El rojo y el verde
"El socialismo debe asumir no s¨®lo la contradicci¨®n entre capital y trabajo, sino tambi¨¦n entre medio ambiente y producci¨®n"
Decididamente Oskar Lafontaine es un radical. Entendiendo por radical algo as¨ª como lo que representa la se?ora Thatcher en el otro lado del espectro pol¨ªtico. Un hombre al que resulta complicado calzarle alguna de las categor¨ªas admitidas para calificar a los pol¨ªticos. Est¨¢ convencido de lo que piensa y, por tanto, de lo que dice. Y act¨²a en consecuencia saltando por encima de las convenciones pol¨ªticas establecidas. Ha pensado, y dicho, lo mismo desde hace tiempo (su libro El otro progreso sobre los problemas del reparto del trabajo y el medio ambiente tiene ya casi cinco a?os), tanto desde la oposici¨®n pol¨ªtica como ahora desde la presidencia del gobierno de un land. Y reparte sus enemigos entre los conservadores de derecha y los conservadores de izquierda a partes iguales, seg¨²n hable del militarismo europeo o del futuro de los sindicatos. Nada de eso le conmueve. Al menos, no tanto como el hecho de no ser suficiente claro en sus proposiciones.Es muy poco probable que en su vocabulario exista la palabra contemporizar. Para ¨¦l la acci¨®n pol¨ªtica -la aut¨¦ntica acci¨®n pol¨ªtica- consiste precisamente en arrostrar las consecuencias de lo que se dice y as¨ª, Oskar Lafontaine, 45 a?os, ministro-presidente del estado del Sarre, puede ser al mismo tiempo la esperanza del ala izquierda del partido socialdem¨®crata alem¨¢n por sus tajantes posiciones sobre el desarme y las relaciones con el Este, y el azote de los sindicatos por sus llamamientos a una distribuci¨®n m¨¢s equitativa de los tiempos de trabajo. En cualquier caso, es sin discusi¨®n el pol¨ªtico socialdem¨®crata alem¨¢n con mayor atractivo y una baza casi segura del SPD para recuperar el gobierno federal en 1991.
De una afabilidad y una extroversi¨®n m¨¢s bien latinas -siempre en movimiento, siempre ofreciendo cosas, regalando libros, mostrando papeles-, Lafontaine es, sin embargo, de una constancia t¨ªpicamente teut¨®nica. No importa lo que se le pregunte, ¨¦l reconduce constantemente la conversaci¨®n a aquello que quiere decir. Y de lo que quiere hablar ahora es fundamentalmente de tres cosas: nuevo concepto de trabajo, democracia social y ecolog¨ªa. Todo remite a ello y nada parece serle ajeno.
"Es un problema que la izquierda siga todav¨ªa con la teor¨ªa del trabajo industrial como eje de la producci¨®n. A medida que las jornadas laborales se vayan acortando, tendr¨¢ m¨¢s importancia el trabajo no remunerado (educaci¨®n de los ni?os, cuidado de enfermos de personas de la tercera edad). Hay que considerar como un conjunto el trabajo remunerado y el que no lo es. Por otra parte, la discusi¨®n planteada ya no tiene solo la antigua dimensi¨®n social. Ahora hay que agregarle una dimensi¨®n ecol¨®gica (evitar una supreporducci¨®n ilimitada) y una dimensi¨®n democr¨¢tica (considerar el trabajo no remunerado como una de las bases de la producci¨®n industrial)".
"Los sindicatos no deben limitar su campo al trabajo industrial. Se trata de profundizar en la democratizaci¨®n de la sociedad: reconocer el trabajo personal, el no remunerado, como base de una desarrollo continuo en el proceso de democratizaci¨®n de la producci¨®n y, en consecuencia, de la sociedad en su conjunto. Los socialistas se han centrado normalmente en el trabajo industrial y han olvidado el de las mujeres, el que se hace en casa, y ese es un problema de democracia".
Pregunta. Pero sus propuestas parecen pensadas para pa¨ªses con sindicatos fuertes, donde los trabajadores ya est¨¢n bien remunerados y existe una buena cobertura al desempleo. ?Ser¨ªan v¨¢lidas tambi¨¦n para un pa¨ªs donde todav¨ªa se lucha por unas condiciones sociales m¨ªnimas?
Respuesta. Estoy convencido de que s¨ª y le dir¨¦ por qu¨¦. Espa?a tiene ahora una productividad como Alemania hace unos 20 a?os. Por eso su crecimiento, tan discutido, es mucho m¨¢s alto que en Alemania. Pero tambi¨¦n los sindicatos espa?ole se plantean en este momento si ser¨¢n capaces de afrontar el futuro y, aunque con cierto retraso, se va a desatar la misma pol¨¦mica. A medida que se vaya reduciendo la jornada (en 80 a?os se ha pasado de una jornada de 80 horas a otra de 40) la pregunta que se plantea es qu¨¦ hace la gente el resto del tiempo. Los sindicatos ver¨¢n limitada su acci¨®n a un tiempo cada vez m¨¢s corto de la vida de los dem¨¢s. As¨ª que su labor tiene que ser m¨¢s amplia. Ello pone de relieve dos temas nuevos como tareas para el futuro: no s¨®lo la atenci¨®n a los problemas sociales cl¨¢sicos, sino tambi¨¦n una tarea ecol¨®gica y una tarea democratizadora de la sociedad.
Sindicatos fuertes
P. Hablemos de relaciones entre sindicatos y partidos de izquierda. ?Usted cree que el modelo socialdem¨®crata que ha estado en vigor desde el final de la guerra sigue siendo v¨¢lido?R. Est¨¢ fuera de toda duda que en Alemania necesitamos unos sindicatos fuertes. Pero los cometidos son distintos y eso queda bastante claro cuando uno est¨¢ en el gobierno y los sindicatos piden salarios m¨¢s altos. Invariablemente se producir¨¢n conflictos. Pero s¨®lo hay una manera de arreglar ¨¦stos y es la sinceridad en el trato. En el Sarre, la industria tradicional del acero estaba en bancarrota y tuvimos que estatalizar. De repente me convert¨ª en empresario. Tuvimos que tomar decisiones muy duras, pero trabajamos en colaboraci¨®n con el sindicato del metal. Ahora la siderurgia est¨¢ en n¨²meros negros otra vez, pero se han perdido 5.000 puestos de trabajo. Los conflictos son permanentes, pero hay muchas luchas comunes: por ejemplo ver si estamos luchando por la-justicia social o por intereses personales y concretos.
P. ?Frente a la progresiva internacionalizaci¨®n de los capitales, es imaginable un sindicato europeo?
R. Necesitamos sindicatos europeos. Frente a un capital organizado a nivel europeo, un sindicato regional o nacional no tiene nada que hacer. En el movimiento socialista hay muchos que pasan por internacionalistas, pero luego son unos provincianos. Los problemas sociales, los problemas de la paz y los problemas ecol¨®gicos s¨®lo pueden solucionarse a un nivel internacional.
P. Pero el l¨ªder comunista Achille Ochetto acaba de decir que el espacio social europeo, tal como est¨¢ planteado actualmente, es pura ret¨®rica. Que no se puede concebir exclusivamente como una contraprestaci¨®n a la libre circulaci¨®n de capitales.
R. No creo que sea pura ret¨®rica. Existen diferentes niveles sociales en Europa y debemos plantearnos si los vamos a dejar as¨ª o vamos a ir a un nivel com¨²n. Nosotros decimos que debe lograrse un nivel como el de la RFA. Ello supondr¨ªa para ciertas econom¨ªas nacionales dar de repente un salto de 20 a?os, lo que es imposible. Por lo tanto, el proceso de unificaci¨®n social europea debe hacerse paso a paso. En esto, la organizaci¨®n europea del capital tiene una clara ventaja. Pero si un fabricante de coches invierte en Andaluc¨ªa y no aqu¨ª, no puede decirse que sea evasi¨®n de capitales o algo as¨ª. Desde un punto de vista social, es m¨¢s importante que se haga all¨ª que aqu¨ª. Por esa raz¨®n, tambi¨¦n el flujo de capitales contribuye a superar esas diferencias sociales. Pero, en todo caso, es necesario que los sindicatos se organicen a nivel europeo.
P. Durante 20 a?os, la izquierda ha estado a la defensiva; se ha dejado arrebatar la bandera de ciertos valores, por ejemplo, los que ata?en a la defensa de la libertad individual...
R. No todos los conservadores han logrado desarrollar hasta el final el concepto de libertad individual. S¨®lo adoptan la bandera de la libertad individual fuera de los que es la esfera de la producci¨®n y sobre todo frente al Estado. Pero no entienden el concepto de libertad individual dentro de la empresa y en la sociedad. La principal tarea de la izquierda es hacer realidad la libertad individual dentro del proceso de producci¨®n. La libertad individual tiene dos hermanas: la solidaridad y la responsabilidad.
P. ?Pero debe esta solidaridad expresarse como en el pasado? Esto remite a sus propuestas sobre la distribuci¨®n de los tiempos de trabajo.
R. El concepto de solidaridad, como el de trabajo, han experimentado una ampliaci¨®n sorprendente de su significado. Est¨¢, por ejemplo, la solidaridad con la naturaleza, con las generaciones futuras. Estamos tomando decisiones en este orden que van a determinar a las generaciones venideras durante 500.000 a?os, como ocurre en el caso de la radiaci¨®n de plutonio. En este tema de solidaridad se trata, una vez m¨¢s, de un proyecto cultural que implica a toda la sociedad y no s¨®lo a la empresa. Podemos decir con Granisci que la izquierda recuperar¨¢ la hegemon¨ªa cultural cuando adopte los modernos conceptos de solidaridad, trabajo y responsabilidad.
P. ?Para ser rojo hoy hay que ser, entonces, un poco verde?
R. Naturalmente, pero no en el sentido burdo que se discute aqu¨ª entre los partidos. Los conflictos de futuro no son s¨®lo conflictos entre el capital y el trabajo, sino tambi¨¦n entre la producci¨®n y el medio ambiente. Esa nueva contradicci¨®n tiene que ser asumida por el socialismo.
Pero la protecci¨®n del medio ambiente comienza en los pa¨ªses industrializados, no en Brasil.
Porque lo m¨¢s importante es una reducci¨®n de la transformaci¨®n de energ¨ªa (lo que, una vez m¨¢s, est¨¢ relacionado con el nuevo concepto de trabajo) y ello concierne sobre todo a los pa¨ªses industrializados, que consumen 20 veces m¨¢s energ¨ªa que los en v¨ªa de desarrollo.
Nuevo programa
P. ?La mayor¨ªa del SPI) est¨¢ de acuerdo con sus tesis?R. No habr¨¢ controversias importantes en los referente a estos puntos en lo que ser¨¢ un nuevo programa del partido. Ha habido discusiones, pero ya se ha llegado a un acuerdo. Otra cosa es saber en qu¨¦ forma se ha aceptado por algunas mentes, porque, cuando se habla de trabajo, la mayor¨ªa sigue discutiendo del remunerado y no del otro.
P. En relaci¨®n con los cambios que est¨¢n produciendo en los pa¨ªses del Este de Europa, ?cree usted que es necesario redise?ar el mapa del continente, modificar el status quo de Yalta?
R. No s¨¦ si prodremos afrontar este problema si pensamos en categor¨ªas hist¨®ricas de este tipo. Sucede como con los escenarios de guerra, donde se habla de mapas y territorios y no de personas. Las reformas de Gorbachov son ¨²nicas y exigen una respuesta nueva. Los pa¨ªses occidentales deber¨ªan tener el valor de apoyar las reformas sovi¨¦ticas en un tema clave: el desarrollo de su econom¨ªa. Lamentablemente no veo a nadie en Occidente que haya visto esto con claridad. La administraci¨®n americana sigue buscando conceptos para su pol¨ªtica exterior, el gobierno alem¨¢n sigue discutiendo sobre los misiles de corto alcance. Es una situaci¨®n lamentable.
P. Hay muchos que se procupan por el futuro papel de Alemania en esa nueva Europa. Su proclividad hacia el Este, un mayor neutralismo...
R. La discusi¨®n sobre el neutralismo alem¨¢n es una majader¨ªa. Muchos, sobre todo pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n conservadores, nos llaman siempre neutralistas cuando nos permitimos tener nuestros propios intereses. Mi generaci¨®n se va ocupar de que se acabe con ese fantasma. Imag¨ªnese que en Espa?a o Francia se instalaran misiles que apuntaran a otra parte de Francia o Espa?a. Supongo que estos no causar¨ªa mucho entusiasmo en esos dos pa¨ªses. Y sin embargo a nosotros se nos pide que nos mostremos entusiasmados con ello s¨®lo porque, despu¨¦s de la guerra, Alemania estaba tan humillada que lo acept¨® todo. Ahora nosotros decimos que eso es absurdo y as¨ª lo tendr¨¢n que entender nuestros aliados hasta en el ¨²ltimo rinc¨®n de Estados Unidos. Y eso no tiene nada que ver con el neutralismo, sino con la racionalidad.
P. Hace unos d¨ªas, un articulista norteamericano escrib¨ªa que si los alemanes quieren contribuir a la unidad de Europa deben renunciar a su reunificaci¨®n.
R. En mi libro La sociedad del futuro escribo que el estado nacional es una categor¨ªa hist¨®rica superada. Ya no va a haber un estado alem¨¢n del tipo que hubo en ¨¦pocas pasadas, aunque puede ser que nos encontremos en una Europa unida. Nosotros no concebimos s¨®lo la unidad de Europa a partir de Europa Occidental. Esperamos unirnos dentro de una casa com¨²n europea, como dice Gorbachov.
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