Panam¨¢, unas elecciones sin derrotados
Antes de la votaci¨®n, el candidato del Gobierno y el de la oposici¨®n se han declarado presidentes
Casi a la misma hora en que el viernes se puso fin a la campa?a electoral paname?a el cielo se cubri¨® de nubes negras y descarg¨® un diluvio tropical sobre la ciudad. Los repulsivos gallinazos dejaron a medias su carro?a y volaron para ponerse a cubierto. La tormenta dio paso a una noche silenciosa y larga durante la que un mill¨®n de votantes paname?os reflexionaron acerca de la cita hist¨®rica que este pueblo tiene hoy con unas elecciones presidenciales y legislativas cubiertas y amenazadas por oscuros presagios de violencia.
No cabe ser muy optimista sobre unos comicios en los que se sabe de antemano que ninguno de los dos principales contendientes aceptar¨¢ la derrota, que han sido por anticipado deslegitimados por Estados Unidos y que, en todo caso, no servir¨¢n directamente para elegir o destituir al verdadero poder de este pa¨ªs, el jefe de las Fuerzas de Defensa, general Manuel Antonio Noriega.Tanto la oficialista Coalici¨®n para la Liberaci¨®n Nacional (Colina) como la Alianza Democr¨¢tica de Oposici¨®n (ADO-Civilista) han anunciado que defender¨¢n su victoria en la calle y, si es necesario, con sangre. Tanto el candidato del Gobierno, Carlos Duque, como el de la oposici¨®n, Guillermo Endara, se han declarado ya presidentes, y sobra, por tanto, que se cuenten los votos. Por su parte, Estados Unidos, el tercero en discordia, da por descontado el fraude y estudia las medidas correspondientes.
El Gobierno, consciente de que la mayor¨ªa de las encuestas le dan perdedor, espera que un leve maquillaje de los resultados resulte imperceptible para los cientos de observadores internacionales presentes en Panam¨¢. La oposici¨®n, confiada en el respaldo mundial, cree que puede obtener el poder por la presi¨®n que se genere a partir de ma?ana. Para Estados Unidos el ¨²nico inter¨¦s de las elecciones es que sirvan para acabar con el general Noriega. Las Fuerzas de Defensa, por ¨²ltimo, han advertido que no van a ser convidados de piedra y que, de acuerdo con los principios de Torrijos, no renunciar¨¢n a su intervenci¨®n en la vida pol¨ªtica.
As¨ª, todos los ingredientes de la crisis est¨¢n servidos. Las
diferentes combinaciones de cada uno de ellos permiten imaginar distintos escenarios, pero, si se concede valor a la intuici¨®n popular, bastar¨ªa mencionar el masivo acopio de alimentos para saber que la gente olfatea el conflicto.
Hace cinco a?os el proceso electoral se present¨® en Panam¨¢ casi con las mismas anomal¨ªas. El general Noriega estaba ya en el poder, sin planes de retirarse; la oposici¨®n era mayoritaria, y el Gobierno s¨®lo pudo vencer a costa de un fraude. La diferencia, sustancial fue que entonces EE UU dio su visto bueno al candidato oficialista y ratific¨® el fraude con una declaraci¨®n p¨²blica.
El respaldo norteamericano al peculiar r¨¦gimen c¨ªvico-militar paname?o -en el que unas fuerzas armadas at¨ªpicas detentan el poder desde hace 21 a?os con vocaci¨®n populista y sin
violaciones de derechos humanos- se mantuvo hasta hace dos a?os. En enero de 1987 los ej¨¦rcitos de Estados Unidos y Panam¨¢, con Noriega al frente, participaban todav¨ªa en unas importantes maniobras militares conjuntas para la defensa del canal.
Noriega consolida su poder
Las acusaciones del coronel Roberto D¨ªaz Herrera en junio de 1987 y, sobre todo, la destituci¨®n del presidente Eric Delvalle en febrero de 1988 provocaron una verdadera guerra abierta entre el Gobierno norteamericano y el general Noriega, a quien un tribunal de Florida abri¨® un proceso por narcotr¨¢fico y contra quien se formularon las m¨¢s duras acusaciones, nunca probadas.Estados Unidos implant¨® en marzo duras sanciones econ¨®micas contra Panam¨¢ y, en aras de acabar con Noriega, conden¨® a este pa¨ªs al hundimiento econ¨®mico. En 1988 el producto interior bruto paname?o decreci¨® en m¨¢s de un 20%. Pese a que el descalabro que los norteamericanos calcularon no se produjo, el pa¨ªs contin¨²a cayendo por la pendiente hacia la pobreza.
Noriega tuvo que hacer frente tambi¨¦n durante los meses de marzo y abril de 1988 a una fuerte presi¨®n popular que ped¨ªa su renuncia. En ese per¨ªodo, la oposici¨®n, dirigida por un grupo de j¨®venes empresarios integrados en la Cruzada Civilista, confi¨® en que la presi¨®n norteamericana acabar¨ªa derrocando al general y rechaz¨® toda posibilidad de negociar con ¨¦l. El desgaste del r¨¦gimen, fundamentalmente por culpa de la corrupci¨®n, hab¨ªa generado un fuerte movimiento de repudio a los militares.
Sin embargo, en este ¨²ltimo a?o el general Noriega ha consolidado su poder, ha reforzado su perfil nacionalista y se presenta decidido a permanecer en su cargo hasta el 2000. No es un hombre popular, pero tiene m¨¢s popularidad que hace un a?o. No tiene partido ni ideolog¨ªa, pero tiene tras ¨¦l mucha m¨¢s organizaci¨®n y m¨¢s ideolog¨ªa que hace un a?o.
Muchos observadores creen que, si Noriega consigue contener las protestas previstas para la pr¨®xima semana, se convertir¨¢ en el ¨²nico interlocutor posible en este pa¨ªs, y el Gobierno norteamericano, antes o despu¨¦s, tendr¨¢ que acceder a negociar con ¨¦l la necesaria reconciliaci¨®n entre Estados Unidos y el pa¨ªs que dispone del ¨²nico canal que une el oc¨¦ano Atl¨¢ntico y el Pac¨ªfico.
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