El cine oriental domina el programa del festival
El festival internacional de cine de Madrid (Imagfic) que se autodeclara dedicado al cine fant¨¢stico y de ficci¨®n, aplica su definici¨®n con criterio amplio, lejano del ortodoxo que determina los l¨ªmites del cine fant¨¢stico, aunque este g¨¦nero sea la espina dorsal que anima sus sesiones. Un programa que a?o tras a?o selecciona, como en esta d¨¦cima edici¨®n han dado fe la pel¨ªcula japonesa La princesa de la boa (Taketori monogatari) y la realizada en Hong Kong Una historia china de fantasmas, las m¨¢s distantes y sorpresivas cinematograf¨ªas.
Al mismo tiempo, en su amplitud selectiva convoca t¨ªtulos tan encasillados en el fant¨¢stico como la pel¨ªcula alemana Derfluch (que exige no menos fantas¨ªa del espectador para resolver su enigma) al lado de otras como la estadounidense Eating Raoul, que no es sino una disparatada y sat¨ªrica comedia negra.La princesa de la luna y Una historia china de fantasmas, presentadas a concurso, han elevado el inter¨¦s de esta secci¨®n oficial que apenas ha comenzado. Esta ¨²ltima, fruto de la asociaci¨®n del productor Tsui Hark y el director Ching Siu Tung, exponentes de la actual cinematograf¨ªa de Hong Kong, en cuya televisi¨®n compartieron empresas comunes, tiene relaci¨®n en su argumento con las historias de fantasmas escritas durante la dinast¨ªa china T`Sin.
En el presente caso relata la historia de un modest¨ªsimo funcionario que se enamora de un fantasma. El filme, una comedia de aventuras fant¨¢sticas, ofrece un dinamismo constante y divertido, pretexto para la acumulaci¨®n de efectos especiales.
Situada tambi¨¦n en una ¨¦poca hist¨®rica pasada, el siglo VIII de Jap¨®n, La princesa de la luna, dirigida por el patriarca de la compa?¨ªa Toho, Kon Ichikawa, en la que tantas veces demostr¨® su maestr¨ªa en los m¨¢s diversos g¨¦neros, posee ficci¨®n e imaginaci¨®n. Tratada como un cuento tradicional, esta pel¨ªcula se inicia con el feliz hallazgo de un humilde matrimonio que ha perdido a su hija: un huevo de oro en cuyo interior se encuentra un beb¨¦.
Ichikawa conduce la historia como un cuento de amor, aunque al final da protagonismo absoluto a la ficci¨®n cient¨ªfica que posibilit¨® el comienzo del relato f¨ªlmico.
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