La responsabilidad siria
LA TR?GICA muerte del embajador de Espa?a en L¨ªbano ha conmovido a toda la opini¨®n espa?ola. A la vez, este doloroso hecho pone en evidencia la situaci¨®n absolutamente insoportable en que vive la poblaci¨®n de Beirut. La ciudad se ha convertido en un aut¨¦ntico infierno bajo una lluvia de bombas: 46 muertos y 234 heridos es el balance del ¨²ltimo fin de semana. El empleo de la artiller¨ªa en un n¨²cleo urbano es una forma de guerra particularmente odiosa porque causa v¨ªctimas, sobre todo, entre los que no combaten, como Pedro de Ar¨ªstegui.Aunque parezca obvio, conviene resaltar que esas bombas no caen del cielo. Hay soldados, jefes y Estados responsables de su lanzamiento. En el caso de la Embajada de Espa?a, la responsabilidad de Siria es evidente. Incluso antes de que se descubra la unidad militar concreta que lanz¨® la bomba, lo que se sabe es que parti¨® del territorio ocupado por el Ej¨¦rcito sirio. Es cierto que en esa zona hay tambi¨¦n milicias libanesas -que act¨²an con el apoyo sirio-, pero cuando se ocupa un territorio tambi¨¦n se es responsable de la actividad militar que se desarrolla en ¨¦l. La diplomacia espa?ola tiene que actuar en consecuencia, presentando una en¨¦rgica protesta y exigiendo garant¨ªas para el futuro.
Es imprescindible poner fin a unos combates demenciales que no responden a planes pol¨ªticos m¨ªnimamente racionales. Si, como hemos dicho, la responsabilidad siria es indiscutible, no es la ¨²nica: el ejecutor de los bombardeos que sufre el sector musulm¨¢n es el general Michel Aoun, jefe del Gobierno cristiano liban¨¦s, que desencaden¨® el 14 de marzo una guerra de liberaci¨®n anunciando que no tendr¨ªa fin hasta que los sirios fueran expulsados de L¨ªbano. Prop¨®sito descabellado. Ni Aoun cuenta con fuerzas militares para poder realizar tal objetivo ni tiene el apoyo de todos los sectores cristianos. El ¨²nico efecto de su plan ha sido multiplicar las muertes en Beirut.
Hasta ahora la Liga ?rabe ha desarrollado gestiones infructuosas para intentar poner fin a los combates. Hace falta una acci¨®n internacional de mayor peso y envergadura. En un momento en que muchas canciller¨ªas toman conciencia de esa necesidad, el presidente Mitterrand ha propuesto, despu¨¦s de haber consultado a Bush, Gorbachov y a varios jefes de Gobierno europeos, entre ellos Felipe Gonz¨¢lez, que la ONU y su secretario general, P¨¦rez de Cuellar, inicien las gestiones oportunas para restablecer la paz en la zona. El presidente Bush se ha mostrado favorable a la idea. La posici¨®n sovi¨¦tica es clave: tiene importantes relaciones con Siria y es su principal abastecedor en armamento. Por ello Gorbachov puede influir decisivamente en el presidente Hafed el Asad para que acepte un alto el fuego, a la vez que propiciar una soluci¨®n pol¨ªtica del problema liban¨¦s. En cuanto a los sectores cristianos, cunde el descontento hacia el belicismo del general Aoun y aumenta el deseo de que cesen los bombardeos. Francia, que fue la potencia protectora en la zona entre la primera y la segunda guerras mundiales, trata por su parte de aplacar los extremismos en el campo cristiano.
L¨ªbano, ayer calificado como la Suiza de Oriente Pr¨®ximo, ha sufrido una degradaci¨®n total tanto por la interminable guerra civil entre grupos libaneses como por factores internacionales: la ocupaci¨®n siria, las repercusiones del conflicto palestino y las maniobras de Ir¨¢n con los grupos shi¨ªes. Hoy Siria debe comprender que no le interesa jugar la carta del caos y de las matanzas. En todo caso, cabe esperar que la ONU adopte medidas acordes con sus fines de paz, colocando a todas las partes del conflicto ante sus responsabilidades.
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