Al gusto de los ministros
JOAQUIN VIDAL, Hay dos ministros del Gobierno aficionados a la fiesta, caprichosos en materia de toros. A uno le gustan los toros chicos; a otro, los d¨®ciles y modorros. Dice uno que los toros salen demasiado grandes, otro que blandengues est¨¢n m¨¢s guapos, y no se cortan. Para qu¨¦ se van a cortar, si los taurinos se apresuran a satisfacerles el capricho. Ayer los taurinos les prepararon media corrida a su medida, y lo bordaron, porque satisfac¨ªa plenamente el gusto de ambos: era chica y modorra, al mismo tiempo. La mayor¨ªa del p¨²blico, cuyo gusto es bien distinto, protestaba con verdadera furia, pero taurinos complacientes y ministros caprichosos ten¨ªan de su parte al presidente, que se llama el se?or Moronta y es un verdadero mirlo blanco para taurinos, ministros y figuras del toreo.
Sep¨²lveda / Manzanares, Espartaco, Boni
Cuatro toros de Sep¨²lveda, bien presentados, nobles, 4? fuerte, resto flojos, en el 5? se simul¨® la suerte de varas; 1?y 3? (¨¦ste, sobrero) de Jos¨¦ Ortega, escasos de trap¨ªo, inv¨¢lidos, pastue?os. Jos¨¦ Mari Manzanares: pinchazo, metisaca, dos pinchazos y se acuesta el toro (palmas y pitos); estocada corta contraria y descabello (bronca). Espartaco: bajonazo (m¨¢s pitos que palmas); estocada baja (oreja protestad¨ªsima). El Boni: pinchazo, media metisaca y estocada desprendida; la presidencia le perdon¨® un aviso (vuelta); estocada atravesada (oreja).Plaza de Las Ventas, 23 de mayo. 11? corrida de la Feria de San Isidro.
Si las figuras del toreo -dos de las cuales estaban tambi¨¦n all¨ª- supieran torear, a lo mejor habr¨ªan podido conciliar el gusto de los ministros con el gusto de la afici¨®n. Muchas veces ha ocurrido que un diestro se ponga a torear como mandan los c¨¢nones y acabe la afici¨®n condonando la deuda del trap¨ªo, aunque sea a rega?adientes. As¨ª lo hizo El Boni, que no iba de figura por la vida. Dos toros boyantes le salieron, uno de ellos inv¨¢lido, y los mulete¨® decidido en el centro del redondel. Es verdad que sin exquisitez y con muchos acelerones en el transcurso de sus encorajinadas faenas, pero tambi¨¦n lo es que se dejaba ver, citando a distancia y ligaba los pases. S¨®lo con eso se gan¨® El Boni a la afici¨®n y alcanz¨® un importante triunfo.
Las figuras de ayer deber¨ªan tomar nota y aprenderse la lecci¨®n, en vez de justificar su fracaso propalando que la afici¨®n de Madrid les tiene man¨ªa. La ¨²nica man¨ªa de la afici¨®n de Madrid fue Anto?ete, y s¨®lo para bien. La afici¨®n de Madrid dice que es partidaria del que lo hace, y hacerlo significa lidiar toros, saber parar-templar-mandar y adem¨¢s demostrarlo. A Manzanares le sali¨® un primer torete tan flojucho que ni lo picaron, por a?adidura absolutamente pastue?o, y ni con ese era capaz de ligar. Met¨ªa pico, compon¨ªa estampa, y al remate del pase, corr¨ªa a otro terreno para empezar el siguiente. Luego le sali¨® un toro serio y encastado, que no era del gusto de los ministros, ni tiene costumbre de verlos tan cerca, y procur¨® colocarse lejos de su alcance.
Con otro buen lote, Espartaco trabaj¨® las faenas de su estilo que tantos ¨¦xitos le viene reportando por esos mundos de Dios. Pero una cosa son esos mundos de Dios, de tan buen conformar, y otra muy distinta la plaza de Las Ventas, donde hay una afici¨®n docta que premia con la gloria al que lo hace y con el infierno al que no lo hace. Y Espartaco no lo hac¨ªa. Espartaco le met¨ªa picazo horroroso al segundo toro, con la suerte descargad¨ªsima, y como aquello no gust¨®, pretendi¨® arreglarlo en el quinto poni¨¦ndose tremendista. Es decir, lo que fuera, menos torear. La invalidez del toro ten¨ªa sublevada a la afici¨®n y s¨®lo falt¨® que Espartaco se pusiera a pegarle un mont¨®n de pases de rodillas. "?A torear!", le gritaban. Lo intent¨®, incluso citando de frente al natural, mas no le sal¨ªa, y recurri¨® al encimismo, a las espaldinas arrodillado y, finalmente, al bajonazo. En otras palabras: todo cuanto la afici¨®n de Madrid repudia. Parte del p¨²blico, impresionado por estos excesos, pidi¨® la oreja, que concedi¨® el presidente, y se arm¨® un esc¨¢ndalo may¨²sculo, donde el p¨²blico orejista increpaba a la enfurecida afici¨®n, y a alguien le iba a dar un soponcio. La confrontaci¨®n era entre dos modos de entender la fiesta: el toreo, el tremendismo; el toro de lidia, el toro al gusto de los ministros. Y las espadas quedaron en alto. Hasta que vuelvan las figuras.
Babelia
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