Plebiscito pol¨ªtico y moral
El plebiscito del domingo contiene un rasgo singular en la pol¨ªtica uruguaya. Y es que la polarizaci¨®n de las fuerzas que decidir¨¢n sobre la permanencia o no de la ley que postula la impunidad para los cr¨ªmenes contra los derechos humanos trasciende el esquema tradicional de los partidos. La decisi¨®n que cada ciudadano adoptar¨¢ sobre un problema cuyas connotaciones pol¨ªticas son innegables se har¨¢, en buena medida, al margen de su pertenencia partidaria.Ello indica que el car¨¢cter moral que la consulta implica desempe?ar¨¢ un papel importante a la hora de las decisiones, como lo ha desempe?ado ya en la recolecci¨®n de m¨¢s de 600.000 firmas -el 25%. de los registrados en el padr¨®n electoral- para que la consulta popular pudiera realizarse.
Esto es ya, independientemente del resultado final, una victoria y la afirmaci¨®n de una, madurez y coraje c¨ªvico del pueblo uruguayo.
El hecho de que quienes soportaron 12 a?os de cruenta dictadura quieran -desafiando el miedo de volver a sufrirla, las intimidaciones, el riesgo impl¨ªcito en el solo acto de firmar- que se juzgue con todas las garant¨ªas a los presuntos culpables es un signo de esperanzada vitalidad en un pa¨ªs que parec¨ªa ganado por el desaliento tras la frustraci¨®n de una democracia sin justicia, que es otra forma de atentar contra la democracia.
En ese segmento de la sociedad uruguaya reside la voluntad de una verdadera democracia sin ominosos tutelajes, ¨²nica forma de garantizar el futuro de lo que se quiere construir.
Apuesta por el voto verde
Todo el peso de la creaci¨®n y puesta en marcha de la campa?a, por las firmas primero y por el voto ahora, ha estado en manos de una comisi¨®n integrada por mujeres mayoritariamente, de familiares v¨ªctimas del terrorismo de la dictadura.
La justicia de la causa que esas mujeres levantan y la conmovedora y convincente fuerza de transmisi¨®n de su mensaje han tenido un poder de convocatoria seguramente mucho mayor del que hubieran tenido los partidos pol¨ªticos.
Estas comprobaciones alentadoras no deben hacer perder de vista, sin embargo, las dificultades con que la apuesta por el voto verde, que propugna la derogaci¨®n de la ley de impunidad, llega a la instancia de las urnas. El Gobierno, cuyo leg¨ªtimo derecho a proponer y defender la ley aprobada entre gallos y medianoche por una mayor¨ªa parlamentaria bajo la coacci¨®n del miedo nadie discute, ha puesto en movimiento todo el poder del Estado para impulsar una campa?a de terror psicol¨®gico y de desinformaci¨®n que no ahorra la flagrante tergiversaci¨®n de los hechos.
As¨ª, la propaganda oficial ha utilizado la visita del papa Juan Pablo II y las de otros jefes de Estado, Felipe Gonz¨¢lez entre ellos, realizadas. meses atr¨¢s, para, por medio de "entreverar las cartas" mostrar sus im¨¢genes en la pantalla de televisi¨®n, haci¨¦ndolos aparecer como pronunci¨¢ndose a favor de la impunidad utilizando frases fuera de contexto de alg¨²n discurso. La Conferencia Episcopal ha tenido que salir p¨²blicamente a denunciar esta indebida utilizaci¨®n de la figura del Papa.
La misma televisi¨®n se niega a difundir anuncios de la comisi¨®n pro refer¨¦ndum que muestran a una joven madre solicitando a los ciudadanos el apoyo de su voto para ayudarla a encontrar a su hijo desaparecido. No es descartable incluso que, desde aqu¨ª hasta el domingo, provocaciones de mayor envergadura pudieran ocurrir.
Ruido de sables
Los representantes del Gobierno, desde el presidente para abajo, en un reconocimiento impl¨ªcito de que el poder real no reside en aquellos ¨¢ quienes la ciudadan¨ªa confi¨¦ la tarea de ejercerlo, no tienen escr¨²pulos en esgrimir el argumento intimidatorio del retorno a la dictadura militar en caso de que el voto verde obtenga la mayor¨ªa. El ministro de Defensa, general Hugo Medina, el mismo que ordenara a sus subordinados desacatar cualquier citaci¨®n de la justicia civil cuando iban a iniciarse los juicios que la ley aprobada dej¨® sin efecto, recorre el interior del pa¨ªs y estimula el ruido de sables en los cuarteles.
Todas las fuerzas que apoyan el voto verde, incluidos los que en a?os pasados empu?aron las armas, han manifestado categ¨®ricamente su acatamiento al resultado del plebiscito, cualquiera que sea su resultado.
Una campa?a de rumores sugiriendo una noche de cuchillos largos si triunfa el voto verde -se difunde que hay preparadas 500 camas de los hospitales policial y militar, los mejores equipados del pa¨ªs- completa la estrategia destinada a captar por el miedo la votuntad de m¨¢s de 500.000 electores que las encuestas se?alan como indecisos. No es cre¨ªble, empero, la posibilidad de un golpe en caso de un pronunciamiento adverso a los militares, que ¨¦stos no parecen dispuestos a acatar.
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