Los rostros del otro
Tzvetan Todorov publica su ¨²ltimo libro, Nous et les autres'
En este a?o del segundo centenario de la Revoluci¨®n Francesa, conmemoraci¨®n centrada m¨¢s que nunca en la dial¨¦ctica de los derechos del hombre, la cuesti¨®n del otro es un punto crucial de reflexi¨®n en Francia (tambi¨¦n Julia Kristeva ha publicado casi simult¨¢neamente a Todorov un hermoso libro a este respecto, ?trangers ¨¢ nous-m?mes), y sin duda ser¨¢ el tema mayor de la ¨¦tica durante el final de siglo en nuestra Europa pluri¨¦tnica.Pregunta. Usted comenz¨® su tarea intelectual en los campos de la semi¨®tica, la po¨¦tica y la teor¨ªa de la literatura. Hoy se dedica a cuestiones de an¨¢lisis cultural y de historia de los valores. ?Por qu¨¦ esta transici¨®n?
Respuesta. Bien, son cambios que se dan en la vida, y la m¨ªa ya va siendo bastante larga. Nac¨ª en Bulgaria y llegu¨¦ a Francia a los 24 a?os, tras haber padecido una formaci¨®n muy ideol¨®gica, pues en Bulgaria los estudios de literatura y ciencias *humanas est¨¢n marcados por el marxisme m¨¢s dogm¨¢tico. En Francia, por un sentimiento de rechazo de esta educaci¨®n, me sumerg¨ª en estudios lo m¨¢s objetivos posible, an¨¢lisis fr¨ªos y precisos de textos. Pero con el tiempo, al vivir en Francia, que es una democracia y no una tiran¨ªa, recuper¨¦ ese gusto que me parece natural al hombre por la vida p¨²blica, por la cuesti¨®n pol¨ªtica en el sentido m¨¢s amplio del t¨¦rmino. Cada vez se me hizo m¨¢s necesario, tanto en lo intelectual como en lo vital, abordar estos problemas y en particular el de la alteridad cultural, para el cual estaba preparado existencialmente por haber vivido en culturas diferentes. Al poco de tratar este tema ca¨ª sobre el ejemplo excepcional de la conquista de Am¨¦rica y-de los testimonios sobre ella del siglo XVI, tanto del lado de los espa?oles como. del lado de los indios. Despu¨¦s de haber escrito sobre este tipo tan significativo volv¨ª al proyecto m¨¢s amplio, tratar la cuesti¨®n de la alteridad o diversidad cultural y al mismo tiempo de la unidad de la especie humana. Mi trabajo m¨¢s general a este respecto -Nous et les autres- ha tardado 10 a?os en ser escrito, aunque con interrupciones, como el estudio sobre la conquista americana.
P. En su libro La conquista de Am¨¦rica se?ala como uno de los factores del triunfo de los espa?oles sobre los nativos su mayor dominio de la comunicaci¨®n. Se trata, sin embargo, de una comunicaci¨®n orientada fundamentalmente al dominio y la violencia. En su obra, usted reivindica el empleo de una comunicaci¨®n no violenta -que propone, en lugar de imponer- como uno de los valores m¨¢s estimables.
R. Por supuesto, no creo que toda comunicaci¨®n sea en s¨ª misma violenta. Ser¨ªa absurdo pret¨¦nderlo. Como los te¨®ricos modernos de la acci¨®n comunicativa (Habermas, Apel ... ) han demostrado, ninguna prueba mejor dela universalidad b¨¢sica humana que la existencia del di¨¢logo y la comunicaci¨®n. Y'pienso que es aqu¨ª donde, por ejemplo, deben ser buscados los fundamentos de la ¨¦tica. Pero hay diferentes tipos de comunicaci¨®n: en el caso de Am¨¦rica, he subrayado ese aspecto porque los historiadores del siglo XVI no lo resaltan y porque al explicar el triunfo de los europeos se habla m¨¢s bien de diferencias de armas, de econom¨ªa, etc¨¦tera. Creo que en algunos casos paradigm¨¢ticos, como el de Cort¨¦s, el uso de determinada estrategia comunicativa y de cierta manipulaci¨®n ret¨®rica lleva a conseguir importantes logros. En cambio sus adversarios, pese a que sus estructuras antropol¨®gicas no fuesen menos refinadas en t¨¦rminos absolutos, no se sent¨ªan demasiado c¨®modos en este tipo de interrelaciones comunicativas, lo que favoreci¨® inmensamente a Cort¨¦s y a Espa?a en su proyecto de dominio.
P. Existe una pol¨¦mica en torno a la pr¨®xima celebraci¨®n del V Centenario del Descubrimiento de Am¨¦rica. Unos rechazan la efem¨¦rides en nombre de las matanzas y del genocidio de los ind¨ªgenas, otro hablan de las hazaf¨ªas y del desarrollo cultural. ?Cree usted que es apropiada esta celebraci¨®n?
R. En primer lugar hay que decir que hablar de descubrimiento ya es ponerse en la perspectiva de los europeos y, m¨¢s precisamente, de los espa?oles. Son ¨¦stos los que llaman descubrimiento a lo que los indios llamar¨ªan propiamente invasi¨®n. Nadie celebra el descubrimiento de Francia por Inglaterra o de Inglaterra por Francia, porque ninguna de estas naciones considera un centro privilegiado con respeto a la otra. Pero 500 a?os m¨¢s tarde, yo creo que lo que se celebra no es el descubrimiento ni la conquista, sino un acontecimiento que, se quiera o no, ha sido uno de los m¨¢s importantes que han ocurrido jam¨¢s: la puesta en contacto, el mutuo encuentro de las dos mayores mitades de la humanidad, el continente americano y el euroasi¨¢tico, que hasta entonces se ignoraban.
En ese momento la Tierra adquiri¨® conciencia de sus verdaderas dimensiones y tambi¨¦n del hecho de que es finita. Se trata, por tanto, de un acontecimiento que inaugura la modernidad; podemos deplorar que haya ido acompa?ado de la muerte m¨¢s o menos violenta de decenas de millones de seres humanos, pero no por ello deja de ser un suceso de importancia incomparable a cualquier otro, lo que justifica su conmemoraci¨®n. No se trata de enorgullecerse de nada, sino de reflexionar juntos sobre ese d¨ªa en que, seg¨²n dijo alguien (quiz¨¢ el propio Col¨®n), el mundo se hizo peque?o.
En busca de la verdad
P. En Nous et les autres se pasa revista a las opiniones de grandes autores del pensamiento franc¨¦s en tomo a la cuesti¨®n de la diversidad humana. Usted adopta una postura conscientemente cr¨ªtica, no meramente as¨¦ptica y descriptiva, ante las opiniones de autores como Montaigne, Diderot, Chateaubriand, Tocqueville, Renan, etc¨¦tera... A fin de cuentas, los dos autores enjuiciados m¨¢s favorablemente seg¨²n su perspectiva son Montesquieu y Rousseau.
R. Debo decir que he escrito este libro, que es una obra de historia del pensamiento y tambi¨¦n de filosof¨ªa moral y pol¨ªtica, procurando cumplir todos los requisitos de informaci¨®n objetiva ydescripci¨®n precisa exigibles de un historiador, intentando al m¨¢ximo dar cuenta con fidelidad de los autores tratados. Ahora bien, no he querido limitarme a referir el sentido de lo que tales obras del pasado dec¨ªan, sino que he pretendido tambi¨¦n inquirir en qu¨¦ sentido dec¨ªan la verdad, dec¨ªan lo correcto. Estos criterios de verdad y correcci¨®n son los que me han servido de gu¨ªa a todo lo largo de mi trabajo. Por eso, de una manera un tanto inhabitual para un historiador, discuto a mis autores y con mis autores tanto si pertenecen al siglo XVI como si son del siglo XX. No me abstengo de intervenir frente a ellos, porque pienso que sus opiniones son sugestivas para nosotros hoy, incluso para despertar una disputa con ellos.
Pues bien, al concluir mi trabajo descubr¨ª, un poco para sorpresa m¨ªa, que los autores que maltrato menos, con los que me hallo m¨¢s frecuentemente de acuerdo, son los representantes del humanismo del siglo XVIII franc¨¦s, es decir, Montesquieu y Rousseau. Son ellos los que propusieron una soluci¨®n m¨¢s acertada o menos insatisfactoria al problema de la coexistencia entre la unidad de la especie humana y la diversidad de las culturas.
P. Habla usted del Siglo de las Luces como del origen de lo m¨¢s positivo, pero tambi¨¦n de mucho de lo negativo que hoy se opina sobre la cuesti¨®n del otro.
R. Se da lo que yo considero la desviaci¨®n de la Ilustraci¨®n o la perversi¨®n del proyecto de la Ilustraci¨®n, pervertido en diversas direcciones, todas igualmente peligrosas: el cientifismo, particularmente importante por el influjo de la ciencia sobre el mundo moderno y el prestigio de los expertos entre Gobiernos y p¨²blico, que pretende convertir los resultados de la ciencia en principios pol¨ªticos y morales, a mi j cio de modo profundamente il g¨ªtimo; el nacionalismo, que u do al romanticismo y a los prin pios republicanos tuvo represe tantes muy elocuentes en Fr cia, pero al que yo considero re ponsable de las mayores carnic r¨ªas de los ¨²ltimos siglos, y en el egocentrismo, perversi¨®n t¨ª ca del individualismo moder seg¨²n la cual se declara al indi duo una entidad no s¨®lo neces ria sino suficiente, olvidando exigencia tambi¨¦n humana de c munidad y cayendo en un nar sismo igualmente nefasto.
P. Y por tanto habla usted un nuevo humanismo, un hum nismo cr¨ªtico...
R. Eso es. El humanismo ilu trado nunca se dio puro, siemp se integr¨® en s¨ªntesis y amalg mas dudosas, como las se?al das. Hoy es preciso manejar como un instrumento cr¨ªti frente a las pr¨¢cticas actuales los Gobiernos, incluso de los G biernos democr¨¢ticos que se r claman descendientes de es mismos principios.
Identidad nacional y cultur
P. Sin embargo, el universalis recibe cr¨ªticas tanto desde la d recha como desde la izquierd acusado de enemigo de la sacr santa identidad cultural. A vec los choques son muy fuerte como muestra, por ejemplo, caso Salman Rushdie. ?Es inco patible el universalismo con identidad cultural? Y, en cas como el de Ruslidie, ?hasta d¨® de el respeto hacia la cultura aj na puede permitir ser tolera con la intolerancia?
R. M¨¢s bien pregunte ust c¨®mo cesar de ser tolerante c lo intolerable. Pero s¨ª, ¨¦ste es problema. Y la ¨²nica respues me parece ser que ninguno de 1 dos t¨¦rminos puede ser privil giado con exclusi¨®n del otro. primer lugar, es preciso disti guir entre identidad nacional identidad cultural: la exigenc de servir a un Estado-naci¨®n es lo mismo que el deseo de s mergirse tanto como sea posib -en un sustrato cultural propio. ello porque la primera postu no puede jam¨¢s conducir a 1 universal, ya que se trata de a?, lar un Est ado por oposici¨®n otros, mientras que la segun no s¨®lo puede conducir a lo un versal sino que yo dir¨ªa que es ¨²nico modo seguro de llegar ella.
Si consideramos los grandes autores de cada cultura, por ejemplo los escritores, veremos que los que alcanzan audienci universal no son los m¨¢s,superf cialmente cosmopolitas, sino le que se fijan m¨¢s profundament en su cultura: ?qui¨¦n m¨¢s esp ?ol que Cervantes o m¨¢s latin<: americano-caribe?o que Garc¨ª M¨¢rquez? No hay incompatibi1 dad de principio entre identida cultural y uiniversalidad, todo 1 contrario, pero s¨ª puede haberl entre identidad c¨ªvica y dedic2 d¨ª¨®n a la humanidad en su cor junto.
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