La estocada de la tarde
La estocada de la tarde, como la que firm¨® ayer Espartaco, no se produce todas las tardes. En realidad, la estocada de la tarde no se produce casi ninguna tarde. Lo que se suele producir es el bajonazo de la tarde. Hay tardes en que no se sabr¨ªa decir cu¨¢l de todos los bajonazos es el m¨¢s descarado, escandaloso e infamante. El propio Espartaco ha pegado muchos a lo largo de su vida profes¨ªonal. Sin embargo, ayer, en el quinto toro, cobr¨® la verdadera, la genu¨ªna estocada de la tarde. Una estocada admirable de ejecuci¨®n, planteada en corto y por derecho, seg¨²n mandan los c¨¢nones; atrac¨¢ndose de toro, vaciando y saliendo limpiamente por el costillar.No tan limpiamente, para ser m¨¢s exactos. En el camino, el toro le peg¨® un pitonazo a Espartaco, pues adem¨¢s de cuanto queda dicho la estocada fue a toma y daca. Sali¨® el toro de la suerte cl¨ªnicamente muerto, sin posibilidad de UVI que le salvara, y dolorido pero triunfante el diestro, que por esa estocada y cuanto le precedi¨®, obtuvo con todos los merecimientos las dos orejas.
Cebada / Paula, Espartaco, Camino
Toros de Cebada Gago, desiguales de presencia, flojos, nobles; 2? impresentable y sospechoso de pitones, 6? precioso de trap¨ªo y capa. Rafael de Paula pinchazo perdiendo la muleta, pinchazo y estocada corta descaradamente baja (pitos), pinchazo hondo (silencio). Espartaco: pinchazo y estocada (ovaci¨®n y saludos), estocada (dos orejas y clamorosa vuelta al ruedoy, sali¨® a hombros. Rafi Camino. pinchazo, estocada corta perdiendo la muleta y dos descabellos (silencioy, dos pinchazos, estocada y descabello (algunas palmas). Plaza de la Maestranza, 12 de abril. S¨¦ptima corrida de feria.
Lo que le precedi¨® consisti¨® en una faena de menos a m¨¢s, de poco a mucho. Espartaco hab¨ªa sido en el toro anterior el artesano habitual del pico, la suerte descargada, los cites fuera de cacho, el trabajo, el esfuerzo. Y adem¨¢s con un animalejo colorao que no era toro, a lo sumo tora, flojucho, borreg¨®n y desmochadete. La corrida de Cebada Gago sustitu¨ªa a otra de Sep¨²lveda que los veterinarios hab¨ªan detenido ¨ªntegra en la aduana del reconocimiento. Si los Sep¨²lveda no pasaron, esa birria colorada no debi¨® pasar tampoco, ni varios de los otros C. -Gago moribundos que saltaron a la arena.
Con los que salieron en segundo, tercero, cuarto y quinto lugar (es decir, casi todos) se simul¨® la suerte de varas, y si los animalitos no pod¨ªan soportar, sin morirse, los puyazos en regla, es que tambi¨¦n eran toras. No hubo por eso ni una protesta en la Maestranza. Las protestas s¨®lo llegaban por las actitudes toreras, si no resultaban finas. Sobre todo por las de Rafael de Paula, que resultaron toscas. Parece mentira, en diestro tan artista, tan gitano y tan sent¨ªo.
Rafael de Paula intent¨® muchas ver¨¢nicas, y limpias le salieron tres o cuatro; al primer toro de la tarde no lo quer¨ªa tener cerca y machete¨® desordenadamente su manejable acometida; alcuarto, de evidente boyant¨ªa, no le aguantaba ni un pel¨ªn. Citaba Paula por la derecha, embarcaba con la mano alta, se olvidaba de rematar y ni se le ocurr¨ªa colocarse para ligar el siguiente muletazo.
Rafi Camino mulete¨® volunta rioso al tercero, que ten¨ªa corto recorrido. Con el sexto, un c¨¢rde no salpicao, de preciosa estampa y encastada nobleza, se dispuso a triunfar, y estuvo a punto de conseguirlo. Porque si Espartaco hab¨ªa cobrado la estocada de la tarde, Camino instrument¨¢ los naturales de la tarde, principal mente en la segunda tanda de esa ¨²ltima faena. Naturales ligados tray¨¦ndose al toro toreado, cargando la suerte, mandando en el viaje con la caricia del temple.
A partir de ah¨ª pag¨® la novatada. Lo que sigui¨® fue fruto de 1 inexperiencia, del aturdimiento Un callej¨®n de mentores y allegados que le gritaban todo tipo de consejos, un cambio de ritmo por entender el toreo con criterios de tienta, antes que de lidia en plaza. ?A qu¨¦ ven¨ªan los derechazos, los ayudados y pases de la firma, si la faena y el triunfo estaban con la muleta en la izquierda? Cuando quiso reaccionar, el toro ya se hab¨ªa agotado y le ped¨ªa la muerte.
El toreo es de menos a m¨¢s, de poco a mucho, como Espartaco en el quinto, un toro que esperaba cuadradito el cite, embest¨ªa a la primera llamada, dejaba colocarse. Lo tore¨® primero igual que al coloradete, despu¨¦s d¨¢ndole el medio pecho, m¨¢s adelante con reposada torer¨ªa, por ¨²ltimo de frente al natural. La plaza se hizo un clamor.
Perfectamente construida la faena, se perfil¨® en el momento justo en que el toro le ped¨ªa la muerte y se la dio a volapi¨¦ neto, por el hoyo de las agujas. Una estocada para el recuerdo, que firmada qued¨® en el rubio albero de la Maestranza.
Babelia
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