La Academia de Bellas Artes de San Fernando recibe como pintor a Rafael Alberti

, En sesi¨®n solemne presidida por la reina do?a Sof¨ªa, con la asistencia del ministro de Cultura, Jorge Sempr¨²n; Federico Sope?a, director de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y la corporaci¨®n en pleno, Rafael Alberti fue recibido como nuevo acad¨¦mico. En su discurso, que ser¨ªa contestado por el pintor Manuel Rivera, Alberti destac¨® la pintura como su "primera, intensa, alegre vocaci¨®n", para concluir solicitando "que por lo menos dos veces al mes fuese yo el cicerone que ensalzase ante la gente los cuadros de esos dos inmensos pintores (Zurbar¨¢n y Goya) que tanto me apasionan".

Cuando Rafael Alberti, acompa?ado del pintor Manuel Rivera, penetraba en el sal¨®n de actos de la Academia de Bellas Artes bajo los acordes del ¨®rgano y los aplausos de los asistentes, se hac¨ªa justicia a una trayectoria humana volcada en la palabra, pero m¨¢s justamente, podr¨ªa decirse, en el color. El color que tiene variables residencias, que habita en la paleta del pintor, pero tambi¨¦n en el verbo encendido y en la proximidad humana.Ocasi¨®n extraordinaria ¨¦sta, en que pudimos ver a un Alberti -el de las camisas floreadas y los pa?uelos tintos- portando un impecable frac negro, pajarita diminuta y camisa blanca que se anudaba a sus pasos breves, a sus sonrisas, a la viveza de su mirada, que descubr¨ªa en cada rinc¨®n de la sala a un amigo.

Equilibrio

La Reina, flanqueada a su derecha por el ministro Sempr¨²n, manos entrelazadas en un circunspecto equilibrio, y a su izquierda por Federico Sope?a, de mirada perdida y erudita, levemente amorosa, sonre¨ªa al autor de Sobre los ¨¢ngeles, cuando ¨¦ste trastocaba la palabra o interrump¨ªa el discurso para encabalgar las gafas, porque cuando Alberti calla, cuando su voz en la lectura se interrumpe, el silencio -el negro- descubre su potencia. Pero Rafael. regresaba a la voz, a la que habr¨ªa de ser su paleta definitiva, aunque empezara diciendo: "Yo nac¨ª para la pintura. Mi primera, intensa, alegre vocaci¨®n fue ella, entre blancas paredes de cal, playas y olas, y en El Puerto de Santa Mar¨ªa".Habl¨® del descubrimiento de Zurbar¨¢n, de la dudosa elecci¨®n de un cuadro triste para su primera copia en el Museo del Prado, de la tentaci¨®n de Goya, y sobre todo, de la nostalgia del exilio, de la nostalgia del Prado, que le har¨ªa escribir A la pintura.

Concluy¨® recitando, leyendo los poemas Zurbar¨¢n y Goya. En este punto, cuando pidi¨® que su ingreso cobrara el compromiso de ser el cicerone en la Academia de tan grandes artistas, Alberti sufri¨® un lapsus cort¨¦s, y del poema Goya se desprendi¨® una estrofa. Aquella que inspir¨® el cuadro La familia de Carlos IV y hace alusi¨®n a los Borbones.

Manuel Rivera, amigo antiguo de Rafael Alberti, que hasta ese momento hab¨ªa permanecido hier¨¢tico como un perfil etrusco, contest¨® el discurso.

Record¨® el primer contacto de Alberti con Vicente Aleixandre en la primavera de 1922, al que le fue presentado como: "Rafael Alberti, pintor". Y situ¨® la incipiente obra pict¨®rica albertiana de la siguiente manera: "Por los a?os veinte pintaba abstracciones y sonidos de palabras, sin sospechar que Wassili Kandinsky investigaba casi en las mismas experiencias. Creaba explosiones de color al igual que el matrimonio Delaunay en sus c¨ªrculos. Despu¨¦s, v¨ªrgenes andaluzas por encargo de Federico Garc¨ªa Lorca, que ya le hab¨ªa convertido en su primo"