El fil¨®sofo Alfred Julius Ayer afirma que no necesitamos nuevos principios ¨¦ticos
El pensador brit¨¢nico no ve la filosof¨ªa como un competidor de la ciencia
El fil¨®sofo brit¨¢nico Alked Julius Ayer, divulgador en su pa¨ªs de las teor¨ªas del C¨ªrculo de Viena cuando, con 24 a?os, escribi¨® Lenguaje, verdad y l¨®gica, asegura que hoy no es la ¨¦tica una tarea urgente de la filosof¨ªa: "No necesitamos principios ¨¦ticos; los viejos principios liberales", dice, "son bastante buenos". En su opini¨®n, el futuro de la filosof¨ªa est¨¢ asegurado y pasa por el trabajo interdisciplinar. En cualquier caso, afirma que la filosof¨ªa no es "un competidor de la ciencia" y opina que el saber filos¨®fico no es un saber sustantivo que tenga un objeto propio.
Sir Alfred Julius Ayer, que lleg¨® ayer a Barcelona para impartir una conferencia en el Institut d'Humanitats, es, posiblemente, el fil¨®sofo brit¨¢nico vivo m¨¢s conocido en el mundo. Descendiente de una familia de origen suizo, y con antecedentes entre los fundadores de la empresa Citro?n, naci¨® en Londres en 1910 y decidi¨® estudiar filosof¨ªa, lo que no era previsible, seguramente, cuando lo llev¨® a la pila bautismal un miembro de la familia Rothschild. Ese origen suizo le ha dado familiaridad con el franc¨¦s y el alem¨¢n, idiomas que domina con precisi¨®n, adem¨¢s del ingl¨¦s y el castellano.Ten¨ªa poco m¨¢s de 20 a?os cuando se fue a Viena. All¨ª estaban o hab¨ªan estado, congregados en torno al C¨ªrculo de Viena, la media docena de fil¨®sofos m¨¢s importantes del pensamiento anal¨ªtico de este siglo: Carnap, Neurath, tambi¨¦n Wittgenstein y Popper, aunque ¨¦stos no pertenecieron realmente al C¨ªrculo, el estadounidense Quine, y el propio Ayer, que poco despu¨¦s publicar¨ªa un libro que ha sido enormemente reeditado: Lenguaje, verdad y l¨®gica. Fue la obra que llev¨® hasta las islas brit¨¢nicas la filosof¨ªa anal¨ªtica, mucho antes de que Popper so?ara en llegar a ser profesor en Londres.
La filosof¨ªa anal¨ªtica
El impacto del texto fue tremendo. Sin embargo, hoy Ayer no lo incluye entre sus obras "m¨¢s originales". "S¨ª reconozco su importancia hist¨®rica, pero creo que mis textos m¨¢s importantes son otros", asegura. Entre esos otros cita Problemas del conocimiento y Los problemas centrales de la filosof¨ªa.En realidad, hace unos a?os ya Ayer hab¨ªa expresado sus dudas sobre la validez de su primera obra en particular y sobre algunas de las proposiciones de la filosof¨ªa anal¨ªtica en general. Era frente a las c¨¢maras de la BBC y a preguntas de Bryan Magee. "Recuerdo", afirma Ayer, "que me pregunt¨® qu¨¦ errores hab¨ªa en el libro y yo, para sorprenderle, le dije que todo ¨¦l era falso. No es exacto, pero s¨ª creo que hay muchos detalles err¨®neos en la obra, aunque el enfoque general tenga a¨²n sentido".
En los ¨²ltimos a?os, Ayer ha publicado diversas biograf¨ªas, Voltaire, Wingenstein, Hume, Thomas Payne. "El motivo es que me he ido haciendo viejo", asegura, "y ya no tengo nuevas ideas. Hacer biograf¨ªas es m¨¢s f¨¢cil y creo que no soy mal bi¨®grafo". Se confiesa un apasionado de Voltaire y de la Ilustraci¨®n y explica: "No necesitamos principios ¨¦ticos porque los del viejo liberalismo siguen siendo bastante buenos. Lo que nos hace falta es una ¨¦tica pr¨¢ctica y no teor¨¦tica". As¨ª pues, la ¨¦tica no es una materia que deba urgir a los fil¨®sofos a ocuparse de ella. M¨¢s a¨²n, afirma: "No creo que la ¨¦tica sea un asunto de inter¨¦s filos¨®fico". Sigue sosteniendo, como en 1962 hiciera frente al fil¨®sofo sovi¨¦tico I. V- Kuznetsov, quien defend¨ªa las tesis dial¨¦cticas, que la filosof¨ªa no es un saber sustantivo con un objeto propio; "la filosof¨ªa no es un competidor de la ciencia", afirma, lo que no significa que carezca de futuro. Este futuro lo ve en la actividad interdisciplinar, en la elaboraci¨®n de una teor¨ªa del conocimiento en la que colaboren psic¨®logos y sem¨¢nticos, ling¨¹istas y otros especialistas.
En lo que no cree en absoluto es en la reducci¨®n del mundo a f¨®rmulas matem¨¢ticas, como sugieren algunos desarrollos neopitag¨®ricos. "Por supuesto, puede reducirse el mundo a n¨²meros, pero r¨ªo pasa de ser una trampa". Dicho esto, Ayer se apresura a reivindicar el papel de la matem¨¢tica en las formulaciones de la ciencia contempor¨¢nea -"y no s¨®lo en la F¨ªsica, donde, evidentemente, cada vez es m¨¢s importante"- y a reconocer que ¨¦l no era, pese a ser catedr¨¢tico de L¨®gica en la universidad de Oxford, "muy bueno en matem¨¢ticas". "Casi toda mi generaci¨®n", a?ade, "estuvo formada fundamentalmente en humanidades. En materia de ciencias naturales puedo entender de qu¨¦ van las cuestiones, pero no tengo un dominio de las mismas". Entre los fil¨®sofos contempor¨¢neos que cree m¨¢s importantes cita a los estadounideses William van Orman Quine, Donald Davidson y Nelson Goodman.
Tampoco cree que la tarea de la filosof¨ªa sea la de intentar cambiar el mundo, contrariamente a lo que ha venido afirmando el marxismo, pero est¨¢ dispuesto a reconocer que s¨ª puede transformarlo "indirectamente". En su opini¨®n, en la medida en que la filosof¨ªa transforma los conceptos con los que aprehendemos lo que nos rodea, puede cambiar la realidad, y pone como ejemplo la creencia en Dios. "Si la gente deja de creer en Dios, las iglesias se vienen abajo". Y a¨²n cita un segundo ejemplo de transformaci¨®n del mundo, el que se deriva de la nueva visi¨®n aportada por la obra de Einstein.
La virtud de la claridad.
Comentaba hace unos d¨ªas Fernando Savater, al hilo del centenario del nacimiento de Wittgenstein, que los fil¨®sofos no acostumbran a ser guapos. No es cosa de discutir, pues ya dice el refr¨¢n popular que sobre gustos no hay disputas. En cualquier caso, lo que s¨ª se puede apreciar en los fil¨®sofos brit¨¢nicos, de los que sir Alfred Julius Ayer es una excelente muestra, es que no son malcarados y que tienen sentido del humor. Ayer, como Bertrand Russell, con quien guarda un remoto parecido, quiz¨¢ fruto de aquel "aire de familia" que algunos atribuyen al quehacer filos¨®fico, tiene un fino sentido del humor y utiliza unas cuantas dosis de iron¨ªa. Iron¨ªa que emplea, en primer lugar, consigo mismo. Ayer ya hab¨ªa estado en Barcelona, en los a?os treinta, poco despu¨¦s de haber vivido una temporada en Santander, donde aprendi¨® castellano.La ciudad est¨¢ cambiada y ¨¦l tambi¨¦n, pero, a sus 79 a?os, conserva una gran vitalidad que le ha llevado, hace unos d¨ªas, a contraer matrimonio de nuevo con la que fue su segunda esposa, a?os despu¨¦s del fallecimiento de la tercera.
Ayer afirma que escribe biograf¨ªa porque se ha quedado sin ideas. Pero lo cierto es que no s¨®lo escribe biograf¨ªas. Adem¨¢s, encuentra tiempo para preparar una obra de ensayo -"Ensayos populares", dice ¨¦l, parodiando los Ensayos impopulares de Russell-, y para responder a un amplio cuestionario remitido por una editorial estadounidense que prepara libros dedicados a los fil¨®sofos m¨¢s importantes de este siglo, entre los que ha sido incluido.
Declina hacer comentarios sobre la filosof¨ªa continental, aduciendo que tiene "una pobre idea" de lo que se hace en Francia, Italia o la Rep¨²blica Federal de Alemania, pero para cualquiera que haya le¨ªdo su La filosof¨ªa del siglo XX resulta obvio que ese desconocimiento es menor de lo que afirma.
Cuenta Joan Francesc Ivars que cuando hace m¨¢s de 20 a?os se public¨® en Valencia la primera versi¨®n espa?ola, en catal¨¢n, de Lenguaje, verdad y l¨®gica, Joan Fuster lo defini¨® como "un detergente para la filosof¨ªa". La claridad de exposici¨®n se un¨ªa a lo que el propio Ayer ha definido como "una cierta osad¨ªa juvenil". Sus obras posteriores tienen la misma frescura, incluidas esas biograf¨ªas que ¨¦l reduce a trabajos de anciano y que los editores se apresuran a traducir a otros idiomas atribuy¨¦ndoles m¨¢s valor del que la humildad del propio autor les concede. Y, adem¨¢s de todo esto, los textos de Ayer tienen una gran virtud: se entienden. Otros fil¨®sofos no pueden decir lo mismo, y no por falta de voluntad para la claridad, sino que la ret¨®rica es, precisamente, la ¨²nica forma de ocultar que dentro no hay nada. Con Ayer se puede estar de acuerdo o no, pero resulta imposible achacarle vaciedad.
Babelia
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