En plan charlotada

JOAQU?N VIDAL, Por el ganaducho que sali¨®, parec¨ªa la parte seria -no demasiado seria- de un espect¨¢culo c¨®m?co-taurino-musical. Cierto es que el ganaducho sale mucho m¨¢s chico en los espect¨¢culos c¨®mico-taurino-musicales, pero tambi¨¦n m¨¢s m¨®vil y picant¨®n, por lo que su parte seria tiene mayor seriedad que pretenciosas novilladas como la de Las Ventas ayer.

Los taurinos pretenden manejar el cotarro como los chavalines cuando juegan con los soldaditos en la alfombra -este pongo, este quito, aquel lo tumbo- y para eso necesitan el toro acharlotado, que no les desbarate el plan. Parten del supuesto, naturalmente, de que el p¨²blico es indocto o est¨¢ tonto, y no se sabr¨ªa decir si son m¨¢s audaces que torpes, o al rev¨¦s, porque su audacia y su torpeza les lleva a meter de matute el toro acharlotado incluso en Madrid, donde el p¨²blico, de indocto o de tonto, no tiene nada. Y ocurre lo que tiene que ocurrir: la operaci¨®n fracasa, los toreros con ella, matan la afici¨®n, se arma el esc¨¢ndalo, provocan que al presidente le llaman burro, y al empresario, chorizo.

La novillada de ayer en Las Ventas posey¨® todas estas caracter¨ªsticas m¨¢s las que te dir¨¦. La novillada de ayer en Las Ventas fue de un aburrimiento supino. Los novilleros seguramente no ten¨ªan la culpa, estuvo claro su deseo de triunfar, contribuyeron con lo mejor de s¨ª mismos, pero igual les habr¨ªa dado irse a la discoteca, porque el p¨²blico apenas les hac¨ªa caso. Los nov¨ªllos acharlotados no generaban emoci¨®n, y cuando una novillada carece de emoci¨®n, al p¨²blico le entra la sospecha de que alguien le est¨¢ tomando el pelo.

Las reacciones, entonces, son variopintas, aunque podr¨ªan agruparse en tres modalidades distintas: a) Los que sacan jugo al dinero invertido en la entrada y deciden divertirse, aplaudi¨¦ndolo todo; b) Los que no sacan jugo al dinero invertido en la entrada y protestan por la estafa; c) Los que esperan pacientemente a que termine aquello y se van para no volver nunca jam¨¢s. El taurinismo tiene su opini¨®n formada sobre estos grupos y opina que el bueno es el a), sana afici¨®n, gente de bien; el malo el b), canalla resentida y reventadora, enemiga de la fiesta; y al c) que le vayan dando, pues ese continuamente se renueva con los incautos que se acercan curiosos al pintoresco mundo de la tauromaquia y ol¨¦. Los a) pidieron ayer una oreja para Enrique Ponce con verdadero fervor y los b) se pasaron la tarde pegando voces, dando palmas de tango, aireando pa?uelos verdes, poniendo al presidente de vuelta y media. Bien es verdad que Enrique Ponce tore¨® con gusto, tanto como que no hab¨ªa qu¨¦ torear; de donde se deduce que a) y b) ten¨ªan raz¨®n.

Enrique Ponce posee una precoz sabidur¨ªa torera y este es raro don merecedor de mejor trato, no exactamente por parte de los grupos a) y b), sino del taurinismo cerril. Denis Lore y Marco Gir¨®n tampoco son mancos (aunque, en banderillas, casi), y uno con buena t¨¦cnica y nulo arte, otro con t¨¦cnica escasa y garra mucha, el grupo b) habr¨ªa disfrutado igual que el a) -o m¨¢s- si aquello llega a ser la novillada que pomposamente anunciaban los carteles y no caricatura de la parte ser¨ªa -poco ser¨ªa- de un espect¨¢culo c¨®mico-taurino-musical-y-de-los-grandes-expresos-europeos.