Escalofr¨ªos
LA COMPROBACI?N por la Uni¨®n de Consumidores de Espa?a (UCE) de la existencia de un mercado clandestino de hormonas para engorde artificial de ganado vacuno descubre una vez m¨¢s la catadura moral de quienes anteponen los beneficios al uso incontrolado de sustancias peligrosas para la salud del consumidor. El recurso de las hormonas anabolizantes -prohibidas en la Comunidad Europea hasta el punto de afrontar una guerra comercial con EE UU por su pretensi¨®n de introducir en el mercado carne tratada con estas sustancias- se traduce en un plus de unas 18.000 pesetas en el beneficio neto por cabeza de ganado, al conseguirse un mayor peso y una textura m¨¢s magra de la carne. El recuerdo del fraude del aceite y del envenenamiento masivo a que dio lugar est¨¢ todav¨ªa muy reciente en la memoria de los espa?oles como para no sentir escalofr¨ªos cuando se desvelan hechos de esta naturaleza.Los poderes p¨²blicos son los primeros obligados a seguir de cerca el proceso que sigue el producto hasta llegar al consumidor, como correctamente denunci¨® la Administraci¨®n en el consumo de huevos contaminados con salmonella. Sin embargo, la amplitud de los intereses en juego es tal -a las ganancias ilegales hay que a?adir la presi¨®n de la potente industria qu¨ªmica productora de hormonas- que resulta imprescindible la vigilancia constante de los consumidores para garantizar el cumplimiento de las normas.
La actuaci¨®n de la Uni¨®n de Consumidores de Espa?a (UCE) no hace sino corroborar este papel. Que haya sido una organizaci¨®n de consumidores la que descubri¨® que en Espa?a se siguen utilizando las hormonas prohibidas no deja de ser una denuncia de la conducta de quienes deben velar para que las normas se cumplan. Lo menos que puede esperarse ahora es que la negligencia en la detecci¨®n de estas pr¨¢cticas sea rectificada con la sanci¨®n sin contemplaciones de quienes han jugado con la salud de los ciudadanos.
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