Muere a los 77 a?os la actriz Lucille Ball
La artista fue una de las pioneras de la televisi¨®n
La actriz c¨®mica Lucille Ball muri¨® ayer, a los 77 a?os, de un paro cardiaco, una semana despu¨¦s de haber sido operada a coraz¨®n abierto en el centro m¨¦dico Cedars-Sina¨ª, de Los ?ngeles (EE UU). La muerte de la artista sorprendi¨® a los m¨¦dicos que la atend¨ªan, y Ron Wise, portavoz del hospital, se?al¨® que "no hubo nada durante la semana que indicase que iba a ocurrir esto".
Hace muy pocas semanas todav¨ªa estaba Lucille Ball en nuestras casas, protagonizando un serial televisivo contempor¨¢neo, que era un vano remedo de los que le dieron fama universal hace cerca de 40 a?os. Tambi¨¦n rod¨® recientemente uno de esos Estrenos TV, en el que encarnaba a una pordiosera incansable de la calle. Lucille Ball, pese a sus encomiables esfuerzos, era ya una superviviente. Y ella lo sab¨ªa. Su reino televisivo hab¨ªa terminado, pero no porque le faltaran ideas o porque fuera muy mayor -hab¨ªa nacido en 1911 -sino porque su destino hab¨ªa decidido que era el momento de apagarse irremediablemente.Ella era ya, para siempre, hiciera lo que hiciera, una de las pioneras inolvidables del juguete electr¨®nico, cuando a¨²n no estaba claro que la peque?a pantalla iba a convertirse en el medio de comunicaci¨®n de masas m¨¢s poderoso de nuestra ¨¦poca. Abandonar el cine entonces para hacer un serial televisivo era poco menos que una traici¨®n imperdonable.
Lucille Ball abandon¨® el cine quiz¨¢ porque nunca lleg¨® a ser una estrella de primera magnitud, aunque le sobraban talento y belleza para lograrlo. Ella fue una de las contadas actrices, con aut¨¦ntica capacidad humor¨ªstica, que sab¨ªa hacer re¨ªr a los dem¨¢s porque, previamente, aprendi¨® a re¨ªrse de s¨ª misma. Hab¨ªa hecho un buen aprendizaje en los escenarios de Broadway y cuando se fue a Hollywood, a mediados de los a?os treinta, como una m¨¢s entre cientos de coristas juveniles para trabajar en Esc¨¢ndalos romanos, de Eddie Cantor, en el que s¨®lo se salvaban las coreograf¨ªas. Sus compa?eros m¨¢s frecuentes en el cine fueron Bob Hope y Red Skelton y ella se convirti¨® en una de las pocas actrices de la industria capaces de sostener el pulso en pie de igualdad con tales figuras. Trabaj¨®, adem¨¢s, con bastantes de los mejores directores de la ¨¦poca -W. A. Seider, Tay Garndt, Vincent Minnelli, Douglas Sirk, Jacques Tourneur... -, pero ninguna de sus interpretaciones para la pantalla grande la convirti¨® en una estrella indiscutible.
La llamada de la televisi¨®n
A finales de los a?os cuarenta, la televisi¨®n americana empez¨® a afianzarse lentamente en el mercado, provocando los temores y los celos de la industria cinematogr¨¢fica. Los actores y actrices trabajaban sometidos a unas duras condiciones, sin mucho tiempo para primores ni para ensayos minuciosos, con una t¨¦cnica directa que estimulaba la repentizaci¨®n, buscando m¨¢s la eficacia inmediata que una forma de hacer cuidada y llena de aciertos. Lucille Ball y su marido, el cubano Desiderio Arnaz -convertido en Desi Arnaz profesionalmente-, fundaron una productora propia, la Desil¨², y muy pronto su programa I love, Lucy, se convertir¨ªa en uno de los favoritos del p¨²blico norteamericano.Lucy se dio cuenta de que una de las mejores formas para asegurar la eficacia de su interpretaci¨®n televisiva era unir las exigencias de la ficci¨®n a sus caracter¨ªsticas espec¨ªficas como ser humano. De esta forma, el personaje de la pantalla se limit¨® a repetir frente a la c¨¢mara las acciones y las peripecias que le suced¨ªan a ella misma en la realidad, o que hubieran podido sucederle. El sistema funcion¨® durante decenios, y todav¨ªa hoy las principales revistas de Am¨¦rica ofrecen casetes de v¨ªdeo que contienen varios programas de esa serie millonaria, cuidadosamente repicados, m¨¢s un libro de regalo con fotos y abundantes detalles in¨¦ditos. Estoy convencido de que la muerte -esa suprema correctora de la conducta- va a lograr que Lucille Ball, todav¨ªa viva, parad¨®jicamente, en el soporte magn¨¦tico, vuelva a recuperar sus momentos de esplendor y su enorme influencia popular.
Babelia
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