerte olor a misa. Utilizo, sin embargo, aqu¨ª la palabra idea en un significado religioso m¨¢s aut¨¦ntico: idea como la representaci¨®n de algo originario y primitivo, algo que existe en nuestros sentimientos y esperanzas, en nuestra comprensi¨®n existencial de las personas y las cosas; por tanto, algo muy precario y fr¨¢gil tambi¨¦n, sobre todo en nuestros tiempos de angustia y econom¨ªa pol¨ªtica, pero sin lo cual la existencia se vaciar¨ªa de cualquier sentido.Martin Buber defini¨® la idea o el ideal del socialismo en el sentido de la palabra latina religio, como el v¨ªnculo que la comunidad se da a s¨ª misma y como la voluntad de preservar y desarrollar este v¨ªnculo por parte de esa comunidad.
Esta voluntad comunitaria o socialista no es en modo alguno un principio trascendente: no es una moral en el sentido estricto del t¨¦rmino (como lo acentuaron los jesuitas espa?oles o la filosof¨ªa pr¨¢ctica de Kant). Es una voluntad que se realiza en el aqu¨ª y el ahora de los intereses, de los conflictos, de las aspiraciones espirituales o las angustias de una colectividad concreta. ?ste es el significado del concepto religioso del socialismo de Buber, como tambi¨¦n del segundo gran te¨®rico del socialismo del siglo XX, Paul Tillich.
Entre par¨¦ntesis, y puesto que estamos hablando de Espa?a, desear¨ªa apuntar lo que, desde esta perspectiva, constituye, por as¨ª decirlo, el principio antisocialista de la cultura espa?ola: el concepto trascendente de felicidad humana en un separado reino de los cielos, la esfera de las ideas y los ideales en el mal sentido de la palabra. Muy lapidariamente, y tomando el pensamiento de santa Teresa como paradigma del catolicismo espa?ol. La obra literaria de santa Teresa recorre precisamente los pasajes que van de una maltrecha sociedad real, la de los jud¨ªos espa?oles que de la Inquisici¨®n huyeron. al novocristianismo (se sabe que la familia de la santa era novocristiana escapada de Toledo), abandonando en la carrera sus antiguas formas de vida y de convivencia, pasando, en segundo lugar, por su propia muerte, real y simb¨®lica al mismo tiempo, para acabar en las visiones de ciudades cristalinas, habitadas s¨®lo por un alma, desgarrada de toda comunidad y de toda historia real, y fundadas en el solitario arrobamiento. La idea religiosa de comunidad, y, por tanto, su ideal originario, nace en la Espa?a moderna, de acuerdo con el testimonio de la m¨ªstica, de las ruinas de una comunidad real, de las formas de vida y convivencia de la Espa?a precristiana, y se instaura pol¨ªtico-teol¨®gicamente como la ciudad irreal de la gloria y el cielo, es decir, el universo virtual o espectacular de la moral trascendente, el trono y el altar.
La segunda tesis de Buber sobre el socialismo es m¨¢s bien una cr¨ªtica del socialismo real. En la medida en que ¨¦ste se define exclusivamente como una t¨¢ctica y, una estrategia de poder pol¨ªtico y de administraci¨®n social, en esta medida tambi¨¦n rompe y se separa de aquel centro espiritual que configura y preserva los v¨ªnculos de la comunidad humana y del sentido comunitario de la vida individual. En esta medida, el socialismo, como poder estatal o como estrategia pol¨ªtica exclusivamente considerados, se vuelve ficticio.
No creo que sea preciso aclarar el car¨¢cter artificioso, ideol¨®gico, ficticio o espectacular del socialismo real. Los ejemplos est¨¢n a la mano de todos.
El tercer y ¨²ltimo punto que define el socialismo buberiano es la concreci¨®n de la vida personal: ¨¦ste es el lugar, el aqu¨ª y el ahora en el que se manifiesta la realidad del socialismo. La realizaci¨®n o la plenitud de la existencia humana concretamente entendida, lo que Tillich defini¨® tambi¨¦n con el concepto griego de kairos, es lo que real y definitivamente constituye el ideal de socialismo. Buber lo explica con estos t¨¦rminos: "El socialismo es el estar y el mantenerse en el abismo de los reales y cambiantes v¨ªnculos con el misterio del ser humano".
Pero hablar de la idea de socialismo lo justifica aqu¨ª y ahora una connotaci¨®n hist¨®rica de la palabra, En la reciente memoria hist¨®rica espa?ola, el socialismo, cuando precisamente era ideal, estaba ligado al abismo y a las esperanzas de la reciente historia espa?ola: el abismo de la Espa?a autoritaria, brutal e intransigente que acaudill¨® el general¨ªsimo, y la esperanza, seguramente mitificada, de la otra Espa?a, la que nunca fue, el anhelo de la aurora olvidada y hoy la aurora perdida de Espa?a.
Hoy sabemos tambi¨¦n del significado ficticio, ideol¨®gico o espectacular del socialismo pragm¨¢tico y realista, del socialismo t¨¢cticamente institucionalizado, o medialmente degradado a una cuesti¨®n de imagen y maquillaje. Del mismo modo que la religi¨®n, en su sentido originario y primitivo de v¨ªnculos comunitarios bajo un mismo signo espiritual, se convirti¨®, a partir de la Contrarreforma, en un alambicado espect¨¢culo ritual y arquitect¨®nico de masas, as¨ª tambi¨¦n el significado social, ut¨®pico, hist¨®rico del socialismo se ha convertido en un efecto de im¨¢genes propagand¨ªsticas.
La alternativa de la que hoy se habla en los media no reside en las consignas pol¨ªticas, que de todos modos vendr¨¢n de uno y el otro lado. La alternativa a una crisis de la sociedad espa?ola que se mide en los t¨¦rminos de una desorientaci¨®n y ceguera en cuanto a los objetivos colectivos, al sentido comunitario de la existencia, al significado social del progreso y a los conflictos y el malestar que todo ello genera, s¨®lo puede darse a trav¨¦s de un replanteamiento, una reformulaci¨®n de los contenidos y objetivos sociales de los valores normativos que rigen los desenlaces humanos desde la familia al Estado, y de los s¨ªmbolos que una comunidad y una cultura quiera darse. La pol¨ªtica, ya sea de derechas o de izquierdas, debe dar los necesarios matices institucionales a estas aspiraciones colectivas. De lo contrario recaer¨¢ en el peor de sus males, el doctrinarismo. Por lo dem¨¢s, replantear este sentido, sin el cual no existir¨ªa la historia, constituye ante todo una tarea intelectual, o m¨¢s bien aquel ¨²nico cometido que legitima el nombre de lo intelectual.
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