Dec¨ªamos ayer...
LA LIBERTAD de c¨¢tedra, definida ahora por el Tribunal Supremo de manera solemne, consiste en que el catedr¨¢tico tenga "su propio programa, indicaciones bibliogr¨¢ficas y material did¨¢ctico". Una sentencia del alto tribunal da la raz¨®n al profesor ¨®scar Alzaga, catedr¨¢tico de Derecho Pol¨ªtico de la universidad Nacional de Educaci¨®n a Distancia, frente al departamento de Derecho Constitucional y su director, Antonio Torres del Moral, quien impuso durante una ausencia de Alzaga (por una incompatibilidad que ya ces¨®) determinados textos de los que ¨¦l mismo era autor, editor y distribuidor. Alzaga se neg¨® a utilizar este material, y ah¨ª comenz¨® el pleito.Hay que distinguir en todo este asunto dos vertientes: una de ellas es la libertad de c¨¢tedra en si; otra, la explotaci¨®n de esa libertad como negocio personal. Agrupaciones de alumnos y particulares se han quejado ya -hasta ahora, sin grandes resultadosde que una forma aberrante del uso de la libertad de c¨¢tedra pueda resolverse con la forma de extorsi¨®n que supone la imposici¨®n de un material caro y muchas veces chapucero, fuera del cual no hay aprobado posible. Un reconocimiento de la libertad del estudiante, dentro de la c¨¢tedra, a recoger y ampliar su informaci¨®n por donde quiera y pueda, incluyendo naturalmente lo que el profesor ense?a en clase, no existe de manera generalizada. Y se mantiene la duda sobre si el catedr¨¢tico debe supeditar su libertad de ense?anza a una programaci¨®n general de la materia y de la parte obligatoria que representa dentro de una determinada carrera.
La libertad de c¨¢tedra es una aspiraci¨®n lejan¨ªsima, como sus intentos de violaci¨®n por toda clase de poderes. El ejemplo m¨¢s cl¨¢sico es el de fray Luis de Le¨®n y su "dec¨ªamos ayer...", pronunciado al ser repuesto en la c¨¢tedra tras su tiempo de c¨¢rcel. Las reposiciones de catedr¨¢ticos depurados por razones de guerra civil y por las persecuciones practicadas por el r¨¦gimen de los vencedores han venido a refrendar, por otras v¨ªas, esa libertad de c¨¢tedra que debe ser una constante en un sistema cuya doctrina esencial es la defensa general de las libertades. En ese sentido, la sentencia es enteramente satisfactoria. Pero el reconocimiento de que el estudiante tiene el derecho de rebatir las opiniones personales o las tendencias que pueden impon¨¦rsele, dentro de los l¨ªmites de un programa general y apoyado por la documentaci¨®n y el conocimiento que pueda adquirir fuera de la c¨¢tedra, es algo m¨¢s dif¨ªcil de conseguir, dado que al final del curso el aprobado o el suspenso dependen tambi¨¦n exclusivamente de la libertad del catedr¨¢tico. Esta forma del poder omn¨ªmodo del catedr¨¢tico no existe en pa¨ªses como el Reino Unido y Estados Unidos, donde la relaci¨®n alumno-profesor entra?a un paso mucho m¨¢s adelantado en el camino de la libertad de aprendizaje y discusi¨®n, lo cual es de una necesidad acuciante en un tiempo en el que las verdades y los dogmas han dejado de ser absolutos, y es su libre examen el que permite avanzar en la investigaci¨®n de cualquier disciplina human¨ªstica o cient¨ªfica.
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