Quemado en Ginebra
Nathalie Cap¨®-Reverdin, en carta publicada por EL PA?S el 6 de mayo, reflexiona sobre algunas cuestiones relacionadas con la ejecuci¨®n de Miguel Servet. Como ginebrina protestante y pastora, parece especialmente preocupada por exculpar a sus conciudadanos y correligionarios actuales de la muerte del infortunado heterodoxo espa?ol. Sin duda, muchas cosas han cambiado desde el siglo XVI en este rinconcito del mundo conocido como Europa occidental, y a ning¨²n juez se le ocurrir¨ªa, por m¨¢s que abunden extra?as sentencias, condenar a nadie a la hoguera por el simple hecho de negar la Trinidad. Como, por otra parte, pocos europeos considerar¨¢n a estas alturas que los descendientes sean responsables de los cr¨ªmenes de sus antepasados, Nathalie Cap¨®-Reverdin puede vivir tranquila, pues nadie va a acusarla de nada.Servet muri¨® quemado en Ginebra. Su suerte no hubiera sidomuy distinta de haber ca¨ªdo en manos de la Inquisici¨®n espa?ola o de cualquiera de las m¨²ltiples inquisiciones cat¨®licas, luteranas, zwinglianas, calvinistas o anglicanas que tanto esfuerzo dedicaron a defender la pureza de la fe.
De lo que s¨ª es responsable Nathalie Cap¨®-Reverdin es de la seguridad con que habla de lo que ignora. Por hermoso que pueda ser el que en Ginebra un monumento y una calle conmemoren la memoria de Servet, no parece justo que tal hecho se nos presente a los espa?oles como ejemplo de tolerancia, que debi¨¦ramos seguir. Tiempo hace que Carranza tiene dedicada una muy c¨¦ntrica calle en Madrid. Sobran, pues, las preguntas ret¨®ricas con que la pastora ginebrina adorna su carta-
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