Tabaco y toros
Novillada en Las Ventas. Una espectadora italiana reprocha a un aficionado espa?ol vecino de tendido las bocanadas de humo de su hermoso habano. Respuesta breve y lac¨®nica la que obtuvo: "Se?ora, esto forma parte de la fiesta". Efectivamente, el reglamento de espect¨¢culos taurinos no recoge menci¨®n alguna acerca del consumo de tabaco en los recintos taurinos, si bien es cierto que el tabaco, fundamentalmente puros, est¨¢ tan entra?ablemente unido al mundo de los toros que, como dec¨ªa Moncho Alpuente, "Una prohibici¨®n del tabaco en la plaza de Las Ventas poducir¨ªa, sin duda, un mot¨ªn con graves problemas de orden p¨²blico".Daniel Ortas, en su obra de pr¨®xima aparici¨®n, Lo que fumamos en 100 a?os, recuerda que en 1888 Heraclio Farias, mexicano de Guadalajara, lleg¨® a Espa?a a vender su nuevo sistema de elaboraci¨®n de puros. La compradora del revolucionario invento fue la compa?¨ªa Tabacalera representada por su presidente Am¨®s Salvador Rodr¨ªguez, quien pasar¨¢ a la historia no solamente por esta condici¨®n, ni por la de ser bisabuelo de Miguel Boyer, sino tambi¨¦n por la de haber sido presidente del Gobierno tras el asesinato de Canalejas y por ser el autor de la Teor¨ªa del toreo, apreciad¨ªsimo trabajo del que desgraciadamente s¨®lo se editaron 200 ejemplares. Es decir, que ya don Am¨®s aunaba en su persona experiencia y conocimiento tanto del mundo del toro como del mundo del tabaco.
Los toros imprimen, parece que por su propia naturaleza, unas costumbres y un componente ritual sin aparente explicaci¨®n sociol¨®gica. ?Por qu¨¦ al f¨²tbol se acude muy relajadamente vestido, mientras que a los toros se va con ternos de ocasiones solemnes? Del mismo modo que _no se encuentra respuesta a esta pregunta, tampoco se hallar¨¢ contestaci¨®n al por qu¨¦ de comparecer a una corrida con provisi¨®n de cigarros.
Adivina adivinando se puede establecer con escaso margen de error en qu¨¦ sector de la plaza estar¨¢ ubicado el aficionado que exhiba entre sus dedos o en el bolsillo de su americana labores de una u otra calidad. Panetelas, coronas, lanceros y tubulares, a la sombra, que siempre hay clases; brevas, farias y calique?os, al sol, que tambi¨¦n tiran. Aficionados hay que aprecian tanto el rito que s¨®lo degustan puros cuando se trata de ir a los toros. Habitual tambi¨¦n es lanzar desde el tendido puros en la vuelta al ruedo, rasgo que eleva al puro a la categor¨ªa de regalo distinguido y como tal es re7 cogido por subalternos y lidiador. "Huele a toros", se dice en Las Ventas cuando lo que llega es aroma de habano.
Curro C¨²chares, legendario diestro, hac¨ªa compatible su dedicaci¨®n profesional con el consumo habitual de puros, hasta morir an La Habana de c¨®mito negro, una modalidad del escorbuto, en 1868. Id¨¦nticos h¨¢bitos estaban presentes en las vidas de Guerrita, Paquiro y Lagartijo, significados fumadores todos ellos. El cr¨ªtico taurino de este peri¨®dico alentaba jocosamente la esperanza de continuidad de Anto?ete en los ruedos fundament¨¢ndola en un permiso discrecional para que el maestro pudiera fumar mientras lidiaba.
La industria tabaquera de la isla caribe?a no dud¨® en los a?os 40 y 50 en introducir promocionalmente escenas de todas las suertes taurinas en estampaciones y habilitaciones en las cajas de habanos y vitolas. En las sastrer¨ªas de toreros el color tabaco ocupa un destacado lugar entre los muestrarios.
Queda, pues, demostrada y evidenciada la relaci¨®n entre tabaco y toros. La fiesta ser¨ªa otra sin habanos. Lo que implica ofrecer m¨¢s flancos de vulnerabilidad a la incomprensi¨®n europea: no s¨®lo se presencia -dir¨¢n ellos- un espect¨¢culo violento, sino que adem¨¢s se fuma durante su desarrollo, actitud doblemente incivilizada. Habr¨¢ que contrarrestar. Por ejemplo, r¨®tulos a la entrada de las plazas: "Las autoridades taurinas advierten que fumar en este recinto beneficia seriamente a la fiesta de los toros". Es broma, desde luego.
Babelia
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