Tres espect¨¢culos bochornosos en una jornada decepcionante
El domingo se anunciaba como el d¨ªa grande del festival, porque se estrenaban las dos coproducciones de este Sitges Teatre Internacional (STI), algo as¨ª como el sello de identidad del certamen: Encrucijada, del colectivo vasco Bekereke, y Alla luna, del Teatro Tascabue di Bergamo. A veces, los espect¨¢culos son mediocres, decepcionantes o claramente malos, pero en pocas ocasiones se han ganado a conciencia todos los superlativos m¨¢s bochornosos: la jornada dominical del STI fue un esc¨¢ndalo que puso de manifiesto de nuevo las peligrosas carencias y desviaciones del festival que dirige Toni Cots.
La tarde arranc¨® ya de manera decepcionante con la presentaci¨®n de Trans/Hum¨¤, de Jordi Rocosa, uno de los tres proyectos realizados por encargo del festival. Aparte de convocamos en una punta de la ciudad para decirnos que la historia comenzaba justo en el otro extremo, a unos dos kil¨®metros paseo Mar¨ªtimo abajo, Trans/Hum¨¤ fue un quiero y no puedo que apenas dio m¨¢s de s¨ª.Todo se redujo a una especie de versi¨®n n¨®mada motorizada de ese espect¨¢culo que, a?os atr¨¢s, Albert Vidal pase¨® por los zool¨®gicos del mundo tras su estreno en Sitges. Algo as¨ª como el tren de la bruja, pero en plan antropol¨®gico industrial, o sea, un espacio vital en cada vag¨®n de juguete: en primer lugar, el tresillo arrimado a un viejo televisor, luego la cocina, la entrada a la f¨¢brica, el retrete... y el dormitorio en el vag¨®n de cola. En un par de minutos el espect¨¢culo se hab¨ªa agotado.
A eso de las nueve, tras el habitual retraso, asist¨ªamos al primer desastre de la jornada: The women with the blue hair, y de eso iba el rollo, de tomadura de hair con leves toques pornogr¨¢ficos, coreografiado (es un decir) por la compa?¨ªa de Isnel da Silveira.
Y llegamos ya al segundo y sonoro esc¨¢ndalo de la noche dominical: Encrucijada, uno de los encargos del STI, que no pudo estrenarse la noche anterior a causa de la oportuna lluvia de cada a?o. Por lo que vimos, esta gente de Bekereke no tiene ni la m¨¢s remota idea de lo que es teatro de animaci¨®n, de participaci¨®n o de calle, ll¨¢menle como quieran. No tienen ni la m¨¢s leve noci¨®n de lo que es el juego teatral, ni tienen sentido del humor, o, en todo caso, tienen un humor p¨¦simo y una gracia que da pena. Encrucijada no es m¨¢s que un par de disparates mal ideados y peor realizados, puestos de pie con la ayuda de mercenarios y comparsas reclutados a ¨²ltima hora.
En cuanto a Teatro Tascabile di Bergamo, que estren¨® Alla luna, otro de los geniales encargos del l¨²cido, brillante y prestigioso director del STI, la cosa result¨® otro desastre.
Los pobres italianos quiz¨¢ no tienen ninguna culpa de ser como son, ingenuos, sosos y, en definitiva, impresentables en el sentido m¨¢s compasivo del t¨¦rmino. La culpa de todos estos esc¨¢ndalos es ¨²nicamente de este se?or que cuando desembarc¨® en Sitges, hace tres a?os, declar¨®, m¨¢s o menos, que ven¨ªa dispuesto a dar una lecci¨®n de teatro a la profesi¨®n, al p¨²blico y, claro est¨¢, a la cr¨ªtica, porque no ten¨ªamos ni tenemos idea de lo que est¨¢ ocurriendo en el mundo, dec¨ªa. Sus lecciones, se?or Cots, son todo un ejemplo de c¨®mo acabar de una vez por todas con el teatro y, en consecuencia, con el escaso y sufrido p¨²blico.
Pero vayamos Alla luna. Primera escena: en una playa, una triste parodia de ese viejo anuncio de co?¨¢ con caballo y se?ora buena a lomos. Luego, un charlat¨¢n de feria con zancos pero sin gracia abre la procesi¨®n hasta la improvisada era a las puertas de una ermita. Llegamos y nos encontramos con un aleg¨®rico foc de camp.
Boda con zancos
No pasa nada, excepto que por aqu¨ª y por all¨¢ se ven italianos corriendo como si tuvieran algo importante entre manos. Tras un cuarto de hora de espera, suena una marcha nupcial en versi¨®n chatarra mayor, se abren las puertas de la iglesia y aparecen los novios. "?Vivan los novios!", grita el penoso anfitri¨®n.Tras la lluvia de arroz, los novios inauguran el baile, al que se une una decena de invitados, todos ellos encima de altos zancos. Y ya est¨¢. Lo que se dice una indignante mamarrachada.
"Mam¨¢, ?el teatro siempre es as¨ª?", se lamentaba un peque?o espectador.
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