Espartaco
Tras haber terminado Espartaco su actuaci¨®n en la feria, se confirma n¨ªtidamente algo que toda la afici¨®n ya conoc¨ªa: no se avizora en el horizonte nadie que pueda arrebatarle hoy el cetro del toreo. El denominador com¨²n de las cuatro actuaciones que ha tenido en la Maestranza -incluida la del Domingo de Resurrecci¨®n- ha sido la de aprovechar al m¨¢ximo los toros que le han tocado en suerte o en desgracia. La guinda a su quehacer la puso con su triunfo en el toro de Cebada Gago.Aprovechar al m¨¢ximo todos los toros no puede ser obra de una temporada de inspiraci¨®n o s¨®lo de encontrarse este a?o con mucho sitio. Eso requiere una cabeza muy bien amueblada, una vocaci¨®n muy s¨®lida y un esp¨ªritu de sacrificio casi heroico. Cualidades que, sin duda alguna, atesora el diestro de Espartinas. Y el conjunto de todas ellas se llama profesionalidad, y el resultado es el dominio, en alt¨ªsimo grado del oficio. Oficio que se adquiere poco a poco, en una evoluci¨®n en la que todos hemos visto c¨®mo progresaba Espartaco.
20 kil¨®metros diarios
Y sacrificio. Dos detalles: parece ser que durante el invierno -¨¦poca de descanso de la dura temporada- corre 20 kil¨®metros diarios, y que la v¨ªspera de su ¨²ltima corrida ensay¨® unas 60 veces la suerte de matar con el carret¨®n. Luego, cuando tir¨® patas arriba al quinto toro de Cebada de una estocada inolvidable, nadie podr¨ªa decir que tuvo suerte o fue obra de la casualidad.La evoluci¨®n del toreo de Espartaco ha sido un fen¨®meno digno de consideraci¨®n. ?Qu¨¦ distancia hay desde aquel torero acelerado y violento de hace cinco a?os al Espartaco de hoy! Verdaderamente abism¨¢tica. Las reservas que se le suelen hacer a Espartaco deambulan en tomo a la falta de pellizco, la inexistencia del duende, la carencia de arte. Sin duda, es un encasillamiento pobre del toreo.
Eso es como decir que Jos¨¦ Carreras no tiene duende y que el que lo ten¨ªa era Manolo Caracol. Como si fueran comparables el arte de uno y otro. Espartaco es un torero sobrio, poco barroco y que cuando templa excelsamente est¨¢ generando arte, distinto, por supuesto, del de Cagancho o Curro Puya, por citar dos representantes genuinos del duende. ?Es que no tuvieron arte las dos ¨²ltimas series -con cada una de las manos- al quinto toro de anteayer?
Espartaco corre el peligro de estar demasiado solo en la cima. El llamado respetable es veleidoso y soporta mal al que triunfa tarde tras tarde. Acaban encontr¨¢ndolo f¨¢cil y natural. La historia nos ense?a la reacci¨®n indiscriminadamente hostil de algunos p¨²blicos en su ¨²ltima temporada hacia Joselito y Manolete. Mantenerse en la c¨²spide, siempre se ha dicho, es m¨¢s duro que alcanzarla.
Espartaco est¨¢ sobrado de sitio y poder¨ªo para, en plazas importantes, aceptar corridas m¨¢s encastadas, menos comerciales. Que nunca se le puede objetar a una gran faena que ha sido realizada con una babosa. Es verdad que el mayor o menor m¨¦rito de una faena en funci¨®n de la importancia del toro s¨®lo la estiman los aficionados, y los espectadores, que son los que llenan las plazas, dif¨ªcilmente distinguir¨¢n. No importa. Si quiere ser una figura hist¨®rica debe intentar concitar la adhesi¨®n de todos, hasta de los aficionados m¨¢s remisos. La virtualidad est¨¢, desde luego, en su f¨¦rrea voluntad y en su privilegiada cabeza.
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