El 'plan Delors', portador de nuevas esperanzas
Durante la conferencia cumbre de los pa¨ªses miembros de la Comunidad Europea (CE) celebrada en Hannover en junio de 1988, los jefes de Estado o de Gobierno subrayaron la necesidad de promover la integraci¨®n monetaria con el fin de llegar a una uni¨®n monetaria plena. Este objetivo les parec¨ªa un elemento l¨®gico en el camino hacia el mercado ¨²nico interno previsto para finales de 1992. Se le encarg¨® a un grupo de trabajo de alto nivel bajo la direcci¨®n del presidente de la Comisi¨®n Europea, Jacques Delors, elaborar un programa de acci¨®n viable. En el mes de abril, el plan Delors ha sido elevado al Consejo de Ministros de Hacienda y cabe esperar que figurar¨¢ en el orden del d¨ªa del pr¨®ximo Consejo Europeo en Madrid.La creaci¨®n de una uni¨®n monetaria europea no es una visi¨®n nueva, ni mucho menos. La CE ya la hab¨ªa promulgado, en virtud de las recomendaciones del plan Werner (de octubre de 1970). El proyecto result¨® ilusorio y fracas¨¦ estrepitosamente. Posteriormente, en 1972, se puso en marcha la Ramada "serpiente monetaria", que fue otra frustraci¨®n. Finalmente, en 1979, se acord¨® el actual Sistema Monetario Europeo (SME). Ha dado mejores resultados que el r¨¦gimen precedente, pero no es oro todo lo que reluce: Francia e Italia han conservado importantes restricciones sobre movimientos intracomunitarios de capitales; B¨¦lgica mantiene tipos de cambio duales, hubo que reajustar las paridades cambiarias en 11 ocasiones, y la segunda etapa de este proyecto, prevista para 1981 con la creaci¨®n del llamado Fondo Monetario Europeo, no entr¨® en vigor; adem¨¢s, Espa?a, Portugal, Grecia y Reino Unido siguen sin incorporarse al SME.
De nuevo, el problema fundamental est¨¢ en que la disposici¨®n de los Gobiernos a transigir en la soberan¨ªa nacional sobre objetivos macroecon¨®micos y pol¨ªticas para lograrlos tiene sus limitaciones. Es verdad que ha habido una cierta convergencia de las pol¨ªticas monetarias y fiscales; buena prueba de ello es la reducci¨®n considerable de l¨¢s tasas de inflaci¨®n y su aproximaci¨®n mutua a niveles bajos. Pero es igualmente verdad que no toda la coordinaci¨®n es voluntaria, sino que viene en buena medida impuesta por el Bundesbank y el liderazgo del marco alem¨¢n, lo que no se ve con buenos ojos en otras capitales europeas. Desde all¨ª, la tenacidad con la que las autoridades alemanas tratan de contener la inflaci¨®n parece exagerada y da?ina para los dem¨¢s socios, que tienen que aplicar pol¨ªticas monetarias m¨¢s restrictivas de lo que consideran compatible con los objetivos de crecimiento y empleo deseados.
En vista de las expectativas positivas que ha despertado el plan Delors, cabe preguntarse si realmente se dan hoy en d¨ªa, o se dar¨¢n en un futuro pr¨®ximo, las condiciones claves e indispensables para el establecimiento de una uni¨®n monetaria europea. La uni¨®n monetaria puede constituirse de dos formas: sin moneda com¨²n o con ella. En la primera variante habr¨ªa que fijar irrevocablemente los tipos de cambio entre las 12 monedas y habr¨ªa que garantizar definitivamente su convertibilidad plena. Esto presupone una coordinaci¨®n muy intensa entre las pol¨ªticas macroecon¨®micas nacionales, sobre todo con el fin de evitar discrepancias en los ritmos de infiaci¨®n. De optarse por la segunda variante, desaparecer¨ªan los bancos emisores nacionales como autoridad monetaria y se har¨ªa una transferencia completa de responsabilidades a un banco central europeo, que emitir¨ªa tambi¨¦n la nueva moneda com¨²n. Este banco central tendr¨ªa que ser pol¨ªticamente independiente, con el fin de poder velar eficazmente por la estabilidad monetaria en la Comunidad.
Severos requisitos
Se trata, obviamente, de requisitos muy severos. Diversos pa¨ªses miembros no se hallan (todav¨ªa) en posici¨®n de asumirlos con todas sus consecuencias. Subsisten en la CE importantes divergencias entre los objetivos econ¨®micos; las desigualdades estructurales y regionales, son considerables; los comportamientos de sindicatos, asociaciones empresariales y otros grupos de presi¨®n son bien distintos de un pa¨ªs a otro; hay una notable discrepancia intracomunitaria en cuanto a los h¨¢bitos del Estado por apelar al banco nacional para financiar d¨¦ficit presupuestarios; tambi¨¦n var¨ªan bastante las actitudes frente a procesos inflacionarios. Adem¨¢s no faltan los enfrentamientos de intereses a nivel comunitario, como, por ejemplo, en torno a la pol¨ªtica agr¨ªcola com¨²n, la pol¨ªtica de comercio exterior o la pol¨ªtica de la competencia. En estas circunstancias ser¨ªa dif¨ªcil, por no decir imposible, defender en todo momento las paridades cambiarias establecidas o definir comunitariamente el objetivo de estabilidad monetaria deseado. Siempre que surjan problemas econ¨®micos espec¨ªficos en un pa¨ªs determinado, y no digamos si estallan conflictos sociales, la tentaci¨®n del respectivo Gobierno por acomodar sus pol¨ªticas de puertas adentro y abandonar la l¨ªnea com¨²n ser¨ªa irresistible. Entonces, el proceso de integraci¨®n monetaria suffir¨ªa un serio rev¨¦s, y el proyecto final de uni¨®n monetaria quedar¨ªa de nuevo desacreditado. No es necesario correr estos riesgos, habiendo, como la hay, una alternativa viable. Se trata de fortalecer el SME, complementado con la liberalizaci¨®n completa de los movimientos intracomunitarios de capitales. Fortalecer el SME implica dos cosas: una, que se integren cuanto antes los cuatro pa¨ªses a¨²n apartados, es decir, tambi¨¦n Espa?a; otro, que el mecanismo de ajustes monetarios funcione de forma asim¨¦trica, es decir, obligue a pa¨ªses con tasas relativamente altas de inflaci¨®n a reducirlas.Es una de las grandes falacias suponer que el reparto asim¨¦trico de las cargas de los ajustes es injusto. M¨¢s simetr¨ªa en los procesos de reajuste monetario supondr¨ªa inevitablemente una erosi¨®n del SME, pues el ritmo de inflaci¨®n comunitario ser¨ªa m¨¢s elevado. Pero la uni¨®n monetaria tiene que ser una uni¨®n de estabilidad monetaria; s¨®lo entonces tendr¨ªa credibilidad y futuro, no como uni¨®n inflacionaria. Si alg¨²n d¨ªa se emitiera una nueva moneda com¨²n, ¨¦sta tendr¨ªa que tener un valor m¨¢s estable que la m¨¢s fuerte entre las monedas nacionales (digamos, el marco alem¨¢n). De no ser as¨ª, ?para qu¨¦ servir¨ªa todo el esfuerzo? El problema actual del predominio alem¨¢n en el SME se resolver¨¢ en la medida en la que los otros pa¨ªses vayan adquiriendo credibilidad antiinflacionista y sus monedas dejen de ser d¨¦biles.
Estabilidad
El poner tanto ¨¦nfasis en la estabilidad monetaria no es fruto de una obsesi¨®n de los alemanes. Se debe a que la inflaci¨®n produce serias distorsiones en las estructuras productivas, frena a la larga el crecimiento econ¨®mico y la creaci¨®n de empleo, y discrimina a todos los grupos que perciben rentas fijas. Hay un sinf¨ªn de pruebas contundentes de que la permisividad inflacionaria es econ¨®micamente contraproducente y socialmente nefasta. Por otro lado, diversos pa¨ªses miembros de la CE, entre ellos Espa?a, que en los ¨²ltimos a?os han apostado por una mayor disciplina monetaria, se han visto recompensados por un notable dinamismo de sus econom¨ªas, superior al de la alemana. Visto as¨ª, no han sido tan malos los resultados obtenidos en un contexto de disciplina monteria.En definitiva, no es recomendable tomar decisiones muy inmediatas sobre la ejecuci¨®n del plan Delors. Es preferible utilizar la v¨ªa que ofrece el SME, manteniendo el margen de flexibilidad de los tipos de cambio, y hacer el debido uso de ¨¦l, mientras ello sea necesario. Para implantar el mercado ¨²nico europeo no es imprescindible que haya una uni¨®n monetaria. Pero s¨ª es indispensable suprimir todo tipo de barreras a los movimientos de capitales. Si no hubiera siquiera consenso en esta materia vital, m¨¢s vale decir adi¨®s a la idea de la uni¨®n monetaria europea.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.