Los 'campos del amor'
Centenares de parejas acuden cada noche ala mayor zona verde de Madrid
S¨¢bado, diez de la noche. En la Casa de Campo de Madrid, la mayor zona verde de la ciudad, cerca de 3.500 veh¨ªculos se alinean en los aparcamientos o se pierden por los parajes m¨¢s oscuros. El visitante ocasional no puede ocultar su sorpresa. "?Pero qu¨¦ hace tanto coche aqu¨ª a estas horas?". Por la ma?ana, los jardineros encargados de la limpieza tienen trabajo extra. Cientos de pa?uelos de papel y preservativos alfombran el suelo del parque. A veces tambi¨¦n cristales rotos, indicio de que alguna pareja ha sido v¨ªctima de un atraco mientras descargaban su pasi¨®n. Otros de estos furtivos del amor habr¨¢n sido protagonistas de timos, violaciones, homicidios o de infidelidades.
Cesidio, un conocido delincuente natural de un peque?o pueblo de Valladolid, es el inventor del llamado timo del flash. A pesar de su aspecto de rudo campesino castellano, consegu¨ªa convencer a sus v¨ªctimas, mujeres maduritas asiduas de la sala de fiestas La Carroza, de que era comandante de Iberia. Sus ligues no se extra?aban de que todo un piloto les llevara a la Casa de Campo a culminar su romance. Ni de que en un momento dado un flash centelleara en el coche. A los pocos d¨ªas Cesidio llamaba a su v¨ªctima para decirle que le hab¨ªan entregado unas fotos comprometedoras y que ¨¦l andaba mal de dinero para pagar el chantaje. La mujer, con. gran apuro por el qu¨¦ dir¨¢n, acced¨ªa. Una veintena de mujeres cayeron en su enga?o.El cad¨¢ver de Manuel Silva Moreno, de 18 a?os, fue abandonado con tres balas en el cuerpo a las puertas de la casa de socorro de Carabanchel ' en mayo del pasado a?o. Su triste final empez¨® a fraguarse una horas antes en la Casa de Campo cuando, junto a dos compinches, buscaba alguna presa f¨¢cil entre los veh¨ªculos aparcados. Pero aquella vez eligieron mal. Creyeron que en el coche seleccionado se encontrar¨ªa una pareja indefensa -entregada al juego del amor, pero nada mas romper el cristal del veh¨ªculo les llovieron varios disparos. En aquel veh¨ªculo estaba un guardia civil.
Retozar con peligro
Y es que retozar en la Casa de Campo puede convertirse en una pr¨¢ctica peligrosa. La mayor¨ªa de los amantes furtivos prefieren por ello utilizar los campos del amor. As¨ª denomina la polic¨ªa a los aparcamientos del parque a partir de las nueve de la noche. En ellos buscan protecci¨®n y seguridad a costa de perder algo de intimidad. "Nadie se extra?a de lo que hace el otro porque todos est¨¢n haciendo los mismo", cuenta el sargento Sacrist¨¢n, del destacamento de Polic¨ªa Municipal de la Casa de Campo. "Aunque los hay insensatos que buscan lugares apartados y oscuros".Ahora, una escena de intriga. A primera hora de la noche dos coches entran juntos en el estacionamiento y aparcan pr¨®ximos. De uno de ellos baja una mujer cuarentona que en seguida desaparece en el interior del veh¨ªculo que la segu¨ªa. Pasado un tiempo prudencial, ella vuelve a su coche. Los dos veh¨ªculos salen del aparcamiento, pero uno gira hacia la derecha y otro toma el camino contrario.
En las sombras de los campos del amor se consuman historias de infidelidad y de romances extraconyugales. Doce a?os de servicio en la Casa de Cam po permiten al sargento Sacris t¨¢n argumentar que no son precisamente parejas de j¨®vene novios las m¨¢s asiduas a estos parajes. "La mayor¨ªa son adultos que tienen mucho temor a que se les identifique. Cuando cometen una infracci¨®n y se les detiene hacen todo lo posible por solucionar el problema e el acto para que en su casa no llegue notificaci¨®n alguna. No hay duda de que su pareja no es su c¨®nyuge".
Este celo por conservar a toda costa el anonimato permite que queden impunes muchos de los delitos de los que son objeto las parejas. "Es muy dif¨ªcil controlar esta delincuencia porque las v¨ªctimas act¨²an como c¨®mplices indirectos", afirma el polic¨ªa municipal.
A falta de denuncias, la polic¨ªa tiene constancia de que algo il¨ªcito ha pasado gracias a los cristales rotos que por la ma?ana aparecen en determinados lugares. Los atracadores aprovechan el instante de mayor indefensi¨®n de la pareja para hacer a?icos la ventanilla del coche. Tras amenazar a sus ocupantes, le apoderan de los objetos personales y tiran las llaves del veh¨ªculo entre los arbustos para evitar persecuciones. En alg¨²n caso se consuma la violaci¨®n.
Aspiradoras
Por la ma?ana, mientras la polic¨ªa busca cristales, los jardineros recogen centenares de pa?uelos de papel y preservativos. Este a?o recibir¨¢n una peque?a ayuda del Departamento municipal de Parques y Jardines. En el presupuesto dedicado a la Casa de Campo, que asciende a 300 millones de pesetas, hay previsto un gasto de 10 millones, de pesetas para adquirir tres potentes aspiradoras. El a?o que viene se comprar¨¢n otras tantas.La prostituci¨®n tambi¨¦n encuentra cobijo en la mayor zona verde de Madrid. En el pinar de Siete Hermanas o junto al arroyo Meaques esperan a sus clientes fijos, que utilizan su coche como habitaci¨®n improvisada. Las prostitutas de la Casa de Campo son las m¨¢s veteranas de Madrid. La m¨¢s joven tiene 45 a?os, por lo que muchas ya s¨®lo practican el franc¨¦s. A un hombre, de aproximadamente 50 a?os, le dio un ataque al coraz¨®n en plena actividad hace dos meses. Ha sido, hasta el momento, la ¨²ltima v¨ªctima de los campos del amor.
Un lujo sin utilizar
A finales de 1977 el entonces alcalde de Madrid, Juan de Arespacochaga, consideraba que los madrile?os prestaban poca atenci¨®n a la Casa de Campo. Lleg¨® a afirmar, incluso, que sus 1.722 hect¨¢reas eran un lujo sin utilizar. Por entonces se hablaba de instalar un campo de golf, un planetario y un tren monorra¨ªl para potenciar su atractivo. Pero aunque todos estos proyectos quedaron aparcados por el camino, semanalmente cerca de 400.000 personas visitan la Casa de Campo. S¨®lo el Parque de Atracciones y el Zool¨®gico atraen a 100.000.La cifra, adem¨¢s, amenaza con crecer espectacularmente para desgracia de sus 40.000 plazas de aparcamiento. El antiguo recinto de la Feria del Campo va progresivamente transform¨¢ndose en una miniciudad de congresos. Actualmente sus ocho pabellones ya rehabilitados pueden acoger a cerca de 8.000 personas. El rock¨®dromo, cuyas obras de reforma est¨¢n en marcha, tendr¨¢ desde el verano actividad casi diaria. Los d¨ªas de concierto la Casa de Campo puede recibir la visita de otras 50.000 personas y una semana con feria de Iferna puede significar 500.000 visitantes m¨¢s. Y, por si fuera poco, ya hay hasta atascos matinales. Cerca de 10.000 veh¨ªculos buscan desde Somosaguas, la N-V y la N-VI la alternativa imposible. El colapso es inevitable y, adem¨¢s, con sorpresa a?adida. Coches-radar camuflados de la Polic¨ªa Municipal patrullan casi a diario para que no sea violado el fr¨¢gil l¨ªmite de los 40 kil¨®metros por hora.
Con 400.000 visitantes semanales, cerca de un mill¨®n en caso de feria, no es f¨¢cil estar solo. Un paseo por la Casa de Campo depara, adem¨¢s, encuentros con personajes ins¨®litos. Buscadores de setas, de esp¨¢rragos trigueros o de proyectiles de la guerra civil; corredores de footing que disponen de circuito pero no de ducha; pintores embelesados con el paisaje; reba?os de ovejas, pirag¨²istas dando paladas cortas para no salirse de los l¨ªmites del lago, futbolistas del Atl¨¦tico de Madrid o del Rayo Vallecano entrenando, parapsic¨®logos realizando psicofon¨ªas en el cerro de los Locos o todo un ej¨¦rcito de mentira rodando una pel¨ªcula son habituales en la Casa de Campo.
Maletillas que no han logrado entrar en la Escuela de Tauromaqu¨ªa entrenan cada ma?ana junto a la Casa de la Faisanera o la de la Casta?a para goce de los viejos del lugar. Mientras, en la venta del Bat¨¢n, esperar¨¢n su destino los astados de San Isidro. Ins¨®lito fue el propietario de resturante oriental que se apoderaba de los patos o las carpas del lago para incluirlas en su men¨². De cuando en cuando los primeros rayos del alba tambi¨¦n descubren la sombra de un ahorcado.
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